El especialista analizó varias civilizaciones para llegar a esta conclusión; “Muchas culturas no piensan del mismo modo en el tiempo, el espacio o los números”, afirmó
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Todos los seres humanos vivimos en el mismo mundo y tenemos experiencias similares. Por lo tanto, todos los idiomas que se hablan en el planeta tienen las mismas categorías básicas para expresar ideas y referirse a objetos, lo cual refleja esta experiencia humana común. Esta noción fue defendida por varios lingüistas durante años, pero para el estadounidense Caleb Everett, si analizamos las lenguas más de cerca veremos que muchos conceptos básicos no son universales y que los hablantes de diferentes lenguas ven y piensan sobre el mundo de manera diferente.
En su nuevo libro, A Myriad of Tongues: How Languages Reveal Differences in How We Think (“Una miríada de lenguas: cómo los idiomas revelan diferencias en cómo pensamos”), basado en los muchos idiomas que investigó en la Amazonia brasileña, Everett muestra que muchas culturas no piensan del mismo modo en el tiempo, el espacio o los números.
Quizás pocas personas sean más capaces de analizar este problema que Everett. Nacido en Estados Unidos, tuvo una infancia inusual en los años 1980, dividiendo su tiempo entre su país de origen, las escuelas públicas de São Paulo y Porto Velho, y las aldeas indígenas del interior de la Amazonía, en Rondônia.
Hijo del estadounidense Daniel Everett, quien llegó a Brasil en la década de 1970 como misionero cristiano, Caleb a acompañó a sus padres en misiones en la Amazonía brasileña y por ello llegó a vivir entre los indígenas, pasando parte de su infancia pescando y jugando con ellos en el bosque. De regreso a Estados Unidos, se graduó y empezó a trabajar en el mercado financiero, pero luego dio un giro a su vida: abandonó el mundo financiero, se embarcó en un doctorado y regresó a Rondônia, donde se dedicó a investigar las lenguas amazónicas.
Daniel Gallas, periodista de BBC News Brasil, conversó con Caleb Everett sobre sus experiencias en la Amazonía brasileña y sobre el debate en torno a cómo las lenguas moldean el mundo que vivimos.
—Su libro sugiere que estamos entendiendo mejor los más de 7000 idiomas que se hablan hoy en todo el mundo. ¿Qué están aprendiendo los lingüistas de estos idiomas menos conocidos?
—Estamos aprendiendo mucho. Lo que está claro es que los idiomas son mucho más diferentes entre sí de lo que pensábamos. Solíamos asumir que existía esta diversidad entre lenguas, pero que detrás de ella había algún tipo de componente universal, algo que todos los idiomas compartían. Y lo que estamos descubriendo, a medida que observamos cada vez más lenguas, es que son diferentes en formas muy profundas que no se anticiparon en algunos de los modelos teóricos de la lingüística de los años 1960 y 1970. Por supuesto, hay algunos puntos en común. Todos tenemos los mismos oídos, la misma boca y el mismo cerebro. Existen estas similitudes entre idiomas, pero no es porque haya algo genéticamente programado dentro del lenguaje.
—Gran parte de tu trabajo se basa en lenguas amazónicas que has estudiado durante mucho tiempo. ¿Qué aprendiste específicamente de ellas?
—El Amazonas es realmente fascinante, porque aunque hay otras regiones del mundo, como Nueva Guinea o África Occidental, que tienen más lenguas, las lenguas del Amazonas no tienen ninguna relación entre sí. Hay unos cientos de lenguas, pero hay decenas de familias lingüísticas, como el tupí o el arahuaco o algunas otras lenguas aisladas que no tienen “parientes” conocidos.
Algunas son completamente diferentes entre sí y están a apenas 100 kilómetros de distancia una de otra. El Amazonas es una especie de microcosmos fascinante de la diversidad lingüística que existe en el mundo. Y podemos aprender mucho sobre las diferentes formas en que los seres humanos se comunican con solo mirar a la gente en el Amazonas. Creo que a menudo somos culpables en Occidente de una especie de homogeneización de estos grupos. En cierto modo ponemos sus idiomas y sus culturas en el mismo recipiente.
—En el Amazonas, ¿qué descubriste que respalde esta idea de que la gente piensa diferente porque habla diferente?
—Una de las formas en que los lenguajes de esta región aportaron conocimientos es cómo piensa la gente sobre el tiempo. En inglés y en muchos idiomas tendemos, por ejemplo, a utilizar metáforas en las que el futuro está delante de nosotros y el pasado detrás. Pero hay algunos grupos en el Amazonas que no hablan del tiempo de esa manera. Hay un caso famoso en la lengua Tupi Kawahib, donde ni siquiera se habla del tiempo en términos de espacio. Mientras que un idioma como el inglés tiene tres tiempos, algunos idiomas tienen hasta siete. Dividen su tiempo de maneras muy diferentes. Así que no se trata sólo de cosas superficiales como “hablan de plantas y animales de manera diferente”. Y esto es verdad hasta cierto punto. Pero lo que más me interesa, y el ése es el foco del libro, son estos aspectos fundamentales del pensamiento humano. Cómo pensamos sobre las cantidades, cómo pensamos sobre el espacio, cómo pensamos sobre el tiempo y cómo los humanos desarrollan estas capacidades, y cómo eso parece variar de alguna manera entre culturas.
—En tu libro, das el ejemplo de una frase en inglés con muchas referencias al tiempo: “El lunes pasado corrí durante media hora, como lo hago todas las semanas”. Dijiste que algunos de los idiomas que estudiás no tienen todos los recursos para estructurar el tiempo de esta manera. Otros tienen siete tiempos verbales. ¿Son estos lenguajes menos o más sofisticados de lo que estamos acostumbrados?
—Uno ve idiomas que tal vez prestan atención al tiempo y a las formas, de modo un modo que nosotros no. Si solo tienes pasado, presente o futuro en tu idioma, cuando uno está hablando, simplemente indica si fue en uno de estos tres tiempos. Pero si tienes siete tiempos que podrían incluir algo como el pasado muy distante o el futuro muy distante, entonces debes prestar atención a estos aspectos temporales y quizás a formas más sutiles.
—¿En qué idioma fue eso?
—Es una lengua llamada Yagua [hablada en la Amazonía peruana]. Aunque hay muchos idiomas que tienen cinco o seis tiempos verbales, hay algunos que no tienen ninguno. Una de las lenguas en las que trabajé en la Amazonia, el Karitiana, tiene dos tiempos: futuro y no futuro. Este es un idioma hablado en el Estado de Rondônia. Este es un sistema de tiempo muy común.
Pero pongamos el ejemplo que recuerdas, sobre una carrera de 30 minutos que hice ayer o la semana pasada. Pensemos en esta frase. ¿Qué son 30 minutos? Minutos es algo muy definido cultural y lingüísticamente. El minuto proviene de un sistema numérico basado en 60 que se remonta a la Mesopotamia, razón por la cual dividimos nuestra hora en 60 y luego la dividimos nuevamente para obtener segundos. Éstas son cosas culturales muy arbitrarias que aprendemos y nos parecen naturales a medida que aprendemos a contar las horas. Pero es realmente antinatural para mucha gente.
Imagínate si estás hablando con un amazónico que nunca se ha topado con el concepto de horas, minutos o semanas, que también está construido culturalmente. Hay tantas tradiciones culturales muy específicas integradas en esa frase que impactan nuestra forma de pensar. Piensa en qué medida tu día está dictado mirando los relojes y pensando dónde tienes que estar a una determinada hora y en determinados minutos. Todo esto es arbitrario. Muchas culturas prescinden por completo de estas nociones. Estas cosas están codificadas en el lenguaje que los niños aprenden desde una edad temprana, lo que da forma a nuestra forma de pensar sobre el paso del tiempo. Y esto nos parece totalmente natural hasta que te enfrentas a alguien para quien estos conceptos son totalmente antinaturales y te das cuenta de que “este es un ser humano inteligente y no necesita estos conceptos”. Eso no significa que sean inútiles. Creo que son muy útiles, pero son útiles en nuestro contexto cultural. Y son simplemente una forma diferente de pensar sobre el mundo. No son “la” forma de pensar sobre el mundo.
—Tomemos, por ejemplo, el idioma que mencionaste que tiene siete tiempos. ¿Qué notás que es diferente en la forma en que piensan o en la forma en que es su sociedad?
—Yo diría que parte de eso es arbitrario. Pero lo que algunos investigadores intentaron hacer es una prueba experimental: ¿tienen estas diferencias lingüísticas un impacto en la forma en que las personas piensan sobre el tiempo en general, incluso cuando no están hablando?
Y ahora hay una buena cantidad de evidencia de que eso sucede. Como en el ejemplo del futuro frente a ti y el pasado detrás de ti. Actualmente, hay mucha evidencia experimental de que incluso cuando las personas hablaban estos idiomas, el pasado estaba al frente y el futuro detrás, hay mucha evidencia de que la gente piensa sobre el tiempo de manera diferente, incluso cuando no habla. Experimentos básicos demostraron que cuando las personas hablan sobre el futuro en algunos de estos idiomas, señalan hacia atrás, y cuando hablan sobre el pasado, señalan hacia adelante, mientras que los angloparlantes hacen lo contrario. Porque podés ver el pasado. Ves lo que desayunaste. Ya sabés lo que pasó ayer. Pero el futuro es algo desconocido para nosotros, por lo que este tipo de metáfora básica de visión y de ver el pasado, no ver el futuro, es la base de cómo la gente piensa sobre el tiempo. Y algunas de estas culturas y esta forma de pensar sobre el tiempo emergen incluso en contextos no lingüísticos.
—Tuviste una infancia muy interesante e inusual, ya que pasaste gran parte de tu tiempo con los pueblos indígenas de Brasil. ¿Cómo fue esta experiencia?
—Tengo buenos recuerdos de mi infancia y de Brasil. Pasé gran parte de mi infancia en la aldea de Pirahã con mis dos hermanas y mis padres. Pero también pasé un tiempo en escuelas públicas brasileñas, yendo y viniendo y visitando ocasionalmente Estados Unidos. Mi infancia fue una mezcla de estar en una aldea en medio de la selva, en ciudades brasileñas y ocasionalmente en ciudades estadounidenses. Los recuerdos de estar en la naturaleza son generalmente muy agradables. Ahora miro hacia atrás y pienso que nunca le haría eso a mi hijo (risas), cuando pienso en los riesgos que asumimos. Todos contrajimos malaria. Es fácil mirar atrás con cariño cuando todos sobrevivimos. Tengo buenos recuerdos de estar en el pueblo nadando en el río con mis amigos indígenas, de cazar o pescar con mis hermanas, pero también algunos de los aspectos negativos, como la explotación de los indígenas por parte de los comerciantes locales.
—Mencionaste la lengua pirahã y ese fue un debate bastante famoso en el mundo lingüístico entre tu padre y el famoso lingüista estadounidense Noam Chomsky. Este debate intelectual se volvió bastante feroz en el intercambio de palabras. Tu trabajo parece estar muy relacionado con esta cuestión central en el mundo de la lingüística. ¿Cómo ve este polémico debate?
—Es un debate muy controvertido. Me gusta pensar que, de alguna manera, la ciencia superó algunos de estos debates y el campo se volvió más empírico. Mi padre fue ciertamente una de las personas que contribuyó a esto. En las últimas décadas, muchos investigadores aportaron datos de diferentes lenguas de Australia, la Amazonía y África, que no parecen ajustarse a los modelos que Chomsky y otros promovieron en los años 1960 y 1970. Y estos modelos se volvieron muy influyentes. En defensa de estos modelos, al principio parecen haber funcionado bastante bien, pero a medida que surgen más y más excepciones, las cosas simplemente no parecen encajar. ¿Y hay que preguntarse para qué sirve este modelo? El modelo se basa en gran medida en el inglés. La nueva generación de investigadores (mi generación y la siguiente) no está muy satisfecha con los modelos de los años 60 y 70. Y eso no es un insulto. Esto sucede en muchos campos. Las cosas evolucionan. Y ahora creo que fuimos más allá de eso de una manera que ya no es el debate central en lingüística. Isso acontece em muitos campos.
—Pero todavía despierta muchas emociones fuertes. ¿Crees que el mundo de la lingüística acabará dejando atrás la gramática universal?
—La idea de gramática universal cambió mucho. Si retrocedemos y analizamos los estudios de los años 60 y 70, se hicieron predicciones muy importantes. Ahora es casi imposible demostrar que las predicciones son falsas. Dicen: todos los humanos tenemos un lenguaje y por eso debe haber una gramática universal. Es algo tan vago que no se puede estar en desacuerdo, pero en mi opinión ya no sirve para hacer predicciones. Pero digo esto también porque los investigadores que realmente respeto ahora, que son quizás 10 años más jóvenes que yo y que realizan investigaciones de vanguardia, no parecen estar teniendo en cuenta este debate en su trabajo. En cambio, se centran en realizar experimentos realmente buenos, utilizando big data, ciencia de datos y programación informática, que se volvieron fundamentales para el trabajo que hacemos. Y esto no sólo es cierto en la investigación lingüística. Cuando las personas invierten décadas de sus vidas en un modelo teórico específico en cualquier disciplina, tienden a ser personas bastante sesgadas. Nos gusta pensar que somos objetivos, pero en realidad no lo somos, Después de haber invertido décadas en una determinada visión y haberla promovido, se necesita una persona realmente grande para decir “ya sabes: estuve equivocado los últimos 30 años y necesito reconocerlo ante tanta evidencia”.
—La tecnología reciente aceleró el estudio de los idiomas. Pero muchas de estas lenguas también están muriendo rápidamente. ¿Existe una carrera contra el tiempo para estudiarlos antes de que mueran?
—Sí. Creo que hay mucha documentación lingüística en todo el mundo y, a veces, creo que somos un poco egoístas como investigadores, queremos obtener todos estos datos antes de que desaparezcan o queremos que la gente siga hablando sus idiomas. En el Amazonas, por ejemplo, ves que hay algunos grupos indígenas a los que realmente les importa mucho mantener su lengua y a algunos de ellos no parece importarles mucho. ¿Y quiénes somos nosotros para decirles que debería importar? A veces creo que eso es importante para mí porque tengo un interés egoísta en querer más idiomas y es fascinante para mí y para mi carrera observar esos datos.
Pero sí, lamentablemente para algunos, las lenguas están muriendo. Mueren principalmente por razones económicas. Cuando algunos grupos de personas en Brasil y en otros lugares quieren que sus hijos sean económicamente viables frente a la disminución de las reservas y la creciente dificultad de sobrevivir de la caza y la pesca, estas personas tienen que hablar portugués, español o inglés. Dependiendo del contexto en el que se encuentren, las presiones económicas son tan fuertes sobre algunos de estos grupos individuales que la mayoría de los modelos sugieren que muchas de estas lenguas desaparecerán en los próximos 100 años.
—¿A lo largo de tu vida viste lenguas amazónicas agonizando o a punto de morir?
—Un ejemplo que me viene a la mente es el idioma suruí, que también se habla en Rondônia y todavía hay hablantes. El misionero que fue uno de los primeros en contactarlos en los años 60 dijo que era un idioma lingüísticamente vibrante, pero ahora muchas de estas personas hablan principalmente portugués. Y si nos fijamos en la proporción de niños que aprenden el idioma como primera lengua, vemos que está disminuyendo. Este suele ser el mejor indicador de si una lengua sobrevivirá o no. Para muchos de estos idiomas, simplemente no hay muchos niños que los aprendan. Hay otras lenguas que vimos desaparecer por completo. Uno que me viene a la mente es un idioma llamado Orouim, que se hablaba en la frontera de Brasil con Bolivia. Pero hay muchos ejemplos de lenguas que acabaron desapareciendo. O lenguas donde todavía hay muchos hablantes, pero la proporción de hablantes de portugués ha aumentado mucho entre los niños.
—Y con la muerte de las lenguas, ¿está la humanidad perdiendo diversidad en su forma de pensar sobre el mundo?
—Una de las cosas que descubrimos y que se menciona en el libro es que hay varios grupos que demostraron tener un vocabulario rico sobre los olores. Eso es otra cosa que solíamos pensar: “los humanos no tenemos palabras abstractas para los olores”. Pero resulta que en los últimos 10 años se documentaron varios idiomas que tienen palabras ricas y abstractas para los olores. A medida que estos idiomas van desapareciendo y algunos de ellos están al borde de la extinción, estamos perdiendo algo crítico sobre cómo los humanos piensan sobre los olores y cómo pueden hablar sobre los olores. Si perdemos eso, perdemos parte de cómo piensan los humanos sobre los olores que huelen. A medida que las lenguas mueren, perdemos algo básico en nuestra comprensión de cómo piensan los humanos sobre las sensaciones que sienten
—Comparás idiomas muy hablados con idiomas poco conocidos para ilustrar cómo las personas pueden pensar de manera diferente. Pero, ¿existe esa diferencia incluso entre lenguas ampliamente habladas? Por ejemplo, ¿un chino piensa del mundo de manera diferente que un alemán debido a su idioma?
—Siempre es difícil saber cuánto es cultura y cuánto es lengua. Pero en el caso chino, por ejemplo, se realizaron algunas investigaciones fascinantes que muestran que los hablantes de mandarín parecen pensar sobre el tiempo de manera diferente que los angloparlantes, porque las metáforas que utilizan para referirse al tiempo son un poco diferentes.
Los chinos utilizan metáforas verticales, donde el tiempo cae, a diferencia de la metáfora horizontal del futuro frente a ti, como en inglés. Otro ejemplo entre los hablantes de chino es la cognición cuantitativa: cómo piensa la gente sobre las cantidades. Los angloparlantes, por ejemplo, tienden a ser un poco más lentos que los chinos en el aprendizaje de números, debido a números como 11 (“once”) y 12 (“doce”).
En inglés, en las decenas del 13 en adelante, hay un patrón predecible: “thirteen” (13) y “fourteen” (14) son la combinación de los números tres y cuatro con la decena (“teen”). Pero esto no ocurre con las palabras “once” (11) y “doce” (12). En idiomas como el chino esto es más transparente. En la parte de las decenas aprendes la combinación “uno-diez”, dos-diez”, etc. Esto ayudaría a explicar por qué los niños chinos obtienen mejores resultados en algunos ejercicios de suma que los niños de habla inglesa.
—Un ejemplo que se suele poner en lingüística es que los esquimales tienen más de 50 palabras para referirse a la nieve, ya que es algo importante en su cultura. ¿Pero es este un ejemplo equivocado?
—Esto se ha convertido en algo divertido de lo que los lingüistas se burlan. Llegó al punto en que el New York Times publicó un artículo que decía que los esquimales tienen cientos de palabras para referirse a la nieve y eso simplemente no es cierto. Sin embargo, la idea central detrás de esta mentira no es inexacta: la gente vive en entornos muy diferentes. No sorprende que algunos grupos amazónicos no tengan palabras para describir la nieve. Actualmente existe cierta evidencia de que algunos de estos términos que existen en el medio ambiente pueden tener un impacto en la forma en que la gente piensa acerca de algunas de estas cosas externas.
—Mencionás que las sociedades WEIRD (acrónimo en inglés de sociedades occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas) no son una buena población para generalizar las capacidades de la humanidad. ¿Por qué?
—Fueron los investigadores de psicología hace unos 15 años quienes inventaron este acrónimo de WEIRD. Y creo que es una forma realmente inteligente de hacerlo. Hoy en día la gente es consciente de que, si en el mundo existen alrededor de 7000 lenguas y culturas distintas, nos resulta problemático detenernos una y otra vez en lo que piensan los estadounidenses, los británicos o incluso los japoneses, y generalizar que así es como piensan los los humanos piensan. Nosotros (de países WEIRD) somos una pequeña muestra de la diversidad humana. Y además, no somos representativos.
Una de las razones es que los estudios muestran que la alfabetización, por ejemplo, cambia la composición del cerebro. A medida que las personas aprenden a leer y escribir, se concentran en imágenes bidimensionales. Los niños hacen esto una y otra vez con libros y pantallas y tiene algunos efectos cognitivos. Pero desde la perspectiva de la historia humana, si pensamos en escalas de tiempo más largas, los humanos abandonaron África hace unos 100.000 años aproximadamente, en diferentes oleadas. Caminaron por todo el mundo y llegaron a muchos lugares, incluido el sur de Sudamérica, hace 20.000 años. Durante ese tiempo, desarrollamos formas de pensar muy diferentes.
En el lado europeo, la agricultura tiene sólo unos 8000 años y la industrialización sólo unos 100 años. Y la alfabetización generalizada (donde se espera que todos lean y escriban) es un fenómeno reciente. Cuando utilizamos personas de países WEIRD para generalizar cómo piensan los humanos, solo estamos mirando una rama específica de humanos que se desarrolló en una determinada parte del mundo durante solo unos pocos miles de años de toda esta historia de 100 mil años. Es una parte muy pequeña de la historia desde una perspectiva histórica.
Obviamente, hoy es increíblemente influyente porque estos grupos se convirtieron en potencias colonizadoras y cambiaron la forma en que funciona el mundo. Pero desde una perspectiva histórica y antropológica, esto es sólo una parte del panorama. Y a veces es una parte no representativa. Tenemos que buscar una muestra menos sesgada de cómo hablan y piensan los humanos.
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