Cada tanto, un premio que podemos entender
En general, los Nobel de Física distinguen investigaciones con las que la mayoría de nosotros nunca tendrá contacto. O, de tenerlo, jamás se enterará. Así es el mundo de las ciencias básicas, que estudian los fundamentos del universo. Poco sabemos de ellas, pero todo el progreso técnico se lo debemos a los que miran los mecanismos más ocultos e inextricables de la naturaleza. Para que naciera la TV alguien hubo de descubrir primero los rayos catódicos (Philipp von Lenard, que ganó el Nobel en 1905). Y para que esas pantallas se volvieran LCD (liquid crystal display) alguien tuvo que interesarse por "la naturaleza cristalina del colesterol extraído de las zanahorias". Eso era lo que investigaba Friedrich Reinitzer en 1888 y que más tarde recibiría el nombre de cristales líquidos.
Cada tanto, sin embargo, la academia sueca premia un trabajo que pasa muy rápido de la fase de investigación básica a la tecnología y, por lo tanto, nos permite entender qué es exactamente lo que se está distinguiendo.
Esta alternancia no es nueva. En 1908, por ejemplo, Gabriel Lippmann se llevó el Nobel por haber desarrollado un método para capturar fotos en color. Al año siguiente, el premio lo ganaron Guillermo Marconi y Karl Ferdinand Braun, por la telegrafía inalámbrica.
La luz parece haber sido una suerte de obsesión para la Real Academia de Ciencias de Suecia. En 1912, por ejemplo, el premio fue para Nils Gustaf Dalén, que creó un regulador para las luces de los faros y las boyas. Es un hecho, sin luz artificial nuestra industriosa especie queda sometida a los caprichos circadianos. Dennis Gabor, en 1971, fue distinguido por la invención de los hologramas. Luz, de nuevo.
En 2000 se premiaron los hallazgos que estaban revolucionando la civilización contemporánea: la electrónica (Zhores Ivanovich Alferov y Herbert Kroemer) y los circuitos integrados (Jack Killby). En 2009, la fibra óptica (Charles Kuen Kao) y los sensores de imágenes que se usan en las cámaras digitales obtuvieron el galardón (Willard Boyle y George Smith). Los dispositivos digitales e Internet entraban en el cuadro de honor del Nobel.
Este año, el premio de física de la academia sueca es el primero que se encuentra, literalmente, a la vista de todo el mundo. Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura inventaron un tipo de LED azul de alto brillo que hoy, un cuarto de siglo después de los primeros experimentos, permite luces blancas más eficientes. Su impacto ecológico es contundente. Premio merecido, pues.
Debe notarse, con todo, que si bien el trabajo de los tres físicos japoneses buscaba crear un tipo de LED más eficiente, se originó en investigaciones sobre "el crecimiento epitaxial del nitruro de galio y el dopaje tipo P de los semiconductores". Dicho así, se entiende que la academia sueca haya optado, en éste como en casos anteriores, por una descripción más amigable.
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