Chapadmalal se consolida como destino favorito entre los jóvenes, incluso fuera de temporada
Durante los últimos dos años, los arribos de turistas pasaron de cientos a miles, hasta el punto de saturar la oferta de alojamiento el último enero
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MAR DEL PLATA.— El refugio y punto de encuentro elegido está a algo más de 25 kilómetros al sur del Casino Central por ruta 11, camino a Miramar. Chapadmalal era una comentada novedad hasta antes de la pandemia y se consolidó como punto de encuentro preferido desde el último verano, repetido y ahora también convocante en este tramo final de temporada baja.
Chapadmalal está lejos del ruido urbano y los congestionamientos de esta Mar del Plata con más 170.000 turistas arribados desde el viernes. Y más que nunca, de la mano de los jóvenes que multiplican sus reservas en hostels y alquiler de casas, le cambian el ritmo a este paraje que desde hace más de una década no para de crecer en desarrollo inmobiliario y de servicios, al menos por ahora sin resignar demasiado de su encanto original con pinceladas agrestes a metros arenas protegidas por enormes acantilados.
Lara Sobral, Inés Mendonça Gaona y Victoria Samilian son de San Isidro y caminan por una de las calles internas que derivan hacia la costa. “Acá vinimos siempre a casa de nuestras familias y hasta hace poco era todo campo y no te cruzabas con nadie”, dicen a LA NACION y contrastan con estos días en los que, con solo moverse unas pocas cuadras, no tardan en cruzarse con algún grupo de amigos en plan de paseo.
Hostels, cabañas y casas para los grupos más importantes componen la búsqueda de alojamiento de algunos recién salidos de la adolescencia y otros de juventud en curso e incluso ya bien recorrida, todos coincidentes en la elección de este destino que les asegura playa del otro lado de la ruta, discotecas y grandes bares a menos de 20 minutos en auto y mucha gente del mismo perfil para conocer con solo dar unos pasos.
Hay que reconocerle a los surfistas el descubrimiento de este punto geográfico que tiene muy buenas olas. Pensados para ellos nacieron los primeros albergues, con prestaciones elementales para quienes solo buscaban techo, abrigo y una cama para descansar hasta volver al mar la mañana siguiente. Luego fue el turno de las familias, siempre en busca de un entorno natural y tranquilo.
Esencia original
Durante los últimos dos años los arribos pasaron a ser de cientos a miles, hasta el punto de saturar la oferta de alojamiento el último enero. Este fin de semana extra largo fue otra muestra, ya en la previa de temporada, siempre con presencia destacada de grupos de amigos.
Quizá de los más grandes sea el de excompañeras de colegio que llegaron desde General Pacheco, Tigre. “En total vinimos 15″, confirman Inés, Martina, Milagros, Paz, Sofía, Malena, Kiara, Julieta, Martina, Victoria, Azul, Olivia y Manuela, que son las que ayer se zambulleron sobre la arena apenas tibia del balneario Luna Roja a recuperar aire —otras también sueño— tras la salida de anoche a una fiesta en un parador, también de playas del sur.
Paran juntas en un hostel y van a Mar del Plata solo lo necesario. Algunas conocían Chapadmalal desde mucho antes. También hay quienes lo disfrutaron por primera vez y mucho con la transformación del último verano. Otra asegura que lo acaba de descubrir en este viaje. “Se junta tanta gente y nos encontramos con conocidos porque hay un boca a boca que es este el lugar al que están yendo todos”, comentan a LA NACION para explicar este fenómeno.
Los que andan por aquí desde primera hora del viernes pudieron disfrutar de un sol más que primaveral y componer una imagen casi veraniega en el sector público del balneario Cruz del Sur, el punto de encuentro por excelencia. “En las otras playas cada uno está en la suya, pero esa todo es más social”, describen jóvenes que estuvieron allí esa jornada.
Otra particularidad que se percibe es la presencia notoria de un segmento social medio a medio alto, tanto entre los jóvenes como los grupos familiares. Aunque allí sean excepción los servicios de alta gama, la propuesta parece cerrarles en este búnker que encontraron al reparo de un entorno rural, barrancas castigadas por el océano y gastronomía que crece en oferta y calidad.
Ayer fue día de reencuentro con esas arenas, por fin con un cielo azul y casi sin nubes luego de una jornada completa con vientos y lluvias, las últimas hasta esta madrugada. La soledad del lugar la quiebran Gonzalo Deró, Agustina Capalbo, Trinidad de Apellaniz y Bautista Moreno, en plan de descanso con otros cuatro amigos.
“Hago surf y apenas finalizadas las restricciones de la pandemia aún no se podía viajar al exterior y me invitaron a Chapadmalal, que me encantó”, destaca de Apellaniz. Eso fue antes de fin de año y lo percibió un lugar tranquilo. Distinto de lo que se vio a partir de Navidad y hasta Semana Santa, con verdadero e intenso desfile turístico.
Es también quien destaca que a pesar de esta concurrencia creciente que tiene el lugar, con fuerte protagonismo de los jóvenes, mantiene parte de la esencia original. “Se nota que la gente que viene acá viene en otro plan, con otra onda, no hay fiestas ni juntadas masivas”, explicó, para diferenciar de lo que se suele ver en otras playas próximas al faro o en el corazón de la costa marplatense.
Para este fin de semana se agitó la demanda de alquileres por cuatro o siete días, ya que algunos viajeros estiraron esta oportunidad de escapada que representaba dos feriados. Otro tanto en los hostels y complejos de apartamentos, que abundan sobre el frente e inmediaciones de este tramo de ruta 11. “Este fin de semana fue muy movido”, reconoce Yanina desde Geko Apart Hotel y confirma que, al mismo tiempo, ya se activó la consulta por estadías para la próxima temporada.
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