Carles Álvarez Garriga: "Rayuela te pasa la mano por la cara y te la borra"
El catalán, de 45 años, es el actual editor de la obra de Julio Cortázar, a quien define como "un autor muy vivo". A él dedica su vida desde hace una década. "Antes de leerlo, no sabía cuál iba a ser mi futuro", reconoce
Los chicos de su edad leían a Julio Verne y a Emilio Salgari. Un catálogo de novedades editoriales anunciaba la publicación de los cuentos completos de un tal Julio Cortázar, a quien no había escuchado nombrar jamás, y acababa de fallecer. Carles Álvarez Garriga, de 15 años, encargó esa edición a un librero de La Verneda, su barrio en Barcelona. Hoy, 30 años después, recuerda aquel momento. "Antes de leer a Cortázar, no sabía cuál iba a ser mi futuro. Si iba a ser pescador o pastelero. Gabriel García Márquez decía que cuando leyó el principio de La metamorfosis su vida cambió para siempre. A mí me pasó lo mismo con Cortázar. A él le dedico toda mi vida desde hace diez años", asegura el doctor en Filología Hispánica y editor -todos en Alfaguara- de Cuentos inolvidables según Cortázar (2006), Clases de literatura (2013) y, junto con Aurora Bernárdez, Papeles inesperados (2009), los cinco tomos de Cartas (2012), y Cortázar de la A a la Z (2014).
En 2002 Álvarez Garriga le envió una carta a Bernárdez, la primera esposa y albacea de Cortázar, hoy de 94 años. Buceaba por el universo de los prólogos del autor para escribir su tesis doctoral, alejada del tono solemne de las demás investigaciones en su especie. Bernárdez le respondió que era ingenioso e insolente, y le prometió que, cuando viajase a Barcelona, se reuniría con él. Al año siguiente se conocieron. La tesis de Álvarez Garriga mereció la calificación más alta y una vez graduado, abandonó su trabajo de ghost writer de discursos políticos ("escribí para la derecha y para la izquierda, siempre lo mismo, o el idiota era yo o los idiotas eran ellos"). Desde entonces bucea en los papeles y la correspondencia de Cortázar. "Aurora me preguntó si de verdad estaba dispuesto a aceptar este trabajo: «Ándate con cuidado, porque Julio Cortázar te va a vampirizar». Ella hacía 20 años que estaba vampirizada. Es un trabajo apasionante."
En Barcelona, donde Cortázar pasó dos años cuando era niño mientras la Primera Guerra Mundial azotaba Europa, trabaja Álvarez Garriga en un departamento que pertenece a Bernárdez, radicada en París. Se desconoce las coordenadas precisas donde estuvo en esa ciudad catalana, pero hay una carta -precisa el editor- entre la madre del escritor y Aurora, luego de que él falleciera, donde la primera le sugiere que si estaba por Barcelona no dejara de ir a la calle donde habían vivido hacia 1918 y le dibujó un plano. El azar, que tanto amaba Cortázar, se colaba de modo juguetón en su biografía. Esta calle se llamaba, se llama aún, República Argentina.
-¿Por qué Bernárdez no concede entrevistas?
-Es muy sensato de su parte no hacerlo. Cuando murió Cortázar, les preguntó a dos amigas suyas, la viuda de Ítalo Calvino y María Kodama, qué debía hacer. Ambas le dijeron que si daba una sola entrevista no iba a hacer nada más por el resto de su vida.
-Bernárdez en París; usted, en Barcelona, ¿cómo es su trabajo?
-Tenemos una relación de amistad, como si fuese su nieto. Le envío mi trabajo, ella discute todo, página por página, con argumentos de todo tipo. Es una cosa preciosa. A sus 94 años, lee todo el día.
-¿Qué ocurrirá cuando ella muera? ¿Quién será el albacea?
-Primero, no lo sé. Y, segundo, aunque lo supiera, no lo voy a responder. De todos modos, nadie que se enfrente a esa responsabilidad deberá tomar decisiones muy importantes. Todos los meses se reciben solicitudes de reediciones de la obra de Cortázar, por ejemplo, de Rayuela al turco. Es un autor muy vivo. Hay que decidir la calidad de papel, quién lo traducirá, pero las decisiones más importantes sobre la obra ya están hechas.
-¿Cuánto material inédito queda?
-Casi nada. Estoy seguro de que se podrá sacar otro volumen como Papeles inesperados, en el que se reúnen algunos escritos sueltos, pero nada más.
-Hay una novela que Cortázar escribió cuando era niño y también una que le daba cierto pudor...
-Esa novela de los 9 años, es decir, en torno a 1923, desapareció [le contaba Cortázar en una entrevista a Joaquín Soler Serrano que su madre dudó de que él la hubiese escrito a tan corta edad, y que el texto era cursi, inspirado en el amor que le despertaban las niñas con trenzas]. También hay una novela inédita, le decía en una entrevista al periodista Omar Prego que ésta tiene "un trasfondo un poco homosexual". Se perdió. Es posible que cuando regresó en un viaje a la Argentina a ver a su madre Cortázar la haya hojeado y quemado.
-¿Cómo es ser su editor hoy?
-Es un bombardeo por estos días, con su centenario, pero en diciembre nadie querrá escuchar hablar de él. Para Aurora y para mí va a ser genial porque nos dará tiempo para leer. No sé cómo se lee hoy a Cortázar, lo cierto es que se lo sigue leyendo en todo el mundo. Se explica con todas sus reediciones. Recuerdo que alguien dijo una vez en la Argentina que Cortázar era "escritor para secundarios". En breve veré el lugar que ocupa.
-Hizo su tesis para disparar contra la bibliografía de Cortázar con la que no estaba de acuerdo. ¿Qué estudio le parece correcto para comprender su obra?
-El mejor libro es, sin lugar a dudas, de Jaime Alazraki, Hacia Cortázar, aproximaciones a su obra. Sé que lo han reeditado en alemán. Es un libro de ensayos que contiene bien el espíritu cortazariano. También me gusta la edición crítica de Rayuela de 1991, de la colección Archivos [coordinada por el peruano Julio Ortega y por el argentino Saúl Yurkievich].
-¿Dónde está la biblioteca que perteneció a Cortázar? ¿Y sus discos?
-Aquella que tuvo en su casa de París, Aurora la llevó a la Fundación Juan March, en Madrid [cercana a los 4000 libros]. La biblioteca que tuvo antes en la Argentina se ha perdido. De vez en cuando aparece en algún mercado de segunda mano algún libro que fuera suyo. En cuanto a su discoteca, Aurora la vendió [unos 6000 discos y casetes, en su mayoría de jazz].
-¿Qué objetos del escritor quedan? ¿Se planteó hacer un museo?
-Quedan algunos? su máquina de escribir, su pipa, fotos, cierta memorabilia. El problema con el museo es, primero, dónde debería armarse. ¿En París? ¿En Buenos Aires? ¿En Barcelona? ¿En Chivilcoy? [donde trabajó como maestro normal]. Segundo, a Cortázar le hubiese horrorizado la idea, porque eso lo acercaría bastante a los famas [la casta de hombres que describió en Historias de cronopios y de famas]. Creo que si le hiciéramos un museo, se levantaría de la tumba.
-¿Qué le atrae de Cortázar?
-¡Muchas cosas! Entre otras, que se va en 1951 de la Argentina [en manifestación contra el peronismo] siendo nadie. ¡Y mira en lo que se ha convertido! El tipo tuvo la suerte de conectar con un montón de cosas que estaban ocurriendo en ese momento y de pronto ¡tac!, la clava.
-¿Cómo explica su vigencia?
-Cortázar es un amigo, no un escritor. Tengo tres o cuatro autores favoritos, como Borges o Piglia, pero ninguno de ellos son "amigos" de sus lectores. Cortázar tiene otro punch. Algunos llaman a sus lectores "la Internacional Cronopia".
-¿Este punch es su sensibilidad en oposición a otros autores más racionales?
-Es la empatía, que no es la simpatía, pero que se le parece. Quien lo lee piensa que está escribiendo para él. Se manifiesta en otros autores, como Salinger o Hesse. La diferencia está en que Cortázar resiste la relectura? también Salinger, aunque no Hesse. Cortázar es tan inteligente? Rayuela es una novela que te pasa la mano por la cara y te la borra, y si la lees muy joven, te puede transformar la vida.
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