"Cada generación redescubre el Titanic"
La historia del barco "inhundible" fascina porque refleja "las grandezas y miserias de la humanidad", dice el arqueólogo marino
Washington.- Hace un siglo se hundió el Titanic, llevándose al abismo a más de 1500 personas. Aquella noche tan fatídica como fría y espectacularmente estrellada, que tanto supo de heroísmo y de cobardía, alumbró también una obsesión: rescatar al coloso desde los 4000 metros de oscura profundidad atlántica, donde dormía.
"Si me pregunta, no sé por qué me tocó a mí encontrarlo y por qué no a las expediciones que lo intentaron antes. No tengo más explicación salvo pensar que los dioses y el destino lo preservaron para mí", dice a LA NACION el norteamericano Robert Ballard, el hombre que encontró al Titanic.
Ballard fue el primero que volvió a ver aquel casco, antes tan arrogante, peinado de algas y de corrosión, el destino al que lo condenó el fatal choque con el iceberg que no vio a tiempo y que, luego, no pudo esquivar.
El hielo y el acero se encontraron a las 23.40 del 14 de abril de 1912. Tres horas después, al despuntar el 15, el barco ya estaba hundido.
Ballard habló de eso y de la "Titanicmanía" que se desata ahora, cuando faltan pocos días para que se cumpla el primer siglo del drama. Un aniversario que a él, por ejemplo, lo llevará a presentar el próximo domingo, a las 23, en el canal Nat Geo, de National Geographic, un documental sobre cuánto más vivirá el barco en su nicho marino antes de que se pierda del todo (ver aparte).
Por el capricho de los usos horarios, la conferencia telefónica con este arqueólogo marino que se volvió famoso "gracias al Titanic" transcurre a una hora tan oscura como aquellas profundidades a las que descendió su tecnología, en septiembre de 1985, para encontrar el casco, que llevaba por entonces 73 años durmiendo partido en dos.
Llevaba nueve días navegando. El tiempo se le agotaba cuando, de pronto, uno de los equipos detectó algo que bien podía haber sido la caldera de un barco. Ese fue el comienzo.
"Todas las expediciones partimos con una misma área donde creíamos que podía estar el barco", explica. Ballard define esa geografía como una "cuadrícula" de más o menos 120 millas marinas, unos 600 kilómetros al sur de Terranova.
Admite que sus predecesores empezaron muy bien. Entre ellos, el también norteamericano Jack Gimm, que con el dinero que sacaba del petróleo llegó a financiar tres expediciones -una de ellas pasó tan cerca que casi acaricia el barco- y que murió insistiendo en que él lo había visto antes que nadie.
Por alguna razón, todos aquellos intentos se fueron desviando. Ballard, en cambio, eligió otro abordaje: no buscaba un barco sino su rastro. "Yo creí lo que dijeron algunos sobrevivientes: que el Titanic se había partido en dos antes de ser tragado por el agua. Me dije que una fractura de ese tipo tenía que haber producido una intensa lluvia de escombros y un campo muy, pero muy amplio de restos."
Lo describe con una metáfora de su infancia, del tiempo en que se enamoró de Julio Verne y de aquel Capitán Nemo de 20.000 leguas de viaje submarino. "No iba detrás del barrilete, sino de su cola", describe. Y fue ese delgado y travieso hilo, hecho de basura y de escombros del transatlántico quebrado, el que lo llevó a su premio. En este caso, la pista fue un objeto de metal con forma de caldera.
"Una vez que lo encontré, sabía que tenía que moverme hacia el Sur, siguiendo la línea de la corriente del Labrador. Lo hice y así llegué al Titanic", cuenta.
La expedición, que contó con financiamiento de la marina norteamericana, interesada en realidad en encontrar dos submarinos nucleares que se le habían ido a pique en plena Guerra Fría, dio con los submarinos y fue en el tiempo restante que encontró el Titanic.
"Vi esta aventura más que nada como un desafío tecnológico", asegura este ex oficial de la marina norteamericana que si algo le agradece al barco es que le dio fama como para poder "hablar de otras cosas que sí me interesan mucho". Entre ellas, de los enormes e inexplorados recursos del mar. "Creo fervientemente que investigar el mundo marino y oceánico encierra muchas más posibilidades que la exploración espacial", sostiene.
Humanidad encapsulada
Puede que para él no haya sido una obsesión, pero haber encontrado el barco contribuyó a que sí se convirtiera en eso para millones de personas que no dejan de recordar el drama de aquel barco "inhundible" que se fue a pique antes de cumplir una semana. ¿Por qué cien años después el Titanic sigue siendo tan atractivo? Su teoría es que el barco ofrece un espejo en el que mirar las grandezas y las bajezas de cada uno, sin terminar de descubrir qué pesa más. Un ejercicio para imaginar qué habríamos hecho en aquella noche terrible, sin correr el riesgo de quienes la padecieron.
"En el barco navegaba una muestra encapsulada de la humanidad de ese tiempo. Cuando se hundía, algunas de esas personas actuaron con heroísmo y otras, no. Es imposible mirar la historia del barco sin preguntarse qué hubiéramos hecho cada uno de nosotros de haber estado allí", ensaya.
Ballard tiene sus protagonistas favoritos entre el pasaje. "Estaba ese jovencito que tenía 17 años cuando abordó el barco en Inglaterra y cumplió 18 a bordo. Cuando se le ofreció un lugar en un bote salvavidas, lo rechazó. «Soy un hombre ahora», dijo, se quedó y se ahogó. ¿Habríamos hecho eso? Estaba también el matrimonio Strauss, los dueños de la tienda Macy's. Tenían todo el dinero del mundo. Ella subió a un bote salvavidas y su marido, ya mayor, quiso subir, pero el oficial a cargo le dijo: «Lo siento señor, mujeres y niños solamente». Su mujer intervino y dijo: «Donde va él voy yo». Dejó el bote y se ahogó con él. ¿Dejaría usted el bote salvavidas por su marido? O hubiera dicho «hasta luego, cariño»", especula Ballard.
Luego, en los botes, llegó el momento del naufragio. Las mujeres podían escuchar los gritos de los que morían clamando auxilio. Los botes no regresaron para ayudarlos. "¿Qué habrías hecho tú de estar allí?", pregunta Ballard.
Hace un silencio en la línea que llega cargado de los ruidos de la estática, como pequeños quejidos del drama que cuenta. "Creo que es la fábula especular del Titanic lo que atrae. El capitán que se queda en su sitio y pide a sus hombres que se queden con una apelación: « Be british ». Más que el barco, es la fascinación por la gente que iba a bordo, por el comportamiento de los individuos en ese destino de tragedia, lo que atrae del Titanic", agrega.
La historia se cuenta una y otra vez, aunque ya no queda nadie que viviera aquella noche terrible. La última sobreviviente, Millvina Dean, que tenía entonces 10 semanas, falleció en 2009.
Han pasado cien años, pero "cada generación vuelve a descubrir el Titanic", asegura. Algo que se repite aunque la historia haya cumplido un siglo en ese abismo oscuro, donde no llega la música de Céline Dion ni, mucho menos, el brillo de los 11 Oscar que ganó la última versión en cine de su drama.
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