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Es sábado a las 9.30 y una marea de gente ya se adueña de las veredas del polo textil porteño que con más de 30 años sigue entre los más convocantes. Pero, a diferencia de sus comienzos, hoy no todo pasa sobre la avenida Avellaneda, el fenómeno se extiende a las calles aledañas, desde Nazca hasta Emilio Lamarca y en las paralelas, Aranguren, Morón y Bogotá, en los límites entre Flores y Floresta.
La muchedumbre circula con gorras y botellas de agua o gaseosas para soportar el calor. Hay desde chicas y señoras, hasta familias enteras, nutridos con mochilas, bolsos y hasta changuitos en busca de los mejores precios. A media mañana, el polo está a tope y se ven las primeras colas en algunos locales.
Tradicionalmente, el sábado es el día de mayor movimiento porque todos los negocios venden minorista. Se puede llevar desde tres prendas surtidas e incluso de a una a precios mayoristas. En cambio, durante la semana, la venta es principalmente mayorista -con un mínimo de seis prendas- y está más orientada a los dueños de tiendas o showrooms de distintas zonas de la Capital y, principalmente, del interior del país, aunque también concurre el público en general. Un dato importante es que ni la ropa ni el calzado se pueden probar, justamente porque el foco de la venta está en los mayoristas.
Priscila y Nadia Nardo son hermanas, tienen 23 y 32 años, viven en San Justo y compran en la zona con frecuencia. “Venimos principalmente por los precios y la calidad. Hay mucha diferencia con los locales de nuestra zona, que venden al doble o más. Compramos jeans, remeras, ropa interior. Si bien acá no se puede probar, ya conocemos nuestros talles y nos arreglamos, además los locales ofrecen cambio”, explican.
Coincide María Marta Sáez, de 47 años de Parque Chacabuco, que trajo a su hijo de 21 y a su sobrina de 18 de compras, en que el principal atractivo son los precios. “Vengo unas cinco veces al año. Elijo la zona por la amplia variedad, calidad y precio. Realmente existe una gran diferencia en los precios. Lo negativo es que en muchos locales tenés que llevar varias prendas y que no se pude probar la ropa. Pero vale la pena”, señala.
Un gran porcentaje de los visitantes son mujeres, se ven madres e hijas y muchos grupos de amigas, que circulan hacia la zona de Aranguren y su intersección con Argerich, Helguera, Cuenca, Campana y Concordia, donde los locales proponen moda de tendencia con un producto más cuidado.
Desde San Isidro
En los últimos tiempos se acercó un público de buen nivel socioeconómico que hoy también hace el viaje hasta el polo para recorrer los locales en busca de las últimas tendencias. El atractivo principal pasa por los precios acordes y porque se consiguen prendas modernas, variedad y opciones para todas las edades, en tiendas bien puestas y con atención personalizada.
“Mi hija me insistió durante meses de ir, todas sus compañeras de colegio fueron en los últimos dos meses y volvieron enloquecidas. Salimos a las 9 de la mañana de San Isidro y cuando abrieron los locales ya estábamos allá, con mochilas para cargar todo”, dice Laura Carranza, una mujer de zona Norte que volvió fascinada de su viaje al tradicional polo textil. Laura volvió a su casa con ocho remeras, cuatro vestidos, un par de botas y aros y collares. Su hija quiere volver antes de Navidad y renovar su guardarropas para las vacaciones.
“Mucha gente se quedó con la idea de la avenida Avellaneda antigua, donde todo era igual, pero ahora trabajan las segundas generaciones de los dueños que contratan diseñadores y hay ropa más canchera, más de moda, con mejores terminaciones y calidad. Si bien los precios son un poco más elevados en estas cuadras, hay detalles de terminación, costura, telas y diseños propios” señala Graciela Alvigini, dueña del local Paula Pas, que propone moda para señoras. Hacia Bogotá y sus intersecciones, se encuentran los locales con ropa de hombre y las galerías tipo feria, con precios rebajadísimos.
Precios convocantes
La zona comercial de Avellaneda y Nazca fue fundada por la comunidad judía, a la que se sumó años más tarde la coreana. “Después llegaron los feriantes de la comunidades boliviana, paraguaya y peruana, y muchos de La Salada que dieron lugar al boom de las galerías”, explica Yeal Kim, empresario coreano y presidente de Fundación ProTejer.
Según los datos relevados en 2019 por la Cámara de Empresarios Coreanos en la Argentina (CAEMCA), en la zona comercial de avenida Avellaneda existen unos 2.857 locales y 140 galerías (que suman 4.697 locales) y se estima que más de 20.000 personas trabajan en relación de dependencia. La venta de ropa de mujer representa el 76,2%, la de hombres, un 8,5%. El resto corresponde a indumentaria para niños, blanquería y accesorios. En cuanto al tipo de indumentaria, el 80% de la propuesta es informal.
“Los bajos precios de la zona responden a que se trata de emprendimientos familiares, y la mayoría se dedica a confeccionar un tipo de prenda, el que hace jeans hace jeans, el que hace remería hace remería, producen a una escala mayor a un menor costo. Además, al no ser una marca no tienen gastos de marketing”, sostiene el presidente de Fundación Pro Tejer. En tiempos de bolsillos flacos, los precios del polo Avellaneda son realmente convenientes.
Las oportunidades para el público en general se encuentran principalmente los sábados, cuando la zona tiene actividad entre las 8 y las 16 y los negocios venden al por menor a precios mayoristas. La ventaja de ir en la semana es que hay menos cantidad de gente, aunque significa comprar varias prendas en un mismo local.
“En un shopping un jean puede valer entre $8000 y $10.000 y en la zona de Avellaneda están a $2000 o $3000. Naturalmente no es lo mismo, la calidad y la terminaciones y confección son diferentes, aunque si son de última moda. En esta zona, la calidad es media, con buena materia prima y una confección no tan sofisticada como la de una marca”, asegura Kim.
“Venimos con mi mamá y mi hermana cada mes y medio, por la variedad, los precios y la calidad. Compramos ropa para todos los días, para ir a trabajar, para entrenar. Es un poco complicado el tema de que no hay probador, pero traemos algún pantalón o remera de referencia y con eso nos arreglamos”, dice Macarena De Marco, de 28 años, de Villa Lugano.
Celina De Verda, de 39 años, de Parque Chacabuco, también compra en la zona, en general para los cambios de temporada. “Definitivamente me atraen los precios. Un aspecto positivo es la variedad y las diferentes calidades y lo negativo es la cantidad de gente que circula por las calles, que cada vez es más y entiendo que es por la situación económica general”, dice.
En ropa para mujer lo fuerte está de avenida Avellaneda hacia Aranguren y las calles que la cortan. Se pueden encontrar vestidos entre $1500 y $2200, bikinis entre $1100 y $1500, enterizas a $1300, remeras entre $600 y $1000, polleras de jean a $1500, pantalones de jean entre $1900 y $2200, shorts de jean entre $1300, $1900 o palazzos a $1500 o vestidos de fiesta desde $1500 a $4000. En zapatería, hay oportunidades en calzado informal, por ejemplo, un par de zapatillas de estilo urbano se consigue a $3600, o sandalias de cuero entre $3300 y $3600.
Si bien gran parte de la propuesta de este centro comercial está dirigida a mujeres, los hombres tienen opciones para aprovechar. “Hago compras en las zona de vez en cuando, lo positivo es el precio y lo negativo es que hay que buscar mucho y no se puede probar. En el balance, la calidad es buena con respecto al precio”, comenta Lucas Ríos, de 21 años, también de Parque Chacabuco.
En Avellaneda hacia Bogotá y las intersecciones hay ofertas de todo tipo para ellos. Se encuentran pantalones de jean entre $1500 y $2200, remeras entre $600 y $1000, buzos entre $1500 y $2500, bermudas entre $1000 y $1500, camisas manga corta entre $1500 y $1800 o mallas a $2000 y boxers a $1000 el pack de tres en la zona de galerías.
Venta online
Aunque hoy tiene gran afluencia de público, la realidad es que la pandemia significó un duro golpe para la zona, que tuvo que reinventarse. Durante gran parte del 2020, los locales realizaron sus ventas de manera online, una modalidad con la que no tenían experiencia ni desarrollo, pero que resultó el único modo de seguir en actividad y que los locales mantienen, especialmente para ventas mayoristas.
“El año pasado lo online fue una explosión y este año volvió a parámetros más normales, porque se activó la venta física. La venta digital no estaba tan desarrollada, había quedado un poco antigua y todos tuvimos que mejorarla porque era la única forma de diferenciarnos”, dice Miguel Saberian, dueño de Valker, un local de ropa para hombres de la zona.
Por otra parte, si bien la venta física se activó durante los últimos meses del año y la zona trabaja mucho, las ventas no volvieron a los niveles anteriores a la pandemia. “La zona vende un 30% menos que antes de la pandemia, básicamente por la caída del poder adquisitivo de la gente, porque este polo se dirige a un público de clase media y media baja, que son los más afectados por la crisis económica”, sostiene Yeal Kim.
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