Calculan cuánto se podría ganar en salud reduciendo el consumo de bebidas azucaradas
Con solo bajar 10% podrían prevenirse unos 13.385 casos de diabetes y cerca de 4.000 eventos cardíacos y cerebrovasculares; lo indica un estudio del Cedes, unidad asociada al Conicet
Aunque no las contabilizamos, diariamente ingerimos muchas calorías que pasan desapercibidas para los mecanismos de saciedad del organismo, pero que contribuyen sustancialmente a acrecentar uno de los mayores problemas de salud pública, la obesidad.
Entre los protagonistas de este problema, ya identificados en varios estudios que llegan al mismo veredicto, están las bebidas azucaradas, que pueden sumar inadvertidamente las calorías de un plato de comida extra por día. Ahora, un modelo matemático desarrollado por investigadores norteamericanos, y adaptado por colegas argentinos y mexicanos, calculó que si se disminuyera un 10% el consumo de gaseosas azucaradas, se podrían evitar 2639 muertes entre 2015 y 2024.
Es más, el trabajo incluye estimaciones estadísticas que muestran que –en el escenario más conservador– ese descenso también evitaría unos 13.385 casos de diabetes y cerca de 4.000 eventos cardíacos y cerebrovasculares.
Determinantes de la obesidad
“La Argentina es uno de los países con más alto consumo de gaseosas azucaradas del mundo –afirma el estudio «Basta» (Bebidas azucaradas, salud y tarifas en la Argentina), realizado por un equipo multidisciplinario del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes)–. Una disminución, con la consiguiente reducción de la ingesta de fructosa y calorías líquidas, se reflejaría en una mejora de al menos tres de los principales factores de riesgo cardiovascular: la obesidad, la diabetes y la hipertensión.”
En México, un estudio similar encontró que una reducción equivalente en el consumo de gaseosas de los adultos prevendría 189.300 casos de diabetes tipo II, 20.400 accidentes cerebrovasculares e infartos, y 18.900 muertes entre 2013 y 2022.
“Está medido –destaca Raúl Mejía, médico del Hospital de Clínicas e investigador titular del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes)–. Además de factores característicos de la modernización, como los alimentos ultraprocesados, la urbanización y el sedentarismo, las gaseosas azucaradas están entre los principales determinantes de la obesidad, especialmente en América latina”.
La detallada investigación explora los aspectos comerciales, legales, impositivos y sanitarios del mercado de las bebidas azucaradas, y ofrece evidencias para trazar políticas públicas que ayuden a prevenir y controlar la epidemia de obesidad, y otras enfermedades no transmisibles que crecen aceleradamente entre la población.
Financiada por el International Development Research Centre (IDRC) de Canadá, señala además que las gaseosas tienen una participación del 59% en la estructura del consumo de bebidas no alcohólicas en el país.Y llega a la conclusión de que si se aumentara un 10% el precio de estos productos, su demanda caería un 11,2 por ciento.
“México lo hizo y está luchando por dejar de ser el país más obeso del mundo”, cuenta Mejía.
Según explicó durante la presentación del estudio Sebastián Laspiur, consultor en Enfermedades no transmisibles de la OPS/OMS en la Argentina, “La estrategia de aumento de impuestos a las bebidas azucaradas fue impulsada con muy buenos resultados. Del mismo modo que el etiquetado frontal en los envases para mejorar la información y los derechos de los consumidores, restringir la publicidad sobre productos alimentarios dirigidos a niños y proteger los entornos escolares de la alimentación inadecuada”.
Los productores de bebidas azucaradas no piensan lo mismo. Aunque reconoció que es abogado y no nutricionista, Daniel Funes de Rioja, presidente de la Coordinadora de Productos de Industrias Alimenticias, consideró que todo depende de la dieta y el tipo de actividad física. "Aceptamos que debe haber una convergencia de metas –aclara–. De hecho, participamos en un programa conjunto ya con el anterior gobierno para reducir los niveles de sodio y grasas trans. Estamos de acuerdo con que hay que ir a una vida saludable, pero no con demonizar alimentos".
Por su parte, Esteban Agost Carreño, vocero de la Cámara Argentina de la Industria de Bebidas Sin Alcohol (Cadibsa) destacó que, tal como lo hizo saber en un comunicado el Consejo Internacional de Asociaciones de Bebidas (ICBA, según sus siglas en inglés), "Este tipo de estudios es solo un modelo de estadísticas y no examina los resultados de salud de la vida real relacionados con la ingesta alimentaria. Las estimaciones y proyecciones de los autores no pueden mostrar la causa y el efecto"..
Con un 9,9%, la Argentina está segunda por su tasa de sobrepeso en menores de cinco años de América Latina y el Caribe. Y, al parecer, el problema no se resuelve suplantando las bebidas azucaradas por otras con edulcorantes sintéticos.
“En teoría, es cierto que las personas podrían optar por bebidas endulzadas artificialmente, pero el tema es más complejo de lo que parece –aclara Mejía–. Lo cierto es que si las personas se educan en el sabor dulce, seguirán eligiendo alimentos con el mismo dulzor y seguirán engordando.”
Según explica el doctor Julio Montero, ex presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimenticios (Saota), “El azúcar de las bebidas se comporta de manera distinta de la que está incluida en otras preparaciones. Se mostró que genera una mayor propensión a la diabetes y la obesidad. Aunque no está probado, en parte podría ser porque va a asociada con sustancias que generan otra respuesta del organismo”.
Además, destaca el especialista, para hidratarse no es necesario agregar sustancias nutritivas. “Lo que se necesita es agua –afirma–. Y cuando uno agrega nutrientes lo que está haciendo es comer sin darse cuenta. Tomar leche es comer. Hidratarse con azúcar es comer de una manera que puede pasar desapercibida. Los chicos, que toman mucho líquido porque se mueven mucho, no solo no se hidratan sino que se alimentan de manera encubierta”.
Edulcorantes
Respecto de la edulcoración artificial, Montero explica que “altera la sensorialidad del individuo, modifica la percepción y genera una distorsión del juicio que hace el sistema nervioso sobre lo que estamos comiendo. El edulcorante no solo hace que la persona baje sus defensas, porque la persona cree que es inocuo, sino que despierta otras necesidades. Cambia el umbral y se siente una necesidad superior de endulzar. Por otro lado, las bebidas light no son inocuas. En ratones y humanos que consumieron edulcorantes se vieron cambios en la flora intestinal que inducen modificaciones en el metabolismo de la insulina”.
Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios sobre Nutrición en la Infancia (Cesni), coincide. “Distintos estudios mostraron que el riesgo relativo de obesidad en mujeres embarazadas que tomaban bebidas dietéticas fue mayor que en las que no tomaron –explica–. Por otro lado, se ha demostrado que las influencias ambientales en el embarazo, entre las cuales la dieta es una, influyen hasta en la tercera generación.”
Según el estudio Hidratar, realizado por CESNI en 2010, el 46% de los actos de consumo alimentario de los argentinos corresponden a bebidas, y su aporte oculto equivale a entre 200 y 400 calorías «vacías» extra. Un análisis de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares, del Indec, realizado por el propio Carmuega, María Elisa Zapata y Alicia Rovirosa, muestra que mientras el consumo se mantuvo estable en los grupos con mayores ingresos, en los últimos veinte años creció notablemente entre los más vulnerables.
Recientemente se dejó sin efecto un aumento a las bebidas azucaradas, algo que los sanitaristas lamentan.
“Es una lástima, porque el discurso inicial del gobierno sobre subir el impuesto a las gaseosas y a los cigarrillos estaba basado en la salud de la población”, concluye Mejía.
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