Caballeros de la Noche: la historia de los primeros secuestradores de cadáveres de la Argentina
Muy grande fue la sorpresa de Doña Felisa Dorrego de Miró, una mañana de agosto de 1881, al recibir una carta en la cual le informaban que su madre había sido secuestrada. Se le heló la sangre: su progenitora había muerto hacía un tiempo, y hasta dónde a ella le constaba, sus restos descansaban en el cementerio de la Recoleta. La misiva llevaba la firma de "Los Caballeros de la Noche" .
La paz del sepulcro había sido interrumpida la noche del 24 de agosto de ese año, cuando un grupo de hombres, comandados por Alfonso Kerchowen de Peñarada, un joven de nacionalidad belga, ingresó al cementerio con el propósito de secuestrar los restos de doña Inés de Dorrego, cuñada del histórico Manuel Dorrego.
"Los restos mortales de su finada señora madre, doña Inés de Dorrego, que reposaban desde poco tiempo atrás en la bóveda de familia de los de Dorrego, han sido sacados por nosotros mismos", decía la misiva que la sociedad formada por Alfonso Kerchowen de Peñarada, Francisco Moris, Vicente Mora o Morate y Daniel Expósito y Pablo Miguel Ángel le enviaron a Felisa Dorrego de Miró.
La misteriosa carta indicaba que los secuestradores estaban al tanto de que la finada había dejado a sus hijos "una fortuna colosal", por lo que deshacerse de cinco millones de pesos les sería "una cantidad insignificante", sostenían los Caballeros.
En el mismo escrito, amenazaban a la familia diciendo que "indudablemente la justa crítica de una sociedad y una nación" los cubriría "de vergüenza y lodo, manchado para siempre vuestro nombre, ilustre hasta la fecha", en caso de que el pago por el rescate no se concretara. Junto con la carta, enviaron una ánfora donde se suponía debía ser colocado el dinero.
El falso rescate.
Informada sobre este hecho, la policía confirmó que, efectivamente, los restos de Doña Inés no estaban en su sepulcro. Pero lograron encontrar el ataúd en el escondite que habían elegido los secuestradores: el sepulcro de la familia Requijo, que hoy ya no existe.
Es que, como extraer el pesadísimo ataúd (lleno de valiosas incrustaciones) del cementerio era imposible sin ser descubiertos, los hombres lo escondieron en el otro sepulcro.
Inmediatamente los investigadores decidieron continuar con el operativo de pago, para lograr dar con los autores del hecho. La policía siguió a la persona encargada de retirar la ánfora -que en realidad contenía papel de diario y no el dinero acordado- y, tras una persecución, los denominados Caballeros de la Noche fueron apresados.
Sin delito, no hay pena
Lo curioso de este caso fue que, hasta ese momento, el Código Penal no contemplaba el secuestro de cadáveres como delito. Si bien en primera instancia Kerchowen, Morate, Francisco Moris, Patricio Abadie, Pablo Miguel Ángel y Expósito, fueron condenados por robo a la pena de seis años de presidio, esa sentencia fue apelada.
El defensor Rafael Calzada explicó que el Código Penal no había previsto "el caso de que un sepulcro pudiera ser violado" y que la Ley Fundamental establecía en su artículo 18 que "ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo, fundado en ley anterior al hecho del proceso".
Así es como lo consideró también el fallo de la apelación, que declara compurgada la pena y comprende que la ley vigente no contemplaba el hecho perpetrado por los Caballeros de la Noche como un delito.
Incorporación al Código Penal
Años después, debido a este hecho, se incorporó al Código Penal Argentino (artículo 171) la siguiente frase: "Sufrirá prisión de dos a seis años, el que sustrajere un cadáver para hacerse pagar su devolución". Esta disposición comenzó a regir en 1887 (Ley 1920), en el capítulo de los robos y hurtos (artículo 195).
Finalmente, tal delito fue considerado como extorsión, por lo cual, con el mismo texto, se lo incluyó bajo ese título. A partir del Proyecto de 1906, el "secuestro de cadáveres" pasó a ocupar ese lugar que hoy conserva en el Código Penal. Y los Caballeros de la Noche pasaron a la historia de la Argentina como los primeros secuestradores en haber tomado en cautiverio nada menos que un cadáver.
Una curiosa anécdota
Como toda buena historia, este relato también tuvo una pequeña chispa "romántica". Algo de eso hubo, al menos según las crónicas de la época, entre Kerchowen de Peñarada y la señora Felisa. Luego del secuestro frustrado de los restos de su madre, cuentan que Felisa quiso saber qué había llevado al joven belga, hijo del Vizconde de Kerchowen, a la vida de delincuente, por lo que decidió conocerlo personalmente.
Algunos comentan que el jefe de los Caballeros de la Noche habría manifestado un interés romántico en la señora Dorrego de Miró. Incluso se dice que ella acogió a la esposa e hijo de Kerchowen, ante la penosa situación económica que esa familia atravesaba
La cobertura en LA NACION
La portada del diario del 27 de agosto de 1881
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