Brizuela, premio Alfaguara 2012
El escritor platense obtuvo el galardón por su novela Una misma noche, que se venderá como La repetición
Un robo cometido probablemente por los mismos policías en la misma casa y con la misma violencia con la que treinta años antes habían entrado para secuestrar a una persona es el hecho desencadenante de Una misma noche , que se conocerá en Buenos Aires a partir de junio como La repetición. Esta ficción escrita por el platense Leopoldo Brizuela, con el pseudónimo Pickwick, ganó el Premio Alfaguara de Novela 2012, dado a conocer ayer en Madrid, al ser elegida entre 784 originales de distintos países.
Inspirada en hechos reales y a partir de una experiencia vivida por el mismo Brizuela en su adolescencia, la novela pone al descubierto las trampas en las que consciente o inconscientemente incurre la memoria al recordar u olvidar los hechos para los que no tiene una explicación o palabras con las que hablar de ellos.
Si bien desde que envió el original al certamen, a fines del año pasado, Brizuela intentó combatir la esperanza de ganarlo para no decepcionarse después, una llamada de LA NACION de anteayer lo puso en alerta. "¿Lo habré ganado y el diario se enteró antes?", se preguntó erróneamente el escritor cuando recibió una llamada de esta cronista para pedirle su opinión acerca del fallecido escritor italiano Antonio Tabucchi.
Por eso ayer, cuando a las ocho de la mañana lo llamaron desde España su alegría lo desbordó. "Agradecí prolijamente a los miembros del jurado que me saludaron uno por uno y luego de cortar el teléfono pegué varios gritos", contó durante el diálogo con la prensa en el que mantuvo siempre la sonrisa y la humildad al responder cada consulta.
"Cuando escuchaba a Rosa Montero (hablar de la novela) comenzaba a aflorar en mí la emoción de que algo tan íntimo y particular esté en boca de otra gente", afirmó Brizuela luego de escuchar a la escritora española y presidenta del jurado referirse a su texto, por el que recibirá 175.000 dólares como premio. "Ese dinero me vendrá muy bien porque tengo a mi madre al cuidado de dos enfermeras", dijo el escritor, que vive de ese oficio y del dictado de talleres de escritura en Casa de Letras y en su propia vivienda, en La Plata, y que recibió ya varios premios (ver aparte).
Quince minutos fatales
Cuando tenía 13 años, a fines de 1976 o principios de 1977, el escritor, que ahora tiene 48, estaba tocando el piano cuando un grupo de hombres muy bien vestidos tocaron el timbre, entraron, requisaron su casa y salieron. Fueron quince minutos que marcaron su vida pero que sólo compartió muy pocas veces con su círculo íntimo.
"No me acordaba de que como no sabía qué hacer con un tipo parado al lado mío seguí tocando el piano durante esos quince minutos. Lo recordé leyendo una novela y me di cuenta de que vos podés negar algo durante treinta años, pero cuando te lo acordás necesitás significarlo, no te podés quedar con ese recuerdo a medias", contó al describir el hecho que despertó su deseo de contar a todos esta historia durante un diálogo con LA NACION.
Destacó que se trata de "una novela sobre el presente" y que intenta indagar sobre qué significa la responsabilidad. Si bien busca identificar la responsabilidad de los vecinos testigos o víctimas de hechos de violencia en un barrio, La repetición "no es una novela sobre la responsabilidad de tal o cual persona porque eso sería tener claro qué es la responsabilidad", advirtió.
Y agregó: "Una de las cosas que me guiaron al principio fue mi disidencia con los relatos. No eran Falcon verdes, eran Torinos; en mi casa no rompieron nada, estaban súper bien vestidos y llevaban Itakas".
Movido por el disgusto de escuchar siempre testimonios de gente que dice haber actuado con heroísmo durante el régimen de la dictadura militar, indaga en el miedo y la cobardía que puede sentir todo ser humano. Si bien la trama tiene muchos episodios autobiográficos, no lo es en su totalidad.
Esta novela es, según su autor, "una búsqueda de encontrar palabras para el horror; una búsqueda que es en vano porque quizá nunca podamos nombrarla pero que es incesante y de la que depende no sólo la existencia de la poesía sino la existencia de todos nosotros".
En la ficción, el narrador evidencia la posibilidad de describir los hechos y percibir las experiencias de formas muy diversas y hasta opuestas. "Me interesaba cómo un mismo recuerdo que uno lleva guardado tanto tiempo puede ser dicho de muchas maneras de forma que uno puede modificar ese pasado y, por tanto, modificarse uno mismo. A pesar de que la novela es oscura y llena de amenazas y de dolor, creo que también abre esta posibilidad de cambio", afirmó, y recordó que "en el momento en que estaba escribiendo sólo pensaba en desentrañar la historia".
Aludió a una afirmación de una de las escritoras que más admira desde su niñez, Flannery O' Connor. "No escribo lo que pienso sino que escribo para saber lo que pienso", dijo la autora estadounidense, a lo que Brizuela agregaría: "Escribí para tratar de entender, no escribí algo que ya entendiera de antemano".
El ganador
En las letras, desde chico
ESCRITOR MULTIFACÉTICO
Narrador, poeta y traductor, Leopoldo Brizuela nació en La Plata, en junio de 1963. Se vinculó con las letras desde muy chico por la influencia de su madre, dedicada a la docencia y al periodismo. Interesado en la música, fue alumno de Leda Valladares e integró un grupo coral. Sus primeros cuentos se publicaron en 1977, en la revista Oeste . Profesor de literatura, Brizuela fue colaborador de diarios como La Nacion, Clarín y Página 12. Su primera novela, Tejiendo agua, escrita a los 17 años, mereció el premio Fortabat en 1985. Con Inglaterra. Una fábula obtuvo dos distinciones: Clarín Novela y Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. La obra fue editada en varios países y tuvo muy buenas críticas en medios internacionales. Obtuvo el diploma al mérito en el rubro Cuento del Premio Konex. Su última obra fue Lisboa. Un melodrama (2010).
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