Burnout: cómo reconocer los síntomas físicos del “síndrome del trabajador quemado” y qué recomiendan los médicos
Este fenómeno laboral, como lo definen los especialistas, está caracterizado por la sensación de agotamiento, ineficiencia y derrotismo
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NUEVA YORK.– La doctora Jessi Gold, psiquiatra de la Universidad Washington en St. Louis, sabe que va camino al burnout cuando se despierta y de inmediato se enfurece por la cantidad de emails que la esperan en su casilla de correo. Suena paradójico, pero tal vez sea normal que una profesional de la salud mental que trabaja para entender y frenar la creciente marea de casos del síndrome del trabajador quemado, síndrome de desgaste profesional, o simplemente burnout, termine fundida de vez en cuando. Al fin y al cabo, se trata de un fenómeno prácticamente omnipresente en nuestra cultura.
En una encuesta a 1500 trabajadores norteamericanos realizada en 2021, más de la mitad de los entrevistados dijeron sentirse “quemados” por las exigencias laborales, y tan solo en diciembre, el fenómeno conocido como “la gran renuncia” empujó a 4,3 millones de estadounidenses a dejar sus empleos. Cuando hablamos de burnout, por lo general pensamos en síntomas emocionales y mentales como la impotencia y el pesimismo, pero también tiene síntomas físicos, y conviene estar atentos a las primeras señales de alerta para frenar el cuadro a tiempo.
Por su definición, el burnout no es un cuadro médico, sino “una manifestación de estrés crónico sin alivio”, explica la doctora Lotte Dyrbye, investigadora de la Clínica Mayo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo describe como un fenómeno laboral caracterizado por la sensación de agotamiento, ineficiencia y derrotismo.
“Empezás a funcionar mal o a media marcha, te atrasás y no cumplís con los plazos de trabajo, y estás irritable con tus colegas”, dice Jeanette M. Bennett, investigadora de la Universidad de Carolina del Norte que estudia los efectos del estrés en la salud.
Pero el estrés puede tener un efecto de desgaste en el cuerpo, especialmente cuando no da tregua, y por eso tiene sentido pensar que también provoca síntomas físicos, dice Bennett. Cuando estamos estresados, nuestro cuerpo sufre alteraciones que hacen que se disparen los niveles de las hormonas conectadas con el estrés, como el cortisol, la adrenalina, la epinefrina y la noradrenalina. Esas alteraciones ayudan al cuerpo momentáneamente –nos dan la energía para sobreponernos a situaciones exigidas–, pero con el tiempo, empiezan a dañar el organismo.
Nuestros cuerpos “no están diseñados para el tipo de estresores que enfrentamos en la actualidad”, dice Christina Maslach, psicóloga social de la Universidad de California en Berkeley, que ha dedicado a su carrera al estudio del burnout.
Estas son las señales que permiten reconocerlo en nuestro cuerpo y las recomendaciones médicas de qué hacer en cada caso.
Las primeras señales
Un síntoma muy común del burnout es el insomnio, dice Dyrbye. Cuando los investigadores italianos estudiaron al personal de salud de la primera línea de fuego durante el pico de la pandemia, notaron que el 55% decía tener problemas para dormir, y casi un 40% tenía pesadillas.
La investigación sugiere que el estrés crónico interfiere con el complejo sistema neurológico y hormonal que regula el sueño. Es un círculo vicioso, porque la falta de sueño trastoca aún más el funcionamiento de ese sistema. Por lo tanto, si alguien tiene problemas para dormir, podría ser un primer indicador de estrés, dice Dyrbye, y al mismo tiempo, esa falta de descanso exacerba el mismo problema.
El agotamiento físico es otra señal muy común de burnout. Gold recuerda que uno de los síntomas claves era la fatiga que sentía. “Todos los días me quedaba dormida a la vuelta del trabajo, y no entendía qué me pasaba, pero lo cierto es que estaba quemada.”
Los cambios notorios en los hábitos alimenticios, ya sea comer más o menos de lo habitual, también pueden ser un signo de burnout: en el estudio hecho con trabajadores de la salud, el 56% informó trastornos en los hábitos alimenticios. Esas personas a veces comen menos porque están demasiado ocupadas o distraídas, o se desesperan “por alimentos gratificantes de esos que de inmediato nos hacen sentir mejor”, dice Bennett. La investigación también sugiere que las hormonas del estrés pueden afectar el apetito, haciendo que las personas tengan menos hambre que de costumbre cuando están muy estresadas y se desesperen por comer cuando el estrés se alivia.
Otros posibles síntomas son los dolores de cabeza y de estómago, dice la doctora Gold. En un estudio realizado en Suecia a personas con trastorno por agotamiento, una condición médica similar al burnout, el 67% informó haber experimentado náuseas, dispepsia o indigestión, y el 65% dijo sufrir dolores de cabeza. También es importante tener en cuenta que el agotamiento puede venir aparejado de depresión o de ansiedad, que también provocan síntomas físicos. La depresión puede causar dolores musculares y de estómago, alteraciones del sueño y cambios en el apetito. La ansiedad, por su lado, está relacionada con dolores de cabeza, náuseas y dificultades para respirar.
Qué hay que hacer
Quienes experimenten síntomas físicos que pueda ser señal de burnout deberían consultar a un médico clínico o a un profesional de la salud mental para determinar si esos síntomas son provocados por el estrés o tienen su origen en otras afecciones físicas, dijo el doctor Dyrbye. Lo importante es no ignorar los síntomas suponiendo que no son graves.
“La gente tiende a mirar para otra parte, especialmente en nuestra cultura, donde nos inculcan que tenemos que ser productivos”, dijo Gold.
Si se confirma el burnout, la mejor solución es atacar la raíz del problema. Este cuadro es más fácilmente reconocible cuando es fruto de la actividad laboral, pero el estrés crónico puede ser multicausal: problemas económicos, de relaciones interpersonales, o sobrecarga de tareas de cuidado, entre otras cosas.
A pesar de que el tema está muy presente en la cultura popular, el burnout no se puede “arreglar” con mejores cuidados personales, dice Maslach. De hecho, esa inferencia empeora aún más el problema, porque responsabiliza de ese agotamiento a las personas que lo sufren, y porque implícitamente las culpa de no hacer lo suficiente para sentirse mejor. Pero también es cierto que hay opciones de vida que pueden hacer que el agotamiento sea menos probable.
Tomarse un par de días en el trabajo puede ayudar, pero es probable que sea apenas una curita temporal, dice Gold, y lo compara con sacar agua del barco que se hunde usando un balde. “El barco se sigue hundiendo, pero mientras tanto vas sacando un poco de agua, o sea que igual es importante tomarse un tiempo libre con regularidad”, señala Dyrbye.
Lo importante es asegurarnos cierto nivel de libertad y autonomía en el trabajo, dice Gold. “Todo lo que hagamos para recuperar parte del control de nuestra vida laboral ayuda mucho.”
Por Melinda Wenner Moyer
(Traducción de Jaime Arrambide)
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