En los últimos años, estos insectos sufrieron un alarmante declive de sus poblaciones; si esto no se revierte, podría afectar la supervivencia de otras especies
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¿Qué tienen en común un pepino, una taza de café y un mango? En apariencia, no mucho. Sin embargo, los tres le deben su existencia a un insecto sin cuyos servicios tampoco existirían muchos de los alimentos a los que estamos acostumbrados: la abeja.
Sin ellas, tendrías que olvidarte del jugo de naranja en tu desayuno, del dulce de arándanos o de frutillas para las tostadas, de las almendras, las manzanas, los mangos, los zapallitos, los tomates, los kiwis, las sandías… y otro sinfín de alimentos que forman parte de la mesa cotidiana. Estos insectos de poco más de un centímetro de largo aparecieron con gran asiduidad en las noticias en los últimos años.
En primer lugar por el alarmante declive de sus poblaciones, sobre todo en Estados Unidos y Europa, pero también gracias a una serie de estudios que reivindican sus servicios a los ecosistemas, entre ellos su habilidad para incrementar el rendimiento de los cultivos -y por lo tanto, de lo que comemos- en cerca de un 25%.
¿Pero qué función cumplen exactamente en la naturaleza, además de darnos miel? ¿Y por qué su hipotética extinción sería una catástrofe?
Alimentos nutritivos
“Las abejas polinizan la mayor parte de las plantas que existen”, le explica a BBC Mundo Carlos Vergara, doctor en entomología y profesor de la Universidad de las Américas Puebla, en México. “Todas las plantas que tienen flor necesitan ser polinizadas para producir semillas y sobrevivir. Y, cerca de las dos terceras partes de la dieta de los seres humanos, provienen de plantas polinizadas”.
Es a través de la polinización que los granos de polen se transfieren de la parte masculina de la planta a la femenina, o de una planta a otra de la misma especie, dando como resultado las semillas que forman las frutas y vegetales que consumimos.
Es decir, haciendo a un lado los alimentos básicos como el trigo, el arroz o el maíz que son polinizados por el viento, todos los otros alimentos ricos en micronutrientes dependen de las abejas. “Nuestra dieta sería no solo muy aburrida, sino también incompleta”, enfatiza Vergara. En síntesis, sin polinización no corre riesgo la seguridad alimentaria, pero sí peligra la seguridad nutritiva.
Efecto en cascada
La polinización no solo es crucial para los alimentos que ingerimos directamente. También es vital para la reproducción de plantas utilizadas para alimentar al ganado y otros animales en la cadena alimentaria, y para mantener la diversidad genética de las plantas con flores. También para las plantas que se utilizan como biocombustibles (canola y aceite de palma), fibras como el algodón, plantas de usos medicinales y ecosistemas como los bosques, fundamentales para preservar los recursos hídricos.
“La falta de abejas provocaría un efecto en cascada: si no tenemos semillas no tendríamos pasto, ni flores, ni frutas, ni animales que se alimentan de frutas. Las abejas y los demás polinizadores juegan un rol fundamental en la regulación de los ecosistemas”, le explica a BBC Mundo Carolina Starr, consultora sobre Biodiversidad y Servicios a los Ecosistemas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Fruta deformada
Cuando una planta no fue visitada por muchos polinizadores los resultados son evidentes. “Si ves una fruta deformada, es -por lo general- porque las abejas visitaron un solo lado de la flor”, señala Barbara Gemmill-Herren, experta en servicios ecosistémicos y exasesora de la FAO.
Aunque estas frutas sean comestibles, los productores no pueden venderlas y terminan en la basura. Por otra parte, “la planta invierte más recursos en la flor que fue más polinizada, y esto significa que la fruta que nace de esa flor tendrá un valor nutritivo más elevado”, agrega la experta, “además de tener mejor sabor”.
El problema es más agudo en las plantas que dependen exclusivamente de las abejas u otros polinizadores, como las almendras o el maracuyá.
En el caso del café de altura (que se cultiva por encima de los 900 metros), por ejemplo, que se puede autofecundar, la falta de abejas reduce la cantidad y calidad de los granos. “Cuando hay insectos, la cantidad de granos que produce una planta aumenta en un 20%. Y la calidad del grano que fue polinizado con polen de otra planta y no de la misma es mucho mejor”, asegura el entomólogo Vergara.
Amenazas
Las poblaciones de abejas sufrieron particularmente en Europa y América del Norte, por un fenómeno que se conoce como “problema de colapso de colonias”, por el cual desaparece abruptamente de una colmena una cantidad considerable de abejas obreras. Se desconoce la causa exacta de este fenómeno pero se cree que se debe una combinación de factores, que incluyen virus y el uso de pesticidas. No obstante, hay otras razones que explican la reducción en la diversidad de abejas.
La mayor amenaza, coinciden los expertos, es la pérdida de su hábitat natural, el cambio climático (que implica un aumento de la temperatura, inundaciones y sequías), y las malas prácticas agrícolas. El avance de las ciudades y la reducción de los espacios forestales significan menos flores. Y sin flores, las abejas se quedan sin qué comer.
“En Colombia la gente fumiga mucho porque tiene miedo a perder la cosecha. No distinguen entre insectos beneficiosos y aquellos que son perjudiciales”, le dice a BBC Mundo Rodulfo Ospina-Torres, investigador del Laboratorio de Abejas Silvestres de la Universidad Nacional de Bogotá, Colombia, en referencia al uso de pesticidas.
“Recién ahora los cultivadores de maracuyá están descubriendo la importancia de los abejorros, que son los mejores polinizadores de las pasifloras”, agrega. Y es que, sobre todo en América Latina, donde la industria apícola es mucho menos intensa en que en EE. UU. o Europa, las abejas silvestres cumplen un rol crucial para garantizar las buenas cosechas.
¿Cómo puedo ayudar?
Mucho depende de políticas gubernamentales que favorezcan la reducción en el uso de agrotóxicos, y promuevan la variedad de cultivos (en oposición a los monocultivos que limitan la diversidad de la dieta de las abejas), y también de los campesinos que son quienes están en capacidad de crear un entorno natural alrededor de sus cultivos para atraer a las abejas.
Sin embargo, hay mucho que vos, incluso viviendo en la ciudad, podés hacer para ayudarlas.
- Plantá distintas flores en tus macetas o en el jardín (si florecen en distintos momentos del año mejor) para ofrecerles a las abejas una dieta variada y rica. “Si aumenta la diversidad de abejas en las zonas urbanas, cuando las poblaciones crecen pueden, empezar a migrar hacia zonas agrícolas”, dice Vergara. “Y en 30 o 50 años, tendríamos un aumento en la diversidad y abundancia de abejas en el campo”.
- No uses químicos e insecticidas, ya que esto puede dañar a las abejas. Esto es particularmente nocivo si lo hacés cuando las plantas ya dieron flores, ya que los químicos entran en contacto con el polen y el néctar y las abejas pueden llevarlo hasta las colmenas.
- Dejá en el jardín flores silvestres y hierbas: son un buen alimento para las abejas.
- Construí un “hotel para abejas”: podés comprar o crear con madera una estructura con agujeros. Esto servirá de nido para las abejas solitarias, que son la gran mayoría.
- Convertite en apicultor: no hace falta vivir en el campo para criar abejas. En muchas ciudades se practica la apicultura urbana. Búscate una asociación local, aprende lo necesario y transforma la apicultura en tu hobby.
- No les tengas miedo: las abejas no quieren atacarte, porque si te clavan el aguijón se mueren. Solo lo hacen si se sienten amenazadas. Si se te posa una sobre tu cuerpo mantené la calma y esperá a que se vaya. No te pares cerca de la entrada de una colmena o en el camino entre las flores y la colmena. Y aprendé a diferenciarlas de las avispas, que sí pueden picar.
- Dejá un plato con agua en el jardín o el patio: puede que no lo sepas, pero las abejas también tienen sed.
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