Carrera contra el tiempo: el dramático trabajo de un médico argentino para coordinar la ayuda humanitaria en Ucrania
Juan Pablo Sánchez integra uno de los equipos que desplegó la organización Médicos Sin Fronteras en ese país para llevar insumos a lugares casi inaccesibles y colaborar con el entrenamiento del personal de salud
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Las alarmas antiaéreas suenan cerca de la frontera sudoeste de Ucrania como a más de 500 kilómetros, donde los ataques rusos están más activos. En Ivano-Frankivsk, una ciudad próxima al cruce con Rumania, una de las vías por donde escapan desplazados de esta guerra, el médico argentino Juan Pablo Sánchez integra uno de los equipos que desplegó Médicos Sin Fronteras (MSF) para atender las necesidades de la población con enfermedades crónicas, infecciones y trauma.
En las últimas tres semanas, en Ivano-Frankivsk hubo bombardeos contra una base aérea, el aeropuerto y estaciones de servicio. Pero la población intenta llevar una rutina, con toque de queda nocturno y mientras las sirenas no los obligan a buscar refugio seguro.
El viernes, el equipo de MSF coordinó un entrenamiento en respuesta a ataques con armas químicas, biológicas, radiológicas y nucleares para el personal de salud local. La incertidumbre atraviesa cualquier plan que se pueda trazar y los análisis de situación y seguridad para los desplazamientos y la entrega de insumos y medicamentos puede ser día a día u hora a hora.
“Los corredores sanitarios son dinámicos, porque todo va cambiando de acuerdo a cómo se va moviendo el conflicto”, señala Sánchez sobre una de las principales dificultades que están enfrentando las entidades que colaboran con asistencia desde que comenzó la guerra. La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre más de 80 ataques contra centros de salud de Ucrania en más de un mes y la presión sostenida que está teniendo el conflicto sobre los servicios sanitarios básicos.
“Hay dos áreas en Ucrania –define Sánchez en diálogo con LA NACION–. Una es donde el conflicto está muy activo y se puede ingresar muy poco o nada, con algunos lugares que son prácticamente inaccesibles para la ayuda humanitaria y otros con personas viviendo desde hace semanas sin ningún tipo de calidad de vida, sin agua, luz o energía para la calefacción, sin asistencia médica, con muchos hospitales afectados y que no están recibiendo asistencia médica ni humanitaria. Otra es donde están las zonas en las que, por momentos, se abre un corredor y se permite salir a la gente, que están recibiendo en áreas cercanas.”
Los equipos de MSF, que trabajan en red con las autoridades locales, son testigos de cómo llegan a la periferia de las zonas más críticas heridos sin ayuda desde hace semanas, embarazadas sin acceso a cuidados adecuados y personas con enfermedades crónicas, como hipertensión y diabetes, o que están en tratamiento por VIH o tuberculosis, y que no están recibiendo sus medicamentos.
Desde puntos más alejados, como Ivano-Frankivsk, se despliega logística para hacer llegar ayuda a esos sitios. Eso incluye también comida y elementos de higiene para proporcionar una mínima calidad de vida.
“Hay millones de desplazados, algunos en la zona oeste de Ucrania, donde el conflicto no está tan activo y el panorama es otro –relata el médico argentino sobre estas semanas de trabajo en el lugar–. La gente intenta seguir con sus rutinas y se ve mucha solidaridad para con los que están llegando, a los que se les da alojamiento y hay instituciones que les brindan apoyo. Otros están en tránsito hacia otros lugares o porque tienen familiares en zonas más tranquilas. Otros, directamente no tienen adónde ir. Es una sociedad con una gran capacidad de resiliencia frente a una situación muy difícil. Eso ayuda mucho. Uno no deja de pensar cómo sería este mismo conflicto en otras sociedades.”
Misión 13
Sánchez tiene 39 años, es oriundo de El Bolsón (Río Negro) y estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Siguió la especialidad en terapia intensiva en Mendoza. Trabajó en hospitales de esa provincia y la Patagonia hasta que, en 2015, se unió a MSF.
La de Ucrania es su 13ª misión. Estuvo en Yemen, Camerún, Venezuela, Etiopía, Perú, Palestina y a bordo del barco humanitario Ocean Viking, en el Mediterráneo, entre otros destinos.
Llegó a territorio ucraniano desde España los primeros días de marzo. Con el equipo, de una decena de médicos, enfermeros y encargados de lógistica, pudieron avanzar por la frontera con Eslovaquia.
Otros equipos de la organización, que antes de la guerra prestaban ayuda con las enfermedades crónicas, tuvieron que reconvertirse rápidamente para colaborar en la atención de heridos con hospitales móviles. Actualmente, hay 16 equipos en terreno distribuidos desde el oeste hacia el este del país, hasta Dnipró, incluida la capital, Kiev, con provisión de insumos a siete instalaciones sanitarias más cercanas a la frontera noreste, con Rusia.
Sánchez es gestor de actividades médicas y está a cargo de coordinar con los hospitales locales las necesidades de insumos, incluida la provisión de medicamentos, “para brindar atención médica de acuerdo con los estándares internacionales y protocolos adaptados al contexto”, según define. Además, organiza y coordina los entrenamientos del personal local, como el del viernes pasado en respuesta a posibles ataques con armas químicas, biológicas, radiológicas y nucleares.
“Hay mucho faltante de medicamentos y los hospitales grandes se van a quedar sin fármacos en breve”, señala. La lista en estado crítico incluye anestésicos, antibióticos, antihipertensivos y medicamentos para el manejo de la diabetes, vendajes y otros insumos descartables, incluidos los elementos básicos para cirugías de emergencia. También, las tareas incluyen intervenciones de salud mental para los desplazados.
“Con el desplazamiento, muchos dejan de tomar sus remedios porque los dejaron en casa o no están priorizando en este momento ir al hospital y se pueden descompensar –cuenta Sánchez–. La mayoría de los desplazados vienen para el oeste. Fuera de la ciudad, en los pueblos pequeños, también hay mucha necesidad.”
Ahora, el equipo espera que se abra una ventana de oportunidad y un corredor para poder acercar más ayuda a esos lugares. “La gente intenta vivir como puede, día a día, dentro de la incertidumbre del conflicto. La mayoría de los días son bastante impredecibles y eso modifica cualquier plan –dice Sánchez–. De todos modos, la gente, acá, intenta seguir su vida lo más normal posible, que no lo es [por la guerra], sin actividades sociales ni clases y toque de queda a la noche. Y cuando las alarmas suenan, hay que buscar refugio.”
Cómo colaborar con MSF
Desde el estallido de los enfrentamientos en todo el país, los equipos de MSF trabajan las 24 horas para preparar una respuesta que satisfaga las necesidades urgentes. Están en una carrera contra el tiempo para llevar los suministros médicos adecuados a los lugares correctos porque no saben hasta cuándo la ayuda podrá llegar a los pueblos y ciudades rodeados militarmente. Habilitaron un Fondo de Ucrania para que quienes puedan colaborar lo hagan con una donación por única vez. “Con $1500, MSF puede comprar kits médicos de emergencia para 36 personas afectadas en esta guerra –explicaron a LA NACION desde la organización–. El 96% de los ingresos de la organización proviene de aportes privados y más de 6 millones de socios y colaboradores en el mundo.”
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