Chapadmalal. ¿Por qué se convirtió en el nuevo paraíso de los jóvenes en la costa?
Organizan after beach al atardecer en las playas; suelen moverse con menos turistas que en las ciudades cercanas y hasta se sienten a resguardo del Covid porque no hay aglomeraciones
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MAR DEL PLATA.- La caravana empieza a media tarde, por las banquinas, a la par de las interminables hileras de automóviles que van y vienen por ese tramo de la ruta 11 que lleva a la muy cercana Miramar. Marchan a pie y se desvían para caminar cuesta abajo entre tamariscos, rumbo a la arena y el mar, donde al atardecer arman sus propios after beach y a última hora se despiden con una foto única desde lo más alto del acantilado, para disfrutar ese ocaso pleno entre tonos anaranjados y dorados que los ilumina con una puesta del sol soñada desde el sudoeste.
Promedian los 20 años, llegan de vacaciones solos y se mueven en grupos con único plan de diversión. Pisan poco y nada el casco urbano de Mar del Plata, epicentro de los principales bares y boliches. Sin ir más allá del faro tienen a diez minutos de auto o colectivo las mejores fiestas de playa. Y si no, opción favorita, las arman en las casas que alquilan en este paraíso de verdes y todavía sin tanto vecino cercano como es Chapadmalal, un paraje que durante los últimos cinco años vive un boom inmobiliario y comercial y esta temporada se convirtió en la nueva meca de los más jóvenes que veranean en la costa.
Conviven por allí con familias de turistas que también olfatearon este nuevo perfil de la zona, con countries cercanos y flamantes casas de estilo que, como nunca antes había pasado, se alquilaron temprano y a muy buen precio para llegar a vísperas de temporada sin plazas disponibles en toda la zona.
“Es más tranquilo”
“Nos gustó cuando vinimos el fin de semana largo en octubre y durante todo el año en todos nuestros grupos se hablaba de venir para este lado porque es más tranquilo y Mar del Plata es mucho amontonamiento”, contaron José Ignacio Soriano, Andrés Emiliani, Luca Chiaro, Tobías Elizalde, Tomás Rivera, Santiago y Pedro De Elía, de Buenos Aires, que alquilaron una casa frente al complejo de Chapadmalal. “A esta hora preferimos disfrutar de esto”, dicen, guitarra en mano, para mostrar la playa holgada de gente al atardecer, lejos a misma hora de la saturación de miles de jóvenes en los after de Playa Grande.
Este sector leyó pronto la movida turística y se nutrió de renovados paradores, con servicios y pinceladas de estilo que empiezan a captar y dar respuestas a un público familiar que –al menos este verano- por la pandemia salteó su costumbre de vacacionar en el exterior y jugó una carta a este paraje, a casi 30 kilómetros al sur de Mar del Plata. En los balnearios privados ahora abundan camastros, restaurantes gourmet y hasta cabañas para alojarse en primerísima línea de mar.
Un giro de 180 grados para un paisaje que era todo campo, barranco y océano cuando hace unas dos décadas se generó la primera ola importante de residentes, también con algunos que hacía poco habían salido de la adolescencia y encontraban tierras de bajo costo, pocos servicios pero mucha libertad y naturaleza. Entre esas primeras casas de veraneo desembarcó hace tiempo otra comunidad con tablas de surf en mano, tentados a vivir más cerca de esas olas tan buenas que hay frente a esas costas. La actual pandemia trajo dos tandas más: los veraneantes ávidos de más distancia social y, luego y también en temporada baja, homeworkers que saben de disfrutar de trabajo y aire libre. Y este verano es, como nunca, el de los pibes.
La playa pública del parador Cruz del Sur, quizás la de mayores dimensiones en la zona, se convierte en principal punto de encuentro. Tiene el reparo de generosos acantilados y durante la muy soleada primera quincena cada tarde tuvo multitudes. Las nubes omnipresentes en estos días ofrecen una postal más calma, con grupos cómodos, menos trajes de baño a la vista y algo más de abrigo hacia el crepúsculo de cada jornada. Los jóvenes de zona norte de Capital Federal son, por lejos, absoluta mayoría.
Cambio y crecimiento
“Hace dos años que el movimiento cambió y creció, y esta temporada explotó de gente, en particular con más jóvenes”, contó Juan Ratto, uno de los guardavidas del lugar y testigo de esta modificación de escena en una playa que destilaba tranquilidad máxima y hoy tiene cada día cientos muchachos. “Son educados, no hemos tenido problemas y a veces suelen terminar las jornadas con fogones”, describe a LA NACIÓN.
Los argumentos de estos grupos para elegir este destino como base para sus vacaciones en la costa son variados: unos porque aseguran que es más barato. Otros porque hay muchos amigos en la zona. Algunos plantearon que hay menos contagios de Covid pero, por sobre todo, porque se mueven más libres y se pueden reunir sin tanto problema con vecinos como en un departamento o casa de Mar del Plata.
“Nos vinculamos con chicas en la playa y a la noche nos juntamos en su casa o en la nuestra, sin necesidad de mover el auto, y si de ahí mismo se arman juntadas más grandes y no se gasta en boliche”, explicaron Alfonso Serio, Luis Vidal y Camilo Díaz, también de Capital Federal.
Sobre la arena, entre licuado y licuado, Justina Galli, Sofía Petracchi, Teresita Lanes y Josefina López cuentan a LA NACIÓN que se alojaron en la zona atentas a la tendencia. “En Buenos Aires se re hablaba de parar en Chapa durante el verano”, contaron de cómo se gestó esta elección. Se alojan en cabañas con grupos de amigas y confirman que el lugar es más tranquilo que la ciudad, con “más perfil de pueblo”. “A Mar del Plata vamos muy poco porque para bailar a la noche elegimos los paradores que están acá nomás, antes del faro”, señalan.
Mauricio Durá, que lleva 19 años en la zona y ofrece alojamiento y cervecería en La Hostería, dice que el destino se convirtió en una suerte de combinación entre Praia do Rosa y Cabo Polonio. “Hace cuatro años que se percibe este gran cambio, que arrancó con mucho del surf y hoy también tiene turismo de muy buen nivel”, dijo a LA NACIÓN.
Este movimiento derivó en la multiplicación de la oferta comercial y de servicios. Se construyó mucho para alquilar, sea vivienda particular o complejo de cabañas. Y se habilitaron locales, incluso en viviendas particulares, donde en particular la gastronomía ganó espacio no solo para dar servicio al residente y al inquilino cercano sino a miles que a diario llegan desde la zona, atraídos por este nuevo y atractivo paseo.
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