Un pingüino empetrolado por los hidrocarburos en el mar. Una tortuga marina desnutrida defeca plástico y sufre una obstrucción estomacal. Un lobo marino con zunchos de plástico que rodean su cuello.
La lista continúa. El destino de estos animales hubiera sido fatal si no fuera por la intervención del personal de los centros de rescate y rehabilitación que todos los días salvan a las especies que son víctimas de emergencias, mascotismo y tráfico ilegal, con el fin de reinsertalos en su hábitat natural. Hay decenas de estos centros privados y públicos en la Argentina y cada uno posee sus particularidades, pero todos están unidos bajo la misma misión: socorrer a las especies de los peligros provocados por el ser humano.
Estos centros suelen contar con un equipo formado por biólogos, veterinarios y personal técnico especializado en el manejo de fauna silvestre: cuidadores, nutricionistas y especialistas en comportamiento. De acuerdo a la capacidad, cada uno recibe entre 200 y 1500 animales por año y trabajan en conjunto con las direcciones de Fauna provinciales y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación para la recepción y reinserción de los pacientes a la naturaleza.
En la Provincia de Buenos Aires se encuentra el Centro de Recuperación de Especies de Fundación Temaikèn, un predio de 18 hectáreas inaugurado en 2002 que solo este año rescató y recibió más de 1061 animales de 75 especies distintas para su rehabilitación. Consta de un hospital veterinario con quirófanos, laboratorios y servicio de radiología, un bioterio, un vivero orgánico para proveer alimentos y 280 ambientes diseñados para el cuidado y recuperación de distintas especies.
Cristian Gillet, responsable del rescate y rehabilitación de fauna silvestre de Fundación Temaikèn, explica que la mayoría de los animales que reciben provienen de decomisos de la Dirección de Fauna Provincia y Nación por tráfico ilegal. "Para que llegue un animal a la venta, nueve murieron. Son mantenidos en espacios insalubres y reducidos, en aislamiento, malnutridos, expuestos a plagas. Por eso la rehabilitación no es solo física, sino también comportamental y anímica. Pasan situaciones de alto estrés, tensión y muchos pierden capacidad muscular", sostiene Gillet, mientras muestra las diminutas jaulas repletas de materia fecal que se decomisaron con decenas de aves, muchas de ellas muertas.
También asisten a animales silvestres traídos por particulares y realizan emergencias en campo cuando el ejemplar no puede ser trasladado o requiere algún tratamiento ambulatorio. Un dato alarmante es que de todos los animales que rehabilitaron, varios están categorizados como "en peligro de extinción" por los organismos internacionales. Asistieron a 21 ciervos de los pantanos de los 500 que prevalecen en la zona del Delta, y a más de 213 cardenales amarillos de los 2000 que se estima que subsisten a nivel mundial.
Algo similar ocurre en el Centro Provincial de Rescate y Rehabilitación de Fauna Marina de la Fundación Mundo Marino, una organización sin fines de lucro que se consagró en 1987 como la primera entidad de América Latina en contar con las instalaciones adecuadas y el personal permanente para la atención de ejemplares marinos afectados por la acción humana.
"Trabajamos en el partido de la Costa, desde San Clemente de Tuyú hasta Pinamar y recibimos 300 animales al año. El 90% de los animales asistidos presenta afecciones causadas por el hombre. La causa más común es la interacción con basura, con contaminantes ya sea en forma de plástico o de desechos de redes. Eso afecta a tortugas marinas, a lobos y aves marinas", afirma Sergio Rodríguez Heredia, biólogo y jefe del Centro.
El trabajo de los centros, tanto de Fundación Temaikèn como de Mundo Marino, subsiste gracias a la venta de entradas al zoológico y acuario que mantienen en paralelo. Ante la consulta sobre una posible contradicción en sus labores, Gillet explica que hoy los zoológicos son instituciones de conservación: "Estamos acreditados con la asociación internacional de Zoológicos y Acuarios donde intercambiamos información, bases genéticas, prácticas con animales, para poder elevar el nivel de conciencia ambiental de la gente, contribuir al bienestar animal y revertir o mitigar la crisis de extinción".
Sin embargo, hay otras instituciones que son públicas y financiadas por el Estado. Este es el caso del Centro de Rescate de Fauna Silvestre de la Ciudad de Buenos Aires que se creó en 2012 y que funciona en la Reserva Ecológica Costanera Sur. La ciudad tiene la mayor concentración humana de la Argentina y, en consecuencia, las modificaciones del ambiente y los problemas que conllevan para la naturaleza son proporcionales. Sumado a esto, la zona funciona como destino del tráfico ilegal de fauna.
Según Andrés Capdeville, coordinador del Centro de Rescate y del Programa de Conservación y Rescate de Aves Rapaces del Ecoparque, en promedio reciben unos 350 a 400 animales por año y pueden llegar a más de 500 en períodos de inundaciones por el crecimiento del río de La Plata.
"Una de las causas más comunes es el trauma. La mayoría de los animales que ingresan son aves, que tienen colisiones contra los vidrios espejados de los edificios y cables aéreos. Los traumas van de golpes leves a fracturas que ponen en riesgo su vida", cuenta Capdeville.
Otro centro emblemático que funciona con la combinación de ayuda estatal y privada es la Estación de Rescate de Fauna Marina "Guillermo Indio Fidalgo" que se encuentra en Puerto Galván, Bahía Blanca. El Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca brinda el presupuesto anual y el dinero para cubrir gastos operativos, honorarios, traslados y combustible. Pero el lugar físico de trabajo fue cedido por una empresa privada conocida como Lanchas del Sur que también provee la logística de vehículos y embarcaciones para los traslados de animales.
Pablo Petracci, director de la Estación explica que la especie más común que reciben son los pingüinos de magallanes juveniles que emprenden su migración desde las colonias patagónicas. También petreles gigantes del sur, flamencos australes, gaviotas cangrejeras. Todas especies amenazadas.
"La principal causa es la inanición por falta de alimentos debido a la sobrepesca. En el caso de los lobos marinos también se suman los plásticos y zunchos alrededor del cuello. La mayoría de las especies vienen deshidratadas y debilitadas. Algunos vienen mutilados porque colisionan con las embarcaciones", dice.
Un caso que se repite con frecuencia es el de las tortugas marinas que por la presencia de plástico y por captura incidental en artes de pesca, quedan atrapadas y ahogadas. Ellas son revividas y resucitadas con maniobras de RCP y deben purgarse con lechuga para liberar todo el plástico de su tracto digestivo.
Ante la consulta sobre cómo evitar que los animales sufran los efectos del hombre, todos los titulares de los centros coinciden en una respuesta: educación ambiental. Por eso, la mayoría de las instituciones de rescate tienen un proyecto de concientización y educación para la conservación. Realizan cursos, asesoramiento, pasantías, voluntarios e incluso abren sus puertas a escuelas y universidad.
"El primer paso es entender que no estamos solos: compartimos el mundo con animales y hay que aprender a convivir con ellos. Hay que denunciar la cacería furtiva y la tenencia y venta de animales silvestres de manera ilegal", manifiesta Cristian Gillet.
A su vez, Sergio Rodríguez Heredia agrega: "El alto riesgo para la conservación ambiental surge del desconocimiento de la población sobre las particularidades y funcionamiento de los ecosistemas. La gente puede ayudar cambiando hábitos. Empezar por algo simple como no tirar basura a la calle, plásticos, botellas".
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