Camino a la costa: La histórica parrilla de Dolores en la que comen los políticos y los famosos
"Kirchner nos prometió un cordero patagónico y todavía lo estamos esperando", dice, entre risas, María Olivier Kiricos, de 73 años, la dueña de Carlitos, la icónica parrilla al costado de la ruta 2, a la altura del kilómetro 215, en Dolores, provincia de Buenos Aires. Aún recuerda la promesa que les hizo Néstor en 2003, cuando estaba haciendo su campaña presidencial por la provincia y se detuvo a comer una porción de vacío y asado hecho a la cruz junto a sus acompañantes.
Luego de viajar un poco más de dos horas desde la ciudad de Buenos Aires hacia la costa atlántica se empieza a sentir el aroma de las parrillas de Dolores. Allí, frente al calor de las brasas, los asados de hueso ancho, los vacíos, los cochinillos y los corderos se cocinan a fuego lento.
Tal vez ese aroma fue lo que cautivó a Diego Maradona, Juan Manuel Fangio, Eduardo Duhalde, Isabel "la Coca" Sarli, Moria Casán, Pablo Lezcano, Andrés Calamaro, Joaquín Sabina, Ricardo Darín, Guillermo Francella y Jorge Bergoglio, entre otras figuras de todos los ámbitos, que frenaron o, en el caso de Maradona, intentaron frenar, para saborear un asado rutero en medio del viaje.
La historia de la parrilla Carlitos es, además, la de una familia de inmigrantes griegos que de la comida mediterránea pasaron a los costillares. El lugar lo fundó el marido de Olivier Kiricos. Él falleció en 2010 y desde entonces ella está a cargo. Se conocieron cuando tenían 17 años y desde que abrieron Carlitos toda la familia trabaja ahí.
El gran salón principal tiene innumerables botellas de vino colgadas del techo y hay quesos, dulces y otros productos artesanales que están a la venta. Cuenta Olivier Kiricos que esa decoración la hicieron de a poco, sobre todo durante los inviernos del siglo pasado que, aparentemente, despojaban a Dolores de casi cualquier cliente circunstancial.
Dolores fue el escenario de muchos casos judiciales muy trascendentes de la historia argentina. Por ejemplo, la causa por el asesinato de José Luis Cabezas en 1997 transcurrió en los juzgados de Dolores y eso hizo que abogados, jueces y los familiares de Cabezas fueran a comer a Carlitos con cierta frecuencia.
Otro caso fue el de Guillermo Coppola, que estuvo 97 días en prisión, de los cuales 67 los pasó en el penal de Dolores, en 1996. Había sido detenido por el hallazgo de una bolsa con 40 gramos de cocaína en un jarrón del departamento que ocupaba en el 10° piso del edificio situado en avenida del Libertador 3540. Fue liberado al año siguiente.
Durante su estancia en el penal de Dolores, Maradona lo fue a visitar. El astro del fútbol recorría la ruta 2 en un vehículo que era perseguido por una caravana de periodistas. Quiso frenar para comer un asado en Carlitos; de hecho, le habían preparado un lugar para estacionar en la parte trasera del restaurante, pero no hubo caso, la presencia de los periodistas y fanáticos generó tanto caos que tuvo que continuar su camino con la panza vacía.
"Diego, el 31 de diciembre de 1996, me vino a ver a la noche y le dijo al jefe del Penal. '¿Si le pego a usted, me mete preso y puedo pasar la noche con mi amigo?", recordó Coppola en una entrevista sobre aquella visita de Maradona.
"No pudo parar, lo perseguían, se metió adentro del corralón para poder parar y comer, pero fue imposible", dice Ezequiel Chapinal que tiene 44 años y desde los 17 trabaja en Carlitos. "Fue un lío, no pudo bajarse del auto. Vino a ver a Guillermo, ya habíamos arreglado para que estacione atrás porque sabíamos que iba a venir, pero no hubo caso", recuerda Olivier Kiricos.
Ella guarda fotos de varias personalidades dentro del restaurante que datan de hace años. Por ejemplo, hay una de Darín con su hijo, "el Chino", cuando era solo un niño. De todos modos, la consigna en Carlitos es dejar que todos disfruten y cuando alguna celebridad o un político ingresa al salón, se lo lleva a la mesa y lo dejan comer tranquilo, sin el acoso que tal vez padecen en los restaurantes de las grandes ciudades.
La lista de personalidades es demasiado extensa. "Por acá pasaron todos", asegura Chapinal. "También vino el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, María Eugenia Vidal y el chico este, yo le digo chico porque parece muy joven, Axel Kiciloff", agrega Olivier Kiricos.
Los platos estrella son el asado ($790 la porción), vacío ($840 la porción) y el lechón y el cordero (ambos a $850 la porción). A las 9 se prende el fuego y se cocinan, al menos, por tres horas.
Aunque este histórico lugar que forma parte de los recuerdos de muchos argentinos, también padeció la pandemia. Durante siete meses estuvieron cerrados y recién pudieron abrir el 9 de octubre, aunque las rutas estaban desiertas.
"Nunca nos imaginamos que la cuarentena iba a ser tan larga. Mi hijo tiene un negocio en Dolores y con eso bancamos esto. Por suerte pudimos mantener al personal. Fue difícil, y nada que ver los precios de cuando cerramos a los precios de la carne hoy. Cuesta entrar en ritmo, pero si Dios quiere vamos a volver a funcionar como antes", anhela Olivier Kiricos.
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