Cambio de hábitos del principal sospechoso
Alegre y comunicativo, Carrascosa se volvió retraído desde que estuvo preso
Un asesino, para el fiscal Diego Molina Pico. Inocente sin lugar a dudas, para la familia de su mujer, María Marta García Belsunce. Carlos Carrascosa salió del anonimato hace siete meses, cuando el crimen del country Carmel ganó espacio en los medios de comunicación y fue señalado por la Justicia como autor material del asesinato.
Su imagen seria y cabizbaja, entrando o saliendo de alguna fiscalía, rodeado de policías y de un enjambre de periodistas, contrasta con la que de él tienen sus amigos.
Quienes lo conocen afirman que es un hombre de excelente humor, centro de atención en las reuniones con sus relatos de viajes y sus historias de la Marina Mercante. Sin embargo, cuando le tocó estar preso se volvió retraído y taciturno, según cuentan quienes lo custodiaron.
Este hombre nacido en Corrientes hace 57 años es, dicen, un excelente anfitrión, que disfruta de recibir a sus invitados con la mesa muy bien puesta y con comidas sofisticadas. Forzosamente cambiaron sus hábitos durante el tiempo en el que estuvo detenido en la Delegación Departamental de Investigaciones de San Isidro, en abril último.
Fumaba mucho, pero dormía y comía poco, en su calabozo de tres por dos, que tenía una cama de cemento, un inodoro y un lavatorio, y sin luz natural. Un cuarto con diferencias abismales a la suite de su chalet en el Carmel Country Club de Pilar.
"El Gordo", así lo llaman sus allegados, comenzó a estudiar para ser contador público y trabajó en la Bolsa de Valores, donde se vinculó con el Banco General de Negocios cuyo vicepresidente, Carlos Rhom, está detenido por asociación ilícita y su presidente, Jorge Rhom, está prófugo.
De la causa judicial por el asesinato de su mujer surge que Carrascosa habría trabajado para los hermanos Rohm. A mediados de 1996 cambió la butaca 151 del mercado de valores por el escritorio de la planta baja de su casa. Habría vendido su sociedad, que controlaba el dos por ciento de la Bolsa, por un valor superior a 800.000 dólares y cercano al millón.
Con una buena posición económica se retiró de los negocios y comenzó a disfrutar de su casa en el country, adonde se había mudado hacía doce años. Caminatas por las calles del barrio, largas reuniones en el Club House donde jugaba al bridge, asados en lo de su concuñado Guillermo Bártoli: ésa era la vida del ex agente de Bolsa.
Carrascosa es, también, un amante de los caballos de carrera. Crió ejemplares, algunos de los cuales le dieron grandes satisfacciones: Fácil, un caballo cuidado por Guillermo Frenkel Santillán, ganó varios clásicos, aunque nadie apostaba un boleto por él cuando era potrillo, según recordaron quienes frecuentaron a Carrascosa en el restaurante del hipódromo de San Isidro.
Desde que comenzó su indeseada exposición pública, Carrascosa hizo del perfil bajo y del silencio un hábito permanente. Sólo una vez decidió exponerse ante las cámaras: fue el 11 de abril último, cuando leyó una carta dirigida "a la gente", en la que afirmó, respecto de la muerte de su esposa, que siempre pensó en "un accidente" y que había actuado de buena fe.
Uno de los periodistas que estuvo a cargo de la charla dijo que se mostró como un hombre tímido, algo que contrasta con la idea que de él tienen quienes más lo conocen.
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