Buenos Aires 42K. Fotos en el Obelisco, asado y cumpleaños, postales de dos carreras desafiantes
Volver a correr la maratón o la media maratón porteñas le quitó el sueño a muchos participantes que debieron superar las restricciones por la pandemia para poder entrenar
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El mundo cambia muy rápido, y desde que el Covid-19 marca el ritmo, rapidísimo. Pensar en miles de corredores surcando la ciudad de Buenos Aires era casi pecado hace unos meses; este domingo fue una realidad. La Maratón y la Media Maratón se fusionaron para tomar fuerza, y autorizaciones que permitieron cambiar el panorama del deporte y generar cientos de historias, y preparativos a último momento para llegar lo mejor posible a la mayor sita del running en la Argentina.
“Recién cuatro días antes pude conseguir los pasajes para ir a Buenos Aires”, confiesa Héctor Garibay Floresco, unos de los pocos extranjeros que tuvo la carrera. Llegado desde Bolivia, aprovechó bien el vuelo con un resultado aceptable: ganó la maratón.
Llegado desde los 3735 metros sobre el nivel del mar de Oruro, Héctor se sorprendió con “el apoyo de toda la gente a lo largo del circuito”. Quienes lo vieron pasar por el Obelisco, celebraban al puntero de la carrera, que logró una brecha de casi diez minutos con el segundo. “Después del encierro de la pandemia ver tanta gente emociona”, confiesa. Ya luego de ganar, tiene planes para los días que le quedan en la ciudad: “Ahora quiero ir al Obelisco, pero a sacarme una foto”, sonríe. “Ah ¡y comerme un asado!”, agrega con una sonrisa.
Si Garibay llegó justo a la carrera, su escolta, el esquelense David Rodríguez (radicado en Comodoro Rivadavia), casi no llega. “Estuve una hora esperando el taxi”, se justifica David entre apenado y risueño. Al ser uno de los candidatos a correr en punta, tenía su lugar en la primera línea de partida. Sin embargo cruzó el arco de largada 30 segundos más tarde que sus compañeros. “Pero no me desesperé, la carrera es larga”, aseguró. Y no se equivocaba. “Mi entrenador, Javier Carriqueo (atleta dos veces olímpico), ya me había dicho que tenía una buena oportunidad acá. Y yo me tenía fe… pero bueno, la maratón es una caja de sorpresas”.
Y se sorprendió al ser el primer argentino en cruzar la meta y coronarse campeón nacional de maratón (de 2020 ya que se competía por el título de ese año, que la pandemia impidió). Del lado de las damas, la campeona fue Florencia Borelli, que no sorprendió ya que es dueña de varios récords nacionales, pero sí volvió a demostrar su calidad como atleta. Dejó de lado la posibilidad de ir a la maratón de Chicago (que se celebró el mismo domingo), y dudaba de largar en Buenos Aires. “Leo [Malgor] me terminó convenciendo”, admite: “La preparamos en cinco semanas”. Puede parecer poco, pero sobre una base atlética de una década y con semanas sumando 180 kilómetros de entrenamiento, le alcanzó para ganar con 16 minutos sobre su escolta. Lo que nadie sabe, que la gran motivación la sacó de un papelito escrito a mano.
“Milo está empezando a escribir”, explica Florencia sobre su único hijo que está a punto de cumplir 7 años: “Y me escribió: Mamá con todo”. No soy de emocionarme ni llorar en las llegadas, pero pensé en ese papelito los 42 kilómetros.
El doble de historias
Si en la distancia mayor largaron 3646 corredores, en la “Media” fueron 9376 los que llegaron hasta la Casa Rosada y volvieron luego al arco que los vio salir. “Fueron mis primeros 21k, aunque hace 7 años que entreno”, cuenta Lucía Montenegro (21) desde su silla de ruedas.
“Largué con el objetivo de hacer 1h05m”, cuenta la joven oriunda de Moreno, que terminó cruzando el arco de llegada primera, en 1h01m. Las restricciones de la pandemia la llevaron a que “apenas” pueda entrenar todos los días lunes a viernes, antes también sumaba los sábados. Pero durante la cuarentena más estricta, fue la peor parte: “Ahí me salvó mi papá”.
Explica Lucía que Alberto, su padre, consiguió el caño de un semáforo inutilizado y con eso construyó un rodillo sobre el cual poder entrenar con su silla dentro de su casa. Y ahí ya no tenía las restricciones de fines de semana. Mientras charlan con su entrenador, Pablo Fornari, por los parlantes del escenario alaban el ejemplo de vida que da Lucía.
“Y dale con lo del ejemplo de vida…”, se queja Fornari: “ningún ejemplo, no son distintos, son atletas de elite como los convencionales”. Y se suma Lucía: “Mientras iba corriendo alguien me grita: ¡te felicito por el esfuerzo! Me dan ganas de preguntarle si el esfuerzo en andar en silla, o entrenar todos los días”.
Un poco más alejado del sonido del parlante, se escuchaba un coro humano: “¡Que los cumplas feliz!”, cantaban en ronda. En el centro estaba Sebastián Domecq que celebró 25 vueltas al Sol, corriendo 21 kilómetros. “Cuando vi que la fecha era la misma que mi cumpleaños no lo dude”, asegura Sebastián. “Quería regalarme una buena marca”, cuenta. Y dice que quedó conforme con el regalo, paró el reloj en 1h20m27s y asegura que, aprovechando el lunes feriado, a la noche va a festejar el cumpleaños, y la carrera.
Otro que ya tiene planificado el festejo es Fabián Manrique (37), pasa lista de lo que hará en su casa de Merlo, al regresar de la carrera: “Para almorzar tenemos un asado y de postre, helado. Después a la noche hacemos pizzas”, detalla mientras le brillan los ojos de felicidad. Aunque no tanto por el menú, sino porque acaba de ganar la Media Maratón de Buenos Aires.
“Ya el lunes vuelvo a comer bien”, asegura casi como un nene justificando una travesura. El otro gran plan que tiene para acompañar su triunfo, llegará después de la cena: “Hoy voy a poder dormir tranquilo. Anoche apagué la luz a las 11. Pero miraba el reloj a las 12, a la 1, cada hora, la última vez que lo vi eran las 3 de la mañana y a las 4 me desperté para salir [para la carrera]”. Puede decir también que la tercera fue la vencida, pues solo había corrido dos medias maratones antes de este triunfo. No fue casualidad: “Venía soñando ganarla todos los días, en los entrenamientos”, dice.
Sueños, cumpleaños, semáforos transformados, papelitos de aliento, taxis que no aparecen, fotos en el Obelisco, que se mezclaron entre 13.000 historias que corrieron atravesando una ciudad.
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