Caballero Bonald reivindicó el valor de la poesía frente a la crisis
El escritor andaluz, que ayer recibió el Premio Cervantes, instó a "leer un libro" como vehículo de liberación
ALCALÁ DE HENARES.- Estaba inquieto entre príncipes, ministros, presidentes. Ya con la medalla al pecho del Premio Cervantes , José Manuel Caballero Bonald se escabullía ayer en los jardines del Colegio de San Ildefonso como quien rastrea la soledad. A su alrededor, las figuras centrales del poder político y cultural de España brindaban y comían bajo el sol primaveral.
El poeta y novelista andaluz, firme a sus 86 años , rebelde al fin, ya había dicho suficiente un rato antes, al recibir el reconocimiento mayor de la literatura en habla hispana. Desmenuzó su amor por la poesía, sí, pero sobre todo lo que ésta significa en la lucha por la libertad. "Hay que defenderse con la palabra de quienes quieren quitárnosla. Esgrimirla contra los desahucios de la razón", pronunció.
Su mensaje libertario y rebelde cruzó la media hora de un discurso que siguieron el príncipe Felipe, el presidente Mariano Rajoy, políticos, diplomáticos y artistas iberoamericanos en el paraninfo de la Universidad de Alcalá, una sala que transporta a quien entra al Siglo de Oro.
Y así pareció contagiarse "Pepe" Caballero. Homenajeó al Cervantes poeta y trató de imaginarse cómo serían sus días allá por el 1600, cuando llegó a la cima de su creación. Pero la ensoñación duró poco: el viejo luchador contra el franquismo trajo a todos a un presente menos dorado. "Creo en la capacidad paliativa de la poesía, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que nos depara la historia -dijo-. En un mundo como el que hoy padecemos, asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos, hay que reivindicar los nobles aparejos de la inteligencia."
Recomendó entonces "leer un libro" como vehículo para ponernos a salvo de quienes intentan someternos. "Tal vez una sociedad decepcionada, perpleja y herida por una renuente crisis de valores tienda así a convertirse en una sociedad renovada por su esfuerzo regenerador. Quiero creer que el arte dispone de ese poder terapéutico."
Leyó sin titubear. Con esa "serenidad casi anglosajona" que le atribuyó alguna vez Juan Cruz. Repasó su obra, dijo que la poesía lo define, pero atribuyó sus logros más a lo que leyó que a lo que escribió. Honró a escritores admirados, como Juan Gelman, Ana María Matute, Antonio Gamoneda, Rubén Darío? Y se preguntó cuánto le debe su pasión literaria al "infortunio" del franquismo: "¿Pretendía remediar con el placer de un libro los sinsabores y privaciones de la historia?".
Disparó dardos sutiles. Así como aludió a los "desahucios" delante de Rajoy, se permitió, delante de la realeza, un elogio a Manuel Hazaña, el presidente de la Segunda República. También recordó sus lazos vitales con América latina -sus padres eran cubanos y él pasó parte de su juventud en Colombia-.
Caballero sucede en la lista de ganadores del Cervantes (que concede 125.000 euros) al chileno Nicanor Parra. Es autor de novelas como Ágata ojo de gato y Dos días de septiembre y una amplia obra poética, con títulos como Las horas muertas , Manual de infractores y la reciente autobiografía en verso Entreguerras . En todas vibra su clamor de libertad, rebeldía, la lucha contra el abuso de poder. Ayer insistió en condenar a "los enemigos históricos de la libertad, esos que recurrieron a la hoguera para quemar tanto a herejes como libros".
El ministro de Cultura de Rajoy, José Ignacio Wert, reconoció el espíritu "desobediente" de Caballero Bonald. El príncipe, en el cierre, elogió su "conciencia ética" y recordó los años en que el autor se unió al Grupo Poético de los 50, núcleo de grandes figuras de la posguerra.
En una hora nada se salió del protocolo. Todos bajaron entonces a los jardines a disfrutar un cóctel de delicias gourmet, que se veían fuera de época entre los claustros alcalaínos. Rajoy, el príncipe (de larga charla con el embajador argentino, Carlos Bettini), ministros y políticos opositores (como el ex vicepresidente socialista Alfonso Guerra) conversaban de todo menos de poesía. Negocios, rencillas internas, gestiones diplomáticas? A los lados, celebraban el éxito de su amigo autores como Matute y Gamoneda y músicos como Luis Eduardo Aute y Miguel Ríos.
Pepe Caballero, de chaqué negro, caminaba entre ellos, mirando al cielo surcado por las famosas cigüeñas de esta ciudad. Al terminar su discurso había sufrido un "leve mareo", contó su esposa, Pepa Ramis. "Nada, cosa de viejos", minimizó él. A unos pasos de ahí, en las paredes de piedra centenaria ya estaba escrito su nombre con pintura rojo sangre. Al lado de Borges, de Sabato, de García Márquez; de sus admirados Onetti, Alejo Carpentier y Octavio Paz.
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