Desde la explosión en la central nuclear de Chernobyl en 1986, se ha abandonado una zona de exclusión de más de 4.000 kilómetros cuadrados. Esto podría estar a punto de cambiar, como descubrió la BBC durante un viaje de una semana a la zona.
PRIPYAT, Ucrania .- "Este lugar es más de la mitad de mi vida", dice Gennady Laptev. El científico ucraniano de hombros anchos sonríe con melancolía en el terreno ahora seco de lo que era el estanque de refrigeración de la central nuclear de Chernobyl.
"Tenía solo 25 años cuando comencé mi trabajo aquí como liquidador. Ahora tengo casi 60".
Hubo miles de liquidadores, trabajadores que vinieron aquí como parte de la gigantesca operación de limpieza después de la explosión de 1986, el peor accidente nuclear de la historia.
Gennady muestra una plataforma del tamaño de una mesa de café, instalada para recoger el polvo. El lecho de este reservorio se secó cuando las bombas que tomaban agua del río cercano finalmente se apagaron en 2014, 14 años después de que se cerraran los tres reactores restantes.
Analizar el polvo en busca de contaminación radiactiva es solo una pequeña parte del estudio, que dura varias décadas, de esta vasta área abandonada. El accidente convirtió este paisaje en un laboratorio gigante y contaminado, donde cientos de científicos han trabajado para descubrir cómo un entorno se recupera de una catástrofe nuclear.
El reactor dañado está ahora sepultado por una sarcófago de acero, mientras las grúas desmantelan los restos radioactivos que están dentro.
El 26 de abril de 1986, a la 1.23 (hora local), los ingenieros cortaron la corriente eléctrica de algunos sistemas en el reactor número 4 de la central nuclear de Chernobyl. Fue un punto crítico en una prueba para comprender lo que sucedería durante un apagón. Lo que los ingenieros no sabían era que el reactor ya era inestable.
El corte redujo la velocidad de las turbinas que conducían el agua de refrigeración al reactor. Como menos agua se convirtió en más vapor, la presión en el interior aumentó. Cuando los operadores se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y trataron de apagar el reactor, ya era demasiado tarde.
Una explosión de vapor hizo volar la tapa del reactor, exponiendo el núcleo a la atmósfera. Dos personas en la planta murieron y, como el aire alimentó un incendio que ardió durante 10 días, el viento transportó una nube de humo y polvo radioactivo alrededor de Europa.
Los primeros trabajadores de emergencia entraron rápidamente mientras salía humo letal. De los 134 que fueron diagnosticados con enfermedad de radiación aguda, 28 murieron en cuestión de meses. Por lo menos 19 murieron desde entonces.
Gennady, científico ambiental, comenzó a trabajar en la zona solo tres meses después de la evacuación. "Solíamos volar en helicóptero todos los días desde Kiev para recoger muestras de agua y suelo", explica.
"Lo importante era comprender el alcance de la contaminación, dibujar los primeros mapas de la zona de exclusión", añade.
Extensión
Hoy, esa zona abarca Ucrania y Bielorrusia. Cubre más de 4000 kilómetros cuadrados, más del doble del tamaño de Londres. Todos los pueblos dentro de un radio de 30 kilómetros de la planta fueron evacuados y abandonados; no se le permitió a nadie regresar a vivir allí.
En una parte externa y olvidada de la zona de exclusión, se permitió a la gente tranquilamente regresar a casa unos meses después del desastre.
A diferencia de la "zona de 30 kilómetros", ningún punto de control impide la entrada a esta área semi abandonada. Narodichi, una ciudad de más de 2500 habitantes, está dentro de esa zona más distante. Reglas estrictas gobiernan este distrito oficialmente contaminado; en el área de exclusión no debe cultivarse para producir alimentos y no puede desarrollarse.
Sin embargo, hoy esta parte de Ucrania no se puede delinear fácilmente en dos categorías: contaminada o limpia. Las investigaciones han demostrado que las consecuencias de Chernobyl son más complejas, y el paisaje aquí es mucho más extraño, y más interesante, de lo que parecerían indicar las estrictas reglas de "no tocar" en Narodichi.
El miedo a la radiación podría en realidad estar perjudicando a la gente de Narodichi mucho más que la radiación en sí.
Sobre el hombro de Gennady se puede ver la planta nuclear, a menos de un kilómetro de distancia del embalse en el que está parado. Brillante bajo la luz del sol está el inmenso protector de acero que es el nuevo sarcófago de Chernobyl, el que ahora sepulta a la unidad 4. Se deslizó sobre el epicentro del accidente en 2016. Debajo, grúas robóticas están desmantelando restos radioactivos de 33 años.
El profesor Jim Smith, de la Universidad de Portsmouth, en Gran Bretaña, colega de Gennady, es un científico que ha estudiado las consecuencias del desastre desde 1990. Aquí, en uno de sus numerosos viajes de investigación a la zona, muestra un dosímetro, un aparato de plástico negro del tamaño de un teléfono que lleva durante la visita.
Mide la dosis externa de radiación que recibe del medio ambiente. Los átomos del polvo de combustible nuclear que se dispersaron aquí por la explosión de 1986 se están destruyendo espontáneamente. Están emitiendo rayos de alta energía mientras lo hacen, y el dosímetro de Smith detecta la dosis de los que recibimos cada hora.
Las lecturas son en unidades (llamadas microsieverts). En un punto en el medio del vuelo a Kiev, por ejemplo, su dosímetro leía 1,8 microsieverts por hora.
"Actualmente es 0,6", dice Smith. "Eso es aproximadamente [un tercio] de lo que obtuvimos en el vuelo".
Smith explica vivimos en un planeta radioactivo: la radiactividad natural está a nuestro alrededor. "Viene de los rayos del sol, de los alimentos que comemos, de la Tierra", dice.
Es por eso que, a 12.000 metros de altura en un avión de pasajeros, con menos protección de la atmósfera de la Tierra, recibimos una dosis más alta.
"Sí, la zona de exclusión está contaminada -dice-,"pero si lo pusiéramos en un mapa de dosis de radiación en todo el mundo, solo se destacarían los pequeños focos".
"La radiactividad natural está a nuestro alrededor: varía de un país a otro, de un lugar a otro. La mayor parte del área de la zona de exclusión genera tasas de radiación más bajas que muchas áreas de radiactividad natural en el mundo".
Paisaje
Si bien el límite de la zona de exclusión no ha cambiado, el paisaje sí lo ha hecho, casi de manera irreconocible. Donde la gente fue expulsada, la naturaleza tomó su lugar. La naturaleza salvaje, combinada con edificios abandonados, granjas y pueblos, da un sentido post-apocalíptico.
Smith y sus colegas pasan sus días aquí recolectando muestras, y colocando cámaras y grabadoras de audio, que recopilan información en silencio sobre qué vida silvestre habita en este lugar post-humano y cómo le afecta la radiación.
El Bosque Rojo es un punto caliente de la zona de exclusión que, debido a la dirección de los vientos en 1986, se llevó la peor parte de la lluvia de material radioactivo.
Allí, el dosímetro lee 35, casi 60 veces la dosis externa recibida en el estanque de enfriamiento.
"No debemos estar aquí por mucho tiempo", dice Smith. Él y el equipo recogen sus muestras de suelo rápidamente, toman algunas fotos y regresan al auto.
"Los caballos se están adaptando a la zona"
En el pueblo abandonado de Burayakovka, a poco más de 10 kilómetros de la central eléctrica, el enfoque es muy diferente. Smith y el equipo se toman su tiempo para explorar el área. El dosímetro lee 1,0, todavía menos que en el vuelo.
Pero lo que la gente dejó atrás, a través de la agricultura y la jardinería, se ha convertido en un hábitat extrañamente rico para los animales salvajes. Estudios a largo plazo han demostrado que hay más vida silvestre en las aldeas abandonadas que en cualquier otro lugar de la zona. Aquí se ven osos pardos, linces y jabalíes.
La doctora Maryna Shkvyria, investigadora del zoológico de Kiev, pasó años rastreando y estudiando a los mamíferos más grandes que se mudaron aquí cuando la gente se fue.
Hay estudios que sugieren que las aves en las áreas más contaminadas muestran signos de daños en su ADN, pero el trabajo de Shkvyria se agrega a un catálogo de investigaciones que sugiere que la vida silvestre está prosperando en gran parte de la zona de exclusión.
Los lobos de Chernobyl, dice ella, son un ejemplo particularmente sorprendente.
"Después de 15 años de estudiarlos, tenemos mucha información sobre su comportamiento", explica Shkvyria. "Y el lobo de Chernobyl es uno de los lobos más naturales de Ucrania".
Por "natural" se refiere a que hay muy poca "comida humana" en la dieta de los lobos. "Por lo general, los lobos están alrededor de los asentamientos humanos", explica Shkvyria. "Pueden comer ganado, cosechas y desperdiciar alimentos, incluso mascotas". Pero no aquí, donde los lobos cazan presas salvajes.
Los lobos de Chernobyl se alimentan de ciervos e incluso capturan peces. Algunas imágenes, capturadas por cámaras trampa, revelan hábitos dietéticos más suaves. Los lobos han sido vistos comiendo fruta de alrededor de los árboles que solían formar parte de los huertos de la gente.
En 1998, zoólogos ucranianos liberaron en la zona una manada de 30 caballos de Przewalski en peligro de extinción. El objetivo era que los caballos pastasen la vegetación exhuberante y redujeran el riesgo de incendios forestales. Ahora hay alrededor de 60 de ellos, en rebaños dispersos por Ucrania y Bielorrusia.
Son nativos de las llanuras abiertas de Mongolia, por lo que bosques salpicados de edificios abandonados no deberían ser un hábitat ideal. "Pero realmente están usando los bosques", explica Shkvyria. "Incluso colocamos cámaras de captura en viejos establos y edificios y las están usando para [refugiarse] contra los mosquitos y el calor.
"Incluso se acuestan y duermen dentro, se están adaptando a la zona".
La vida silvestre podría estar aprovechando al máximo lo que gradualmente se ha convertido en una reserva natural post-humana, pero no todos los pueblos quedaron abandonados para que los animales los reclamaran. Algunas personas aún viven aquí, en lo profundo de la zona de 30 kilómetros.
Ciudad fantasma
Muchas personas que perdieron sus casas por el accidente vivían en Pripyat, una verdadera ciudad de ensueño soviética, diseñada especialmente para los trabajadores de las centrales eléctricas. A pocos kilómetros de la planta, esta ciudad de 50.000 personas se vació de la noche a la mañana. No se permitió regresar a nadie; ahora es el arquetipo de una ciudad fantasma del siglo XX.
Sin embargo, recientemente se consideró que Pripyat era segura para visitar durante períodos cortos y se ha convertido en una de las atracciones turísticas de las que más se habla en Ucrania. Aproximadamente 60.000 personas visitaron la zona de exclusión el año pasado, con ganas de presenciar su dramática decadencia.
Su sombría notoriedad la ha convertido en el tema de cierta exhibición oscura en las redes sociales. Con buscar #chernobyl en Instagram se encontrarán paisajes interesantes y fotos turísticas, imágenes de personajes disfrazados y anónimos, que a veces llevan máscaras antigás o sostienen muñecos de aspecto espeluznante mirando a la cámara.
La ciudad de Chernobyl, que confusamente está bastante más lejos de la central eléctrica que Pripyat, se encuentra en una zona menos contaminada. Se ha convertido en un centro relativamente populoso. Aquí duermen los trabajadores que desmantelan la planta energética, científicos y turistas.
En tanto, el parque de atracciones abandonado de Pripyat se ha convertido en un ícono.
El 27 de abril, un día después de la explosión, la ciudad fue evacuada. Se ordenó a la gente que se fuera inmediatamente. Se pusieron en fila para subir a los ómnibus que los alejarían de la ciudad y la planta. Irina [que mantiene su apellido en reserva] estaba en camino de regreso al departamento de su abuela en aquel momento.
"Un amigo de mi abuela estaba manejando un carro de ganado, sacando su ganado", recordó. "Mi abuela le preguntó si me llevaría con él, así que subí al vagón de ganado. No sabía lo que estaba pasando".
Pero Irina también sintió la necesidad de regresar a la zona. Sin embargo, ella nunca ha vuelto a Pripyat; le afectaría demasiado verla ahora. Sin embargo, se enorgullece de cuidar las flores alrededor de su hotel de Chernobyl.
"Me gusta hacer que sea lo más bonito posible para los visitantes", dice. "Entonces, tal vez puedas decirle a la gente en tu país que Chernobyl no es un lugar tan horrible".
Los 33 años de Gennady trabajando en la zona de exclusión pueden haber conducido a una reunión al final de esta semana. Se lleva a cabo en una escuela en Narodichi, la ciudad en la zona exterior.
Aquí, científicos, miembros de la comunidad, expertos médicos y funcionarios de la agencia estatal que administra la zona de exclusión se reúnen para discutir un cambio que podría transformar el futuro de este distrito.
Por primera vez desde que se dibujó la frontera, la zona va a cambiar. Tres décadas de investigación han llevado a la conclusión de que gran parte de ella es segura: para que se cultiven alimentos y para que se desarrollen las tierras. Narodichi es uno de sus lugares menos contaminados.
Había 360 niños aquí antes del accidente. Tatiana Kravchenko, una mujer con una sonrisa amable perpetua y que lleva un abrigo rosa grueso, es la encargada de la guardería. Ella recuerda la evacuación.
"Los niños fueron evacuados junto con los maestros a 'zonas limpias", recuerda. "En tres meses nos devolvieron y teníamos solo 25 niños. Finalmente, la gente ha regresado, nacieron nuevos niños y gradualmente el jardín de infantes comenzó a llenarse de nuevo. Ahora tenemos 130 niños".
La mayoría de las veces, dice Tatiana, ella no piensa en que su comunidad esté dentro de la zona de exclusión.
"Olvidamos que somos personas de Chernobyl; tenemos otros problemas con los que lidiar", dice. "No es un secreto que la mitad de los padres [de estos niños] están desempleados, porque no hay dónde trabajar. Me gustaría que pudiéramos construir algo aquí, que nuestra comunidad pueda comenzar a florecer".
La gente todavía teme las consecuencias de lo que sucedió aquí en 1986. Las personas afectadas por el accidente reciben una compensación financiera del gobierno. Aquí, en una ciudad de alto desempleo, en un país donde el salario promedio es inferior a 400 dólares al mes, ese ingreso es importante.
Y muchos todavía temen la radiación de Chernobyl, y el efecto que podría tener sobre su salud y la de sus hijos. Después de muchos años de investigación, comprender y explicar el legado en la salud a largo plazo del accidente ha sido extremadamente complicado.
Es concluyente que alrededor de 5000 casos de cáncer de tiroides, la mayoría de los cuales fueron tratados y curados, fueron causados por la contaminación. Las autoridades no lograron evitar que se vendiera leche contaminada; muchos de los que eran niños en ese momento la bebieron, recibiendo grandes dosis de yodo radiactivo. Ese fue uno de los contaminantes expulsados del reactor.
Muchos sospechan que la radiación ha causado o causará otros casos de cáncer, pero la evidencia es, en el mejor de los casos, dispersa.
El profesor Richard Wakeford, del Centro de Salud Ocupacional y Ambiental de la Universidad de Manchester, señala que los estudios de salud buscan una "señal" de un efecto específico en la salud relacionado con Chernobyl.
Su objetivo es captar esa señal por encima del "ruido de fondo" de otras causas. Eso ha sido increíblemente difícil, principalmente debido al enorme ruido de fondo que fue la agitación casi simultánea del colapso de la Unión Soviética.
"Se asume que habrá algunos cánceres relacionados con el accidente además de los cánceres de tiroides, pero su detección en medio de ese caos socioeconómico, que tuvo sus propios impactos en la salud de las personas, ha resultado casi imposible", dice el profesor Wakeford. El cáncer también afecta a entre un tercio y la mitad de las personas en Europa, por lo que es probable que cualquier señal de Chernobyl sea imperceptiblemente pequeña.
En medio de informes de otros problemas de salud, incluyendo defectos de nacimiento, todavía no está claro si alguno puede atribuirse a la radiación.
Yodo
La profesora Geraldine Thomas, del Imperial College de Londres, explica: "Otra variable de confusión en esta parte del mundo se relaciona con la deficiencia de yodo".
En su forma no radiactiva, el yodo se encuentra en la leche, los vegetales de hojas verdes y las algas marinas. La falta de esto en la dieta es una causa conocida de problemas en el desarrollo temprano del cerebro y la médula espinal. "Por ello una posible causa de defectos al nacer es la falta de yodo en el medio ambiente", dice la profesora.
Todo esto significa que las estimaciones de casos de cáncer siguen siendo muy polémicas.
En su informe seminal de 2006 sobre las consecuencias a largo plazo del accidente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llegó a la conclusión de que la salud mental de muchas personas ha sido dañada, por temor a la radiación y por las graves perturbaciones en sus vidas.
Como científico que ha pasado años analizando la verdad sobre la contaminación en la zona, Gennady admite que no esperaba que la gente de Narodichi temiera la radiación.
"Es un factor muy importante que afecta sus vidas, incluso más de 30 años después del accidente. Esto es realmente algo que me sorprendió", dice.
Ese miedo puede ser perjudicial, tanto física como mentalmente.
Se cree que una sensación de fatalismo y desesperanza asociada con esa asunción de estar condenado por la radiación contribuye a aumentar las tasas de tabaquismo y alcoholismo en esta región, lo cual es definitivamente malo para la salud de las personas.
"Fue algo terrible lo que sucedió aquí", dice Smith. "Pero eso tiende a dominar la vida de las personas. De alguna manera, y es muy, muy difícil, tenemos que avanzar hacia una situación en la que las personas puedan volver a vivir sus vidas sin este miedo, esta maldición de radiación".
"La comunidad quiere traer más vida aquí", dice Gennady. "Y nosotros, como científicos, sabemos que muchos lugares aquí pueden ser fácilmente excluidos de esta prohibición, por lo que creo que este fue un momento muy positivo".
En el jardín de infantes, Tatiana hizo pasar dentro a los niños más pequeños para que tomen una siesta de tarde.
Hay filas de adorables camas pequeñas dentro de un ala nueva del jardín de infantes que se construyó con dinero de una organización benéfica japonesa.
La estrecha relación entre Japón y Ucrania se ha forjado al estar el primero en las primeras etapas de comprensión del impacto de su propio desastre nuclear, en la central eléctrica de Fukushima.
Mirando desde el prístino edificio del nuevo jardín de infancia hasta el bloque abandonado vecino, ella dice que apoyaría sacar la ciudad de la zona de exclusión.
"Estas casas podrían ser reconstruidas y llenadas con gente -dice Tatiana-. Soñamos con eso. Vivimos aquí. No nos vamos a ir a ningún otro lugar. Nuestros hijos viven aquí".
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