Ceniza, árboles negros y silencio. Así están hoy los pueblos quemados de Chubut
Más de 1000 personas se quedaron sin casas; muchos otros no tienen luz ni agua.
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CALLEJÓN VERA (Chubut).- La ceniza que todo lo cubre, el silencio estremecedor, la ausencia de pájaros, los árboles negros absurdamente de pie y la sensación de transitar por el set de filmación de una película de guerra. Sin embargo, nada más real que los devastadores incendios que hace un mes arrasaron distintas poblaciones chubutenses de la Comarca Andina del Paralelo 42, como Las Golondrinas, El Hoyo y Lago Puelo.
El paisaje quemado que hoy luce la zona no es más que el telón de fondo: delante están los vecinos, las más de 1000 personas que quedaron sin casa y que siguen en la misma situación, además de estar, en su mayoría, aún sin luz ni agua. El doloroso episodio también se cobró la vida de tres personas y dejó decenas de heridos.
Uno de los barrios más afectados es conocido como Callejón Vera, en la parcela 26. Victoria (32) recibe a LA NACIÓN en su terreno, por el que este mes pulularon cientos de voluntarios de todo el país que llegaron para dar una mano. Victoria es profesora de fútbol infantil y su pareja, de kung fu. El 9 de marzo, a eso de las 18, mientras el fuego se acercaba, reunieron a sus chanchos y sus cabras alrededor de una pelopincho y mojaron cuanto pudieron el suelo.
Gritos
Una vecina, que también perdió todo, apareció aquel día gritando porque sus hijos estaban en su casa, a pocos metros de la de Victoria. Cuando no quedaba más que resignarse a lo inevitable, ambas familias se subieron al auto para salvarse. Volvieron a las 2 de la mañana, cuando la lluvia ya había aplacado las llamas. Las casas habían sido asoladas y los animales yacían calcinados. Todavía tienen esperanza de que sus perros regresen con vida.
“Los chicos lloraban pero nosotros no podíamos darnos ese lujo. Esa misma noche decidimos que algo teníamos que hacer”, cuenta Victoria. Junto con su vecino Claudio, que es carpintero, diseñaron unas casas de 25 m2 y se contactaron con el dueño de un aserradero portátil para empezar con la reconstrucción. Ya levantaron 9 de las 30 casas que planearon como junta vecinal.
Los materiales y herramientas provienen íntegramente de donaciones y la mano de obra está a cargo de los propios vecinos y voluntarios de todo el país que se organizan en cuadrillas. También generaron un botón de Mercado Pago donde reciben donaciones, al tiempo que organizaciones como Cáritas juntan fondos para ayudar a los damnificados a rehacer sus viviendas. Asimismo, los vecinos han recibido comida, agua, ropa y juguetes.
“Después de insistir muchísimo, logré que el municipio de Puelo le pague al aserradero que nos tablea la madera. Pero, por ejemplo, no conseguimos que nos faciliten un lugar para ducharnos”, revela Victoria. Con temperaturas promedio que esta semana rozaron los 10°, muchos vecinos duermen en carpas o en viviendas precarias que aún no tienen ventanas ni baño.
Daiana (31) es docente y se crió en Las Golondrinas, en la chacra que fue de sus abuelos. Junto a sus padres y vecinos, consiguió que las llamas que rodearon el terreno no alcanzaran su casa. Como Victoria, se convirtió en una suerte de “organizadora de la reconstrucción”. En su barrio, Daiana hizo un relevamiento casa por casa y sabe qué experimentó cada uno de sus vecinos.
Estufas de pellets
Actualmente, en la chacra aloja a un grupo de voluntarios de Neuquén que hacen estufas de pellets y las reparten entre quienes las necesitan. Además, Daiana forma parte de una red de voluntarios: así, la contactaron de la Fundación Tzu Chi, de Taiwán, que donó 200 vales de materiales de construcción por 50.000 pesos y 200 vales de comida por 30.000 pesos.
“Armamos una lista de familias y repartimos los vales, que se emitieron con nombre y apellido. Fue un laburo de hormiga. Pero son 200, falta mucha ayuda para muchas personas”, lamenta Daiana. Electrodomésticos y artículos de grifería están entre los elementos que ahora más se necesitan.
Elisa (76) y Eduardo (82) viven hace 14 años en la región y hace un mes combatieron el fuego con una energía envidiable. “Lalo” acababa de levantarse de la siesta cuando su mujer lo alertó del humo. Con una bomba en el tanque de agua australiano y con pasamanos de baldes, trabajaron incansablemente con sus vecinos durante casi 12 horas. El fuego amenazaba desde varios flancos, así que fueron frenando su avance por partes.
“Fue de terror. En un momento explotó un zeppelin de gas y se prendió todo de golpe, las llamas empezaron a bajar desde el cerro Piltriquitrón. Tenían como siete metros de alto. Era un calor impresionante y había muchísimo viento. Y al rato, empezó a venir desde atrás de nuestra casa, porque se prendió la plantación de lavanda del vecino. Ese fue el momento más jodido, pasé con la camioneta por arriba del fuego para ir a combatir esa parte. La camioneta todavía tiene olor a humo”, narra Eduardo.
Que su terreno estuviera limpio de vegetación fue uno de los detalles que les permitió salir indemnes. Hoy, el pasto verde de su jardín desentona con el bosque quemado del entorno.
Guantes con ceniza
Al costado de una calle vecinal por la que casi no se ven seres humanos, aparece Elvira (64). Tiene los guantes y la cara manchados de ceniza. A un mes de los incendios, sigue limpiando su terreno de pedazos de mangueras, chapas y plásticos chamuscados. Reside hace 20 años en Las Golondrinas, ya vivió tres incendios forestales y no recuerda peor sequía que la de este año.
Desmalezar continuamente y mantener los árboles a una distancia prudente también salvó su vivienda y su complejo de cabañas del fuego. “Como en el libro de García Márquez, esto fue la crónica de una muerte anunciada. Los vecinos veníamos reclamando desde hacía tiempo por los postes de luz torcidos, muy cerca de las ramas”, afirma Elvira. Los recuerdos de hace un mes vuelven con fuerza: el ruido ensordecedor de las llamas, los silbidos de los pilares de luz y las explosiones de los autos.
Hace un mes, junto a su marido, Esteban, y su hijo, Elvira decidió que nada podían hacer, juntó una muda de ropa, la computadora, dinero y los documentos, y se fueron a lo de un familiar. “En el auto, miré para atrás y dije ‘Será lo que tenga que ser’. Desde la casa donde pasamos esa noche veíamos el incendio y pensamos que no íbamos a encontrar nada al volver. Una amiga me preguntó: ‘¿No agarraste los cuadros?’, porque tenemos muchos en casa. ¿En qué paredes los voy a colgar cuando me quede sin casa?”, recuerda Elvira.
Están sin agua porque se quemaron todos los caños. En estos 30 días, el municipio les llenó el tanque de agua solo 2 veces. El resto de las veces debieron buscarla en su camioneta o pagar 6000 pesos para que un camión cisterna les traiga 10.000 litros. “Recién ayer lavé ropa por primera vez”, se ríe Elvira, que destaca la enorme cantidad de voluntarios que se acercaron a la zona para brindar ayuda.
Solidaridad
También Julieta (43) pone el acento en la solidaridad de miles de personas y de ONGs como la Asociación Civil Solidaridad Cristiana, que abastece tanques australianos de forma gratuita. Aquel día, al ver acercarse el fuego, Julieta mojó bien el área que rodea la casa y consiguió salvarla, aunque no pudo frenar el avance sobre su taller de cerámica. “Veníamos de un verano preocupante, muy caluroso y seco, y pendientes de los incendios previos, en Cuesta del Ternero, que está muy cerca”, relata Julieta y suma que está recibiendo mucha ayuda de amigos y colegas ceramistas para rehacer su taller.
Varios días después del incendio, como seguía habiendo varias zonas calientes en el terreno, la hija de Julieta, de 8 años, se quemó los pies. Está actualmente con un tratamiento de curaciones diarias en el Hospital de Lago Puelo.
Aun con realidades diferentes -algunos de los afectados pueden afrontar las reparaciones de su bolsillo, mientras que otros no pueden volver a empezar solos ni pagar un alquiler temporario-, los vecinos coinciden en repudiar la ausencia del Estado y en remarcar problemas de larga data, como los malos servicios de electricidad y agua.
Con el invierno en el horizonte, los anuncios de viviendas provisorias todavía no se concretan, y el compromiso estatal de financiar alojamiento en cabañas turísticas hasta contar con las casas temporales aparece desdibujado.
Hace un mes, cuando se enteró de los distintos focos de incendios que afectaron más de 14.000 hectáreas en Chubut, el fiscal Carlos Díaz Mayer actuó de oficio e inició tres legajos, de acuerdo con las jurisdicciones de comisarías: uno en Cholila, otro en Lago Puelo y un tercero en El Hoyo.
“Estoy a la espera de los informes de los dos grupos de peritos que visitaron la zona, Bomberos de Policía Federal y una división especial de delitos ambientales de Policía Federal. La primera va a determinar la intencionalidad o no de los incendios, y la otra comisión me acercará una idea del daño ambiental que provocaron los incendios”, contó Díaz Mayer a LA NACIÓN.
Hasta ahora, a partir de los testimonios de los vecinos, de fotos y videos, se han podido identificar los tres lugares en los que se inició el fuego el 9 de marzo. Se trata de un punto cerca de la ruta en Cholila, otro en el Cerro Radal y otro en la zona alta de Las Golondrinas.
“Sigo buscando imágenes del momento cero de los incendios. Estoy en contacto con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales y hay otro informe que está generando Defensa Civil con imágenes satelitales”, agrega Díaz Mayer.
El fiscal asegura que si bien hay varias líneas de investigación, puede descartar que el fuego se haya originado por un rayo, porque ese día no hubo tormenta eléctrica. Como tres personas fallecieron a causa de los incendios, si se determina la intencionalidad, la pena que establece el artículo 186, inciso 5° del Código Penal, va de 8 a 20 años de prisión.
“Más allá de que alguien tiene que ser responsable, por acción o por omisión, lo cierto es que el daño ambiental ya está hecho y la reparación integral es muy difícil. Y eso nos afecta a todos”, advierte el fiscal.
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