Carpinchos en Nordelta: otros casos donde un ecosistema alterado provocó el desequilibrio de una especie
En los Esteros del Iberá, en Corrientes, la caza del yaguareté derivó en una superpoblación de estos roedores; en el partido bonaerense de Rivadavia, las inundaciones atrajeron a los pumas
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Secar parte de los humedales de Los Bañados de la Amarga, en Córdoba, para establecer ciclos de cultivo y explotación ganadera generó inundaciones y una superpoblación de pumas en Rivadavia, provincia de Buenos Aires. A 500 kilómetros de allí, en dirección hacia el norte, la urbanización de los humedales en el partido de Tigre eliminó la presencia de depredadores y generó una superpoblación de carpinchos. Mientras que en los Esteros del Iberá, en Corrientes, la caza del yaguareté también derivó, entre otros problemas, en una superpoblación de esos roedores, que a su vez degradaron la flora del lugar.
En el delicado equilibro de los ecosistemas, una variación, grande o pequeña, lo puede cambiar todo. Así lo afirman los especialistas consultados por LA NACION. Además, advierten que en buena parte de los ecosistemas locales se ven desequilibrios causados por la intervención humana.
Adelmar Funk es el fundador del Complejo Ecológico de América, en el partido de Rivadavia, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires. “Hay una historia detrás de cada cosa que pasa con la fauna”, asegura Funk. Él cree que para entender por qué hay tantos pumas en esa zona hay que hablar del cauce de un río que nace en San Luis.
“La provincia de Buenos Aires fue inundada por el Río Quinto, que baja desde San Luis hacia el sur de Córdoba y llega hasta acá. La alteración de los humedales en Los Bañados de la Amarga, que son un sistema de humedales en Córdoba, para dar lugar a la actividad agropecuaria, lo que logró es que se inundaran otras tierras. Esa zona de 70.000 hectáreas era fundamental para contener al río que obviamente siguió su curso. Cuando secaron parte de ese territorio se generaron inundaciones tremendas en Buenos Aires. Esas inundaciones, además de provocar una gran crisis económica en nuestra zona, formaron enormes lagunas que dieron lugar a nuevos ecosistemas. Las lagunas favorecieron el crecimiento de vegetación acuática lo que a su vez atrajo a muchas aves y otros animales. Esa abundancia de presas, estoy seguro, hizo que los pumas vengan desde el monte pampeano hasta esta zona”, describe Funk.
El especialista explica que en el partido de Rivadavia la gente afirman que no había pumas, o al menos no que ellos recuerden. “Tal vez hace 150 años acá había pumas, es decir, antes de que el hombre empezara a interactuar y a alterar el pastizal pampeano. De acá también desapareció el guanaco, el venado de las pampas, el gato del pajonal, entre otras especies. Cuando el hombre empezó a traer vacunos que alteraron el pastizal muchas especies se marcharon en busca de alimento y con ellas se fueron los depredadores. Y a todo esto también se le sumó la caza”.
Funk señala que ahora la gran presencia de pumas trajo problemas para las personas, como también para los propios animales que se ven envueltos en situaciones complejas, como buscar refugio en plantaciones que luego son barridas por las cosechadoras y que muchas veces lastiman a las crías. Allí también empezaron a aparecer carpinchos, pero no crecen de manera exponencial porque los pumas los depredan.
A 500 kilómetros de donde se encuentra Funk, están los barrios de Nordelta, en Tigre. Allí, como ya se informó en una publicación de LA NACION, hay una superpoblación de carpinchos. Ese desarrollo inmobiliario avanzó sobre una zona de humedales y creó nuevas lagunas que son el ecosistema perfecto para los roedores. Pero, al no haber depredadores naturales, ese ecosistema pasó a estar desequilibrado.
“Los ecosistemas tiene un punto de equilibro, y ese equilibrio va a depender de que todas las especies estén presentes y cumplan sus roles. Cuando eso se empieza a degradar, algo que está pasando con buena parte de los ecosistemas en la Argentina, se generan desbalances. Los carpinchos son roedores, y el rol de los roedores es sobre todo ser las presas de los depredadores. Por eso tienden a reproducirse mucho y si nadie los depreda la población crece de manera exponencial”, explica Sebastián Di Martino, director de conservación de Fundación Rewilding en la Argentina.
Di Martino cita otro ejemplo donde la población de carpinchos creció sin toparse con el freno que imponen los depredadores. “En los Esteros del Iberá, en Corrientes, pasaba algo parecido. Como por la caza ya no quedaban yaguaretés, los carpinchos se multiplicaban. Tener una especie herbívora descontrolada hace que se degrade la vegetación y entonces se reduzca la capacidad de la vegetación de capturar dióxido de carbono, que es uno de los gases que generan el calentamiento global. Otra situación que se da por la ausencia de depredadores, es que si un carpincho se enferma, en condiciones normales sería el primero en ser devorado por un yaguareté, pero sin depredadores el carpincho enfermo continúa dentro de la comunidad, afectando a los otros y eso incluso puede afectar a las personas”, indica Di Martino.
Di Martino agrega que la solución en algunos casos es volver a introducir depredadores, pero en los lugares donde no se puede hacer eso, como en Nordelta, donde no sería recomendable llevar yaguaretés, se deben tomar decisiones consensuadas para llegar a un equilibro que facilite la convivencia.
“Tal vez esos barrios no se tendrían que haber construido. Pero una vez que el problema ya está, hay que buscar métodos de coexistencia. Hay formas para evitar que los carpinchos no se acerquen a las casas, pero alguien va a tener que ejercer el rol de depredador. En Iberá pudimos empezar a reintroducir al yaguareté”, agrega el especialista.
Para evitar que se avance sobre los humedales y se dañen los ecosistemas, los especialistas señalan que es necesaria una ley que proteja a los humedales. Dicho proyecto de ley, según describe Pablo Pulido, quien se dedica a la conservación y remediación ambiental colaborando con proyectos como El Renacer de la Laguna, obtuvo en 2016, luego más de una veintena de modificaciones, media sanción en el Senado, y luego en 2017 el proyecto quedó estancado en la Cámara de Diputados.
“Estamos en un contexto en el que se están extinguiendo ecosistemas enteros, hay enfermedades emergentes y catástrofes climáticas a nivel global. En este marco es que se suman argumentos para hablar de una protección real de los humedales. El problema con los carpinchos muestra el conflicto entre el humano y el ambiente, en donde la única víctima es la fauna. Con el aumento de gente que busca vivir en barrios privados o clubes de campo, crece la urbanización y la modificación de ambientes naturales. Los primeros espacios más vulnerables son los humedales periurbanos, que son áreas que necesitan y cumplen un rol importante en las aguas continentales. Mientras no exista y se haga cumplir una ley que proteja los humedales y los complejos servicios ecosistémicos seguiremos viendo cada vez más seguido conflictos entre las personas y los animales con pronósticos muy desalentadores”, lamenta Pulido.
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