Cazadora de estrellas: es astrofotógrafa y nunca imaginó lo que se iba a cruzar frente a su cámara en la Patagonia
Melisa Quintero trabaja junto a guardaparques e investigadores en el Parque Nacional Patagonia, en Santa Cruz; se especializa en retratar la naturaleza en plena noche
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“Haciendo salidas en la noche preguntaba y muchas personas me dijeron que jamás habían visto un cielo tan estrellado. Yo aprendí a observarlo recién a los 25 años, durante un viaje para practicar fotografía nocturna. Fue increíble ver por primera vez la vía láctea en la total oscuridad”, indica Melisa Quintero, de 30 años. Esta fotógrafa nacida en la ciudad bonaerense de Lobería comenzó su carrera artística estudiando en la Capital para ser diseñadora gráfica, profesión de la que trabajó por varios años, hasta que una enfermedad le dijo basta. Ahí llegó la fotografía y una nueva etapa y pasión en su vida, de la que nació Ojo Sideral, su proyecto personal.
“Viajando surgió mi interés por los parques nacionales y las áreas protegidas. Mi deseo era trabajar en una reserva o en un parque como fotógrafa, pero en ese entonces no entendía bien ni por qué ni para qué”, cuenta sobre sus inicios. En 2019 la invitaron a un festival de fotografía en el Parque Nacional Patagonia, al noroeste de Santa Cruz, al que no pudo asistir, pero al año siguiente la vida le dio revancha y una vuelta más a su destino. “En febrero de 2020 estuve en el festival y en noviembre ya me fui a vivir a la Patagonia, a Perito Moreno”, cuenta.
En el campo, acompañaba las tareas de investigadores y guardaparques. “Como fotógrafa de naturaleza, empecé a vincular la conservación con la fotografía nocturna y entender cómo la contaminación lumínica afecta a la naturaleza, por ejemplo a las aves migratorias y en las ciudades también a otras aves, a los insectos y tortugas marinas, que buscan la luz al nacer y se desorientan al ver las luces de las ciudades. A los humanos también nos afecta el sueño y la visión. Pero también hay soluciones como los detectores de movimiento para encender luces, que ya se usan en algunos países, o incluso regular la intensidad según las fases de la luna”, explica.
Y completa: “Tenemos el privilegio de que la Argentina no tiene tanta contaminación lumínica, salvo en las grandes urbes, pero la Patagonia es súper impoluta, aunque hay algunas ciudades, e incluso grandes mineras, que de noche también emiten muchísima luz. En el mar también hay flotas pesqueras enormes que se ven en mapas satelitales y es increíble la contaminación lumínica que producen”.
Sorpresa
En la Patagonia, aventurarse a salir de noche trae sorpresas y recompensas: “En cada salida nocturna estaba atenta a cruzarme con algún puma, ya que iba sola. Sé que no atacan si no se los provoca, y en caso de tener un encuentro cercano, sabía que no tenía que perder el contacto visual ni hacer ruidos y aparentar un mayor tamaño extendiendo los brazos e imitar ladridos, ya que temen a los perros”, comienza Quintero el relato sobre un encuentro fantástico en la cima de la meseta del Lago Buenos Aires.
“Era una noche de verano, impecable, subí pensando en las fotos que haría con la luna llena. Cuando llegué a la meseta, apunté con la linterna alrededor y vi dos ojos naranjas que salieron volando... era un búho. Respiré aliviada y vi la laguna iluminada por la luz de la luna con el agua turquesa ¡hermoso! Ahí prendí nuevamente la linterna para ver alrededor y la luz me devolvió dos ojos verdes brillando, que me miraban. Sospeche algo y como ya tenía la cámara armada apunté y saqué algunas tomas, cuando miré el resultado lo confirmé: ¡un puma! Seguí sacando fotos un buen rato hasta que noté que, quizás, se estaba molestando y decidí dejarlo tranquilo y volver, con toda la emoción y lo más rápido posible”.
Lejos de amedrentarse con ese encuentro, Quintero supo que debía ir por más. Pronto empezará a compartir sus conocimientos sobre el universo, la fotografía nocturna y la naturaleza con los visitantes que llegan a La Posta de los Toldos, en el Parque Nacional Patagonia. Su pasión por retratar los secretos del universo y la naturaleza contagia entusiasmo: “Podés registrar cosas que el ojo humano no ve a simple vista, retratar el paso del tiempo y compartir eso con la gente que no vio nunca ese tipo de cielos, inspirarlos a que salgan a contemplar, es terapéutico ya que tiene toda una preparación, una técnica, tenés que tener paciencia y esa misma paciencia te enseña a estar presente en el momento, con todos los sentidos prendidos, despertás otras sensibilidades, captás los olores y sonidos de la noche”.
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