Cerró el último centro de experimentación con primates del país: qué pasará con los 74 monos que viven en un subsuelo
Funcionó hasta 2021 en el barrio de Saavedra; encerrados en jaulas, los animales siguen esperando que se defina su relocalización
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Pocos habitantes del barrio de Saavedra, al pasar frente al hospital de alta complejidad del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (Cemic), podrían imaginar que en el subsuelo del edificio viven 66 monos de la especie Cebus Apella –caí o vulgarmente llamado capuchinos– y 8 de la especie Macaca fascicularis, oriunda del sudeste asiático.
Es que allí funcionaba un bioterio, una unidad en la que se alojan los animales que son utilizados con fines experimentales de enseñanza o pruebas de control.
Ese bioterio fue inaugurado el 10 de marzo de 1983, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), como parte del Centro de Investigaciones en Reproducción Humana y Experimental (Cirhe) y “constituyó el lugar de trabajo de científicos y técnicos dedicados a develar los mecanismos que permiten que las especies de animales y los seres humanos se perpetúen más allá de la muerte de sus individuos”, aclaran al ser consultados desde el Conicet, que utilizó las instalaciones para algunas líneas de investigación.
“Los últimos trabajos de experimentación se realizaron en 2021. A partir de entonces, no se hizo más nada con ellos”, aclara Teresa Manzur, hoy a cargo del lugar. La decisión de cerrar el bioterio –e intentar trasladar a los primates a algún lugar más afín con su naturaleza que ese espacio de luz artificial, donde los animales adultos viven en pequeñas jaulas y los más chicos comparten jaulones– está tomada.
Por lo tanto, se empezó a pensar en un destino para los monos. “Hace cinco años vinieron del Cemic hasta aquí con la intención de trasladarlos. Les ofrecí que los mandaran a todos. Sin embargo, el traslado nunca sucedió. Pero el año pasado consultaron al Conicet y ellos presentaron una propuesta formal para trasladar a todos aquellos que pudieran viajar”, relata Alejandra Juárez, directora de Proyecto Carayá, un santuario en La Cumbre, Córdoba. “Son animales que vivieron toda su vida en una pequeña jaula sin ver la luz del sol. No sabrían autoabastecerse. Los primeros meses serían ubicados en recintos para ir adaptándolos; ya estar al aire libre les mejoraría mucho la vida”, agrega.
Juárez ya tiene experiencia en recibir ejemplares provenientes de laboratorios. En marzo de 2009 rescató quince monos caí de Corrientes, que hoy viven en Proyecto Carayá.
“Nos avisaron que un laboratorio biomédico había dejado de usar los monos para hacer experimentaciones y que los sacrificarían a todos. Logramos que nos dieran dos días para ir a buscarlos. Llegamos y vimos una especie de colectivo con todos los monos y sus bebés. Era tremendo. Nunca habían visto la luz del sol, ni estado en contacto con la tierra. Necesitaban adaptación. Muchos venían con la lengua permanentemente afuera pues se les daba agua en cuencos, como a los conejos. Algunos tenían secuelas, como una monita ciega que hoy vive aquí”, recuerda Juárez.
Y continúa: “Los transportamos, los pusimos en recintos y, al tiempo, ellos mismos hicieron un huequito en el alambre –que nosotros no reparamos– y se fueron autoliberando de a poco. Salían y entraban a medida que se iban sintiendo seguros. A pesar de tener un líder, al que apodamos ‘el gordo Valor’, eran muy democráticos; los caí son así. Y se ayudaron mucho entre ellos. Actualmente, los del laboratorio tienen una piedra, con la que amasan las ortigas para poder comerlas sin que les pique”.
La responsable de Proyecto Carayá describe que los ejemplares de esta especie “también pueden anular la electricidad de los alambres, desarmar una puerta y abrir un candado. Hacen canje entre ellos, y con nosotros. Los que trajimos del laboratorio eran monos como estos del Cemic; jamás habían vivido fuera de ese lugar. Fue una experiencia fantástica ver como miraban el sol, descubrían las plantas, olían la tierra. Era increíble. No entendemos por qué se demora el traslado”, dice.
Al ser consultada acerca del motivo por el que el traslado no se realizó hasta el momento, Manzur, quien viajó a conocer los lugares adonde podrían ser llevados, responde: “Lo estamos organizando, pero tenemos mucho miedo de que se mueran por la anestesia que deberíamos aplicarles para ser trasladados. Hay algunos muy viejitos y no conocen nada, todo los va a asustar. Además, nos retrasó la pandemia y los virus que empezaron a dar vueltas”.
“Es cierto que van a tardar un tiempo en aprehender, pero mi experiencia con los que trajimos desde Corrientes fue muy buena”, sostiene Juárez. ”Quizás se pueda morir alguno que no aguante el estrés, el viaje, tantas emociones, pero la anestesia no hace falta y puede ser muy peligrosa para los más viejos. Urge sacarlos de allí; de hecho, desde la primera vez que me consultaron murieron algunos allí mismo”, agrega la directora del Proyecto Carayá.
“Hoy hay 32 ejemplares de más de 22 años y podrían vivir hasta los 25 aproximadamente. Nosotros mandamos una carta informando que aceptábamos a todos. Lo único que pedimos fueron los recintos y comida si nos hiciera falta. También propusimos un trabajo de seguimiento con la doctora en primatología Gabriela Bruno”, detalló.
Proyecto Carayá es un centro especializado desde hace más de 30 años en la recepción de primates provenientes del mascotismo, del tráfico de fauna o de centros de investigación. “Contamos con espacio, profesionales, capacidad y ganas. Somos una organización sin fines de lucro, y es por ello que sería de gran ayuda para mejorar la calidad de vida de los primates que el Cemic se hiciera cargo de la construcción de los refugios. Y sería muy favorable que los machos vinieran con vasectomía y que pudieran colaborar con la comida el tiempo que fuera necesario, pero esto no es un condicionante para recibirlos”, concluyen desde Proyecto Carayá.
Mientras tanto, los 74 monos esperan en un subsuelo con luz artificial, en pequeñas jaulas. Una vez que sean trasladados, el último bioterio de la Argentina habrá desaparecido y la experimentación con primates en el país formará parte de una historia que ya hoy la humanidad no quiere repetir.
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