Cadena de favores: el infarto que permitió la creación del Airbnb de las personas que se hacen diálisis
Buena parte de esta historia empezó en el último mes de 2015, cuando el miocardio del escritor argentino Hernán Casciari se quedó sin oxígeno. Un episodio que él llamó "el mejor infarto de mi vida". Pero estaba en el lugar indicado para salir de la urgencia: una casa de huéspedes que había alquilado por Airbnb en Montevideo, Uruguay, propiedad de Javier Artigas y Alejandra Oddone, la pareja que le salvó la vida. Ellos no estaban de buenas en ese momento: unos meses atrás, Javier había renunciado a su trabajo, al mismo tiempo que le descubrieron una enfermedad renal que le impidió conseguir otro empleo.
Al día siguiente del infarto, mientras estaba en el hospital, a Casciari le llegó un mail automático de Airbnb para que evalúe a sus anfitriones, Javier y Alejandra. Y lo que escribió, hizo que ese diciembre de 2015 les cambie la vida.
"Excelente vivienda para huéspedes sedentarios y con propensión al infarto de miocardio. La zona es preciosa y posee comunicación directa con los mejores hospitales de Montevideo. Los anfitriones se convierten al instante en ángeles de la guarda y te salvan la vida sin conocerte. Te llevan muy rápido al hospital, en su propio coche, mientras te estás muriendo y después se quedan en la sala de esperas hasta que los médicos te ponen el bypass. No permiten que caigas en la depresión ni que te sientas solo, te traen libros para que leas y además no te quieren cobrar los días que te quedás de más en su casa. Muy recomendable", publicó Casciari, como reseña.
Los problemas para el matrimonio uruguayo habían empezado en 2014. Él trabajaba en una multinacional, cuando lo contactaron de la competencia para que se incorporara a la empresa. Le ofrecían más dinero y beneficios. Entonces renunció. "Cuando me cambio de trabajo me descubren una enfermedad renal preexistente. Un día me desmayé y estuve 22 días en coma. A raíz de este problema la empresa que se había interesado en mí decidió dar marcha atrás con la contratación. Por el otro lado, ya había renunciado a la anterior y no me correspondía ningún tipo de indemnización. Estaba entre la espada y la pared", cuenta Javier a LA NACION.
Su enfermedad se llama poliquistosis renal, que son múltiples quistes que comprimen el riñón y le quitan funcionalidad. "Me desperté con todo el aparataje conectado al cuerpo. Tenía un catéter en el cuello, no sabía ni de qué se trataba todo eso. Yo, a todo esto, no tenía trabajo y vivíamos de la renta de la casa de huéspedes". A partir de ese momento, tuvo que hacer diálisis tres veces por semana con sesiones de cuatro horas cada una.
"Me di cuenta de que cuando arrancas con la hemodiálisis estás sujeto a la máquina y no tenes posibilidad de vacaciones ni nada –cuenta–. Se hace difícil tener una vida normal". Entonces Javier decidió diseñar una plataforma que conecte pacientes con centros de diálisis alrededor del mundo, para que personas como él, puedan tener una vida con mayor libertad. La llamó Connectus Medical. "La había diseñado a mano, con unos 1700 dólares que tenía. Hice una aplicación atada con alambres. Se caía diez veces por día".
Uno peor que el otro
Mientras Javier trataba de impulsar su proyecto, subsistir con la renta del Airbnb traía sus complicaciones: "Primero cayó un brasileño que se quedó una semana y les taponó el baño al segundo día. Después vino una pareja de Canadá con un nenito hiperquinético que les hizo mierda una mesa vintage. Después llegaron unos ingleses que, al irse, publicaron una queja en Airbnb por los perros del jardín y eso les bajó puntaje en la plataforma. Cerca del verano aparecieron unos hippies holandeses que estaban recorriendo el mundo y se robaron los servilleteros", contó Casciari, días atrás, en el programa Perros de la Calle en radio Metro 95.1.
Hasta que finalmente llegó aquel diciembre en el que el miocardio se detuvo: "El quinto huésped fue un escritor argentino que apareció una tarde de diciembre con su novia nueva y al segundo día se les infartó en el living", agregó Casciari, en Perros de la Calle.
"Nosotros dijimos qué bueno, viene un escritor, debe ser re simpático. Cuestión que se metió en la casa de huéspedes y nunca más lo vimos", dice Alejandra Oddone, entre risas. "Un día viene Julieta, la esposa de Hernán y me dice que a él le dolía el pecho. Pensé que tenía una contractura, algo así. Pero lo llevamos al hospital y en el camino él dijo que se le estaba durmiendo el brazo izquierdo. De pronto vi un patrullero y frené y le dije que armemos una cápsula, que es cuando rodean a un auto con patrulleros para que lo dejen pasar. Y así llegamos rapidísimo al hospital".
En el sanatorio les dijeron que tenía un infarto, pero ninguno tenía el dinero para pagar la operación que rondaba los 30.000 dólares. Entonces lo llevaron a un hospital público, en donde "te curan y después te cobran", dice Alejandra.
"Me llamó Alejandra para contarme de la situación, entonces contacté a unos amigos que trabajan en salud para que Hernán no pase por la sala de urgencias y lo operen directamente, sin hacerle los análisis previos porque se iba a morir. Por suerte logramos que pase directo a la sala de operaciones y, 45 minutos después, estaba operado", exclama Javier.
Casciari quedó muy conforme con la atención y escribió la reseña. Esas líneas llegaron al director para América Latina de Airbnb, que se las pasó a Joe Gebbia, el fundador de la plataforma, y uno de los jóvenes más ricos del mundo según la revista Forbes.
Por todo lo que había pasado, Javier y su esposa decidieron irse de vacaciones a la casa de un familiar. Y ahí, en el primer peaje, les llega un mensaje de Gebbia que quería ir a visitarlos a Uruguay. En el segundo peaje del viaje, les llegó un segundo mensaje: había conseguido un vuelo. Entonces, a toda velocidad, tuvieron que volver y el primero de enero de 2016, llegó a la casa en Montevideo.
Un millonario suelto en Uruguay
"Llegó en short, todo normalito y decíamos qué hace este tipo acá, qué raro", recuerda Alejandra. "Yo dije no, no puede ser. Este tipo vino y no le avisó a nadie que está acá. Yo estaba muy preocupado, tenía miedo de que lo secuestren y de que me tomen a mí como el entregador. Otro clavo más, pensé. Aparte Gebbia salía a la calle a caminar como si no pasara nada", dice Javier, y se ríe mientras habla.
"Mi hija Valentina estaba con los pelos todos parados, yo en pijama, y entonces Joe, al vernos tan relajados, se relajó también. Al punto tal que andaba en medias por casa, supercontento. Se levantaba, tomaba un té con limón y jengibre, era todo re tranquilo", cuenta Javier.
Y empezaron a pasar cosas tan divertidas como inesperadas. "El tipo un día me preguntó si podía hacer una fiesta en casa para los anfitriones más destacados de Uruguay -cuenta Alejandra-. Sería cerca de 150 personas y le pregunté cuándo la quería hacer, y me dijo que esa misma noche. 'Pero Joe, una fiesta así lleva semanas para organizarse'. Y me dijo 'no, quedate tranquila, desde los headquarters en San Francisco ya tienen todo organizado'. Bueno, entonces me fui a la peluquería y cuando llegué a casa había una fiesta".
Cuenta Javier que él le empezó a preguntar a qué se dedicaba. "Le conté mi historia y le comenté la aplicación que había desarrollado. Le interesó mucho; de algún modo, Connectus Medical, tiene similitudes con Airbnb", dice.
Y en un momento, Gebbia le pidió a Javier que chequeara su computadora: "Me había pasado un contrato y la fórmula que está aplicando hoy Airbnb. Me dijo: 'A partir de ahora vos vas a tratar de vincular pacientes con pacientes, doctores con doctores, pacientes con enfermeros, o pacientes con licenciados en nefrología, para que estos pacientes se sientan reconfortados y se cree una comunidad'. Cuatro años después, pasamos de tener dos o tres consultas a tener 126.000 pacientes a nivel global y funcionamos en 150 países", dice Javier.
Actualmente, Connectus Medical tiene en la plataforma 8000 centros de diálisis, y Javier logró el cometido de darle a los pacientes una vida mejor. "Si tus vacaciones van a ser en Aruba, nosotros le buscamos un centro en Aruba y el paciente abona todo desde acá y no tiene que enviar informes médicos ni nada. Directamente va a Aruba y se dializa. Vos antes buscabas un centro de diálisis y luego te fijabas si había algo lindo para hacer cerca de ahí. Ahora cambiamos ese paradigma, hoy los pacientes van a donde quieren y nosotros nos encargamos del resto. La idea es que dejen solamente de sobrevivir y pasen a vivir".
En 2017, Javier consiguió un trasplante de riñón. Hoy ya no tiene que dializarse y su desarrollo en salud es un éxito a nivel mundial. Tanto es así que el Premio Nobel de Economía de 2012, Alvin Roth, se refirió a Connectus Medical como un ejemplo de economía colaborativa.
"Mi viejo se murió de la misma enfermedad que tengo yo. Él falleció a los 48 años. Era corresponsal de guerra para el diario El Día. Siempre pensamos que lo iba a matar una bala perdida y murió, pero murió de esto. Él me apodaba Chiquilín de Bachin y yo no sabía por qué me decía así. Cuando me trasplantaron había un nefrólogo que le tocaba el bandoneón a los que estaban internados. Entonces vino este médico y me dijo: 'te voy a tocar un tango de Piazzolla que seguro no conocés, Chiquilin de Bachin se llama'. Ahí me largué a llorar. Mi papá había fallecido un 11 de agosto y a mí me llamaron un 9 de agosto para el trasplante. Desde el 2015 que se dieron una cadena de milagros que no sé donde va a terminar", concluye Javier.
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