Chau comedor, hola vianda: la odisea de hervir fideos a las 6.30 para bajar los costos de la escolaridad
Ante los aumentos, cada vez más familias se inclinan por mandar a sus hijos al colegio con su propio almuerzo; los especialistas recomiendan no mandarlo tibio
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Ana Curto y Matías Miño aman a sus hijos. Intentan todo para levantarlos de buen humor y lograr que esa hora que pasan con ellos –Patricio, de 11, y Zoe, de 8– antes de dejarlos en la escuela no tenga tanto sabor a estrés. Pero a veces, lo suelen charlar con sus amigos, ese momento del día resulta demencial. Y todo termina en un arrebato de furia contra el reloj, en una carrera loca para llegar a horario. “¿Sabés lo que es más terrible de todo? Que mientras luchamos para que los chicos se apuren, estamos inmersos en una nube de aromas que no son compatibles con la mañana: un churrasco, una milanesa de pollo, fideos. Las mañanas deberían oler a café y tostadas”, describe Matías. Desde hace dos años, decidieron cambiar la modalidad de almuerzo de sus hijos, ya que el comedor escolar resultaba muy costoso: se pasaron al “Team Viandas”, algo que ocurrió en miles de hogares en el último tiempo, de la mano de los aumentos de las cuotas de los colegios y del costo de vida en general.
El cambio no resultó sencillo. Muchos padres que siguieron ese recorrido todavía se preguntan por qué algunos colegios les cobran una tarifa extra a aquellos que llevan su propia comida, aunque ni siquiera se la calienten. Lo que casi ninguno previó, lo confirma Matías, es el periplo que significan ahora las mañanas, cuando además de meterle ritmo a la rutina de levantar a los chicos, desayunar, lavarse los dientes, cargar las botellitas, peinarse y salir, hay que sumarle cocinar a las 6.30 de la mañana, o bien calentar lo que se preparó la noche anterior para que al mediodía tenga la temperatura necesaria.
“Antes nos turnábamos, o se levantaba uno o el otro. Ahora nos levantamos los dos, y si no corremos no llegamos. Muchas veces ya cocinamos el día anterior. Pero más de una vez hay que ponerse a hervir fideítos o a cocinar unas milanesas a esa hora. Es terrible”, admite Ana.
No está sola. El grupo de Whatsapp del colegio suele ser un ámbito de consulta y de catarsis de madres y padres que ahora se pasaron al grupo de los que preparan viandas. “Yo estoy a contramano del resto. El aumento de la cuota y del comedor todos los meses me hace dudarlo. Sin embargo, me doy cuenta que vale el esfuerzo porque necesito que mi hija empiece a comer más variado, algo que en casa no logro. Yo siempre le mando más o menos lo mismo, que es lo que sé que le gusta; si no, la luchera vuelve llena. Pero allá les dan de todo y hasta fruta come”, cuenta Natalia Vittore, madre de Anabella, que va a tercer grado en una escuela de Villa del Parque.
“Es importante que los chicos empiecen a comer más variado. Los menús que se les mandan desde casa suelen ser muy monótonos, repetitivos y limitados a lo que creen que les gusta a los hijos. No está mal que coman bocaditos de pollo, pero no puede ser todos los días. Tampoco se le puede mandar una tarta de verduras si va a volver intacta, pero se le pueden preparar croquetitas que incluyan verduras y, en lugar de postrecitos, una fruta. Es malo que los chicos se acostumbren a comer siempre lo mismo y, sobre todo, que se pierda la ‘comensalidad’, el compartir la mesa en familia. Quizá si el almuerzo fue algo más frugal y todos separados, será importante que para la cena nos volvamos a encontrar y que esa comida tenga otros componentes que la otra no tuvo”, recomienda la nutricionista Silvina Tassat, miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Batch cooking, un aliado
“El batch cooking puede ser un gran aliado de las viandas”, dice Tassat. Se refiere a una tendencia culinaria, muy en auge en Instagram, a cocinar una vez por semana una variedad de alimentos y guardarlos en la heladera, de manera de poder combinarlos de distintas formas durante los siguientes días. “Tener arroz cocido, vegetales crudos listos para usar y otros cocidos, huevos hervidos, porotos o lentejas, daditos de pollo o carne, preparaciones como hummus, bocaditos de vegetales. Incluso son muy útiles los alimentos enlatados, como el choclo, el atún o los garbanzos”, detalla. Después, se los combina de distintas formas, de acuerdo con el gusto de los chicos.
“No hay que ignorar lo que a los chicos les gusta. Todo lo que podemos hacer como padres es lograr que los chicos lo prueben. Hay que tener en cuenta que no hay chicos a los que les gusta la comida variada porque nacieron así. El paladar se educa. No hay chicos a los que no les gustan los vegetales, sino chicos que no los probaron las suficientes veces. Está comprobado que el paladar necesita probar entre 15 y 17 veces un alimento para que el cerebro humano lo registre y pueda determinar si le gusta. Eso tenemos que lograr con los más chicos: que en distintas oportunidades, sin ser pesados ni reiterativos, sin que se den cuenta, vayan probando y volviendo a probar. Y que después decidan”, apunta la especialista. “Tampoco tenemos que usar premios y castigos: ni el postrecito es un premio si comiste todo. ni el tomate es un castigo”, agrega.
En la casa de Alejandra Efrón, abogada e influencer, no hay corridas por la mañana. Aunque es madre de tres varones en edades variadas (13, 11 y 8), sabe que la organización es la clave. Mucho de ese aprendizaje es lo que suele volcar en su cuenta de Instagram, @Alelitips, desde donde difunde consejos para la organización fácil de la rutina de padres y madres. Muchos de ellos suelen hacer foco en las viandas. ¿Cómo organizarse? La clave, dice Alejandra, es la compra. Ella la hace de forma mensual, de manera que la sabe cuántas galletitas tiene que comprar, cuántos fideos, cuánta carne, pollo y verdura, entre otras cuestiones. Además, en la heladera siempre hay tomatitos cherry, huevitos de codorniz y de gallina hervidos, fruta, y comida lista para preparar de forma sencilla.
“No complicamos mucho. Yo me voy muy temprano y el que arma las mochilas es el papá. Pero la noche anterior ya dejamos todo preparado. De manera que, si lo que llevan es caliente, lo recalentamos bien antes de salir, para que se mantenga así en los contenedores térmicos. Para eso, descubrimos que primero hay que calentarlos con agua caliente de la pava y después poner la comida ya caliente del microondas”, cuenta.
Pero no todo llega en esas condiciones y no todo gusta. “Hay veces que hacemos cosas más sencillas, puede ser que lleven unos panchos. Para variar pueden ser canastitas de choclo o alguna pasta, que queda bien con un poco de crema, hecha el día anterior para que no se seque. También puede ser un sándwich de milanesa. Lo que no llega rico es la carne al horno, queda gomosa”, enumera. A la noche, para la cena, la familia va a buscar complementar con algo distinto a lo que comieron los chicos en el colegio. “Intentamos no repetir. Se puede, si te organizás es todo más sencillo; pero si uno deja todo para último momento, es un caos y esa hora de la mañana se vuelve un infierno”, añade.
Uno de los aprendizajes de estos años es que los postrecitos muchas veces volvían sin comerse y que ya no se podían consumir porque habían perdido el frío por muchas horas. “Los reemplacé por fruta o una barrita de chocolate”, cuenta.
Cazabacterias
El tema de las viandas y la bromatología no es menor. Roxana Furman es licenciada en tecnología industrial de alimentos y profesional gastronómica. Junto con Claudia Degrossi tiene un Instagram muy popular que se llama @Cazabacterias. Allí, la consulta por la seguridad de las viandas es permanente. “Lo ideal es cocinar el día anterior y refrigerarlo durante la noche. Hay dos temperaturas que son seguras para los alimentos. Uno es el frío, para lo que tenemos que mandarle un hielo refrigerante (puede ser una botella de agua congelada) y el otro es caliente, bien caliente. Lo que no pueden estar los alimentos es tibios, porque es allí cuando proliferan las bacterias. Muchos padres se levantan a la mañana y cocinan en ese momento para que la comida sea fresca y les llegue tibiecita. Pero es el peor escenario. La temperatura ambiente es el mayor caldo de cultivo”, explica.
En un contenedor con su refrigerante o en un termo para comida, bien calentado y cerrado, de forma que no pierda temperatura durante las siguientes horas. “Si un alimento estuvo más de cuatro horas a temperatura ambiente, ya deja de ser seguro. Muchos piensan que un sándwich de jamón y queso o una empanada pueden ir sin frío y es un error, porque el alimento sufre cambios que no son perceptibles a la vista o al olfato, pero que pueden hacerle mal a quien los consume”, sostiene.
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