Ceremonial y protocolo: cuál es el error más común de los argentinos, según una experta
La especialista Fernanda Badia trabaja en la Dirección nacional de Ceremonial y Protocolo del ministerio de Asuntos Exteriores; “La cortesía no es antigua ni exclusiva de las monarquías ni de las clases altas, y la educación tampoco”, asegura
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¿Cómo se colocan los cubiertos? ¿Cuál es la ubicación correcta de las copas? ¿Dónde se pone una servilleta? Mientras que algunos consideran a las reglas de protocolo y ceremonial anticuadas, la experta Fernanda Badia las considera cuestión de educación. “La cortesía no es antigua ni exclusiva de las monarquías ni de las clases altas, y la educación tampoco”, advierte en diálogo con LA NACION, mientras que las considera herramientas clave para saber cómo comportarse y organizarse.
Corría el año 2000. Algo desorientada en su camino profesional luego de haber completado la carrera de maestra jardinera y Hotelería, Badia llegó a Ceremonial y Protocolo. Tras advertir la posibilidad de una carrera en Cancillería, la entonces joven de 22 años aplicó a un cargo y –tras una serie de pruebas- entró. Así, el principio del siglo XXI marcó su llegada al ministerio de Relaciones Exteriores, donde ha ocupado funciones varias en la Dirección Nacional de Ceremonial y Protocolo.
“Fue tocar el cielo con las manos”, aseguró, al evaluar el cargo que –entre otras tareas- la lleva a organizar y participar de Actos Protocolares donde participen funcionarios de otros países y representaciones diplomáticas, además de viajes oficiales, organización de cumbres y reuniones multisectoriales en la Argentina y el mundo.
Los más de veinte años de carrera en el universo diplomático la llenaron de historias y anécdotas que considera imborrables. Entre ellas, Badia repasa un episodio que la hace brotar de carcajadas.
Badia atravesaba el principio de su tiempo en el ministerio de Relaciones Exteriores. En el marco de un encuentro con embajadores de todos los estados con presencia en la Argentina, le encomiendan enviar las invitaciones dirigidas a los representantes y sus parejas. “Lo hice y mandé, ¡hasta darme cuenta que entre ellos estaba el representante de la Santa Sede!”, confiesa, y recuerda su corrida hasta Mesa de Entrada de Cancillería para recuperar el sobre.
“A mis amigos el Ceremonial no les parecía para nada cercano”, recuerda. Si bien le tocó participar de encuentros con figuras como el expresidente de Estados Unidos George W. Bush y el expresidente cubano Fidel Castro, Badia confiesa que su círculo íntimo consideraba su trabajo algo lejano.
“La única referente que había en el momento era la condesa [Eugenia] de Chikoff, que le pegaba a Chiche Gelblung con un palito cuando movía los brazos”, repasa. Esa distancia con lo cotidiano fue inspiración. “Me parecía que faltaba algo que lo acercara a la vida de todos, y así surgió el Instagram”.
Recibir en casa (y los errores de los argentinos)
Badia abrió su cuenta Recibir en casa en 2017. Desde entonces, ha cosechado casi 75 mil seguidores, además de talleres de Ceremonial y Protocolo –en grupo e individuales- y una tienda online. “Ceremonial es como la luz de la heladera: en el día a día uno no se acuerda que está, pero si falla cada vez que abrís la heladera te vas a acordar”, define en broma, y asegura. “Es una tarea que implica anticiparse, prever. Hay que hacerlo muchas veces para equivocarse, porque ese error no se vuelve a cometer”.
Al ser consultada por errores y aciertos entre los argentinos, Badia no duda. “Un error de anfitrión muy común es el tema de los tiempos: apurar las cosas y embuchar al invitado. También mostrarse muy atareado, porque mostrarse muy ocupado es un invitado tenso y con culpa porque siente que está cargando”, enumera.
Y agrega: “Es un error que cambia el ambiente y el poder disfrutar porque nadie se relaja con una cara de ocupada”.
“No pedir lo que no se ofrece es la máxima de un invitado”, sostiene Badia, quien precisa: “Si alguien te ofrece un tipo de gaseosa, no refutes con si tienen otra variedad”.
Además, otro error muy común entre los argentinos invitados a una cena o un evento es el tiempo que se demoran en contestar a una invitación. “Entiendo que lo quieras hablar con tu pareja, amigos o con quien sea, pero se contesta con un máximo de 24 horas de demora, no tres días después con el clásico: ‘Che, no me surgió nada así que vamos”’, agrega, y enfatiza: “Es una falta de respeto total y muy común”.
La experta en Ceremonial y Protocolo remarca como error fatal entre los argentinos la llegada tarde. “Es otro gran error que mal predispone al anfitrión porque uno se mata durante horas”, comenta, y remarca: “Y se puede entender que la calle es un lío, pero salí antes”.
¿A qué horario debe llegar un invitado? “Hasta 10 o 15 minutos después del horario en el que te invitan”, asegura Badia. La experta en Ceremonial y Protocolo considera que –en esos casos- no es necesario siquiera mandar un mensaje para avisar. Llegar antes, sin embargo, sí es incorrecto.
“Está igual de mal que llegar tarde, porque esos últimos minutos los dueños de casa están terminando logística o quizá es el momento en el que se sientan a disfrutar antes de que lleguen todos”, asegura.
Entre sus variadas recomendaciones en las redes, Badia recibe un alto caudal de preguntas. ¿Y si en la mesa hay alguien que usa mal los cubiertos? “No hago nada, no corrijo”, considera Badia, y continúa: “Hay un dicho que dice: ‘Donde fueres, haz lo que vieres’. La verdad es que, cuando no sabes, la clave es mirar. Si uno no sabe –por ejemplo- cuál es su plato de pan y agarras el incorrecto, le vas a comer el pan al que está al lado, entonces mirá”.
En este contexto, Badia asegura que no hay edad para aprender de modales. “Lo que no te enseñaron, se puede aprender de grande”, observa, y confiesa que por timidez o vergüenza muchos de sus clientes apagan la cámara para que no conozcan su identidad en grupo.
A los ataques de quienes consideran al Ceremonial anticuado y rígido, Badia resume su respuesta con una palabra: “Cortesía”. “Para mí, la cortesía no es antigua ni exclusiva de las monarquías ni de las clases altas, y la educación tampoco. Comer bien o comer mal nos lleva el mismo tiempo”, asegura.
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