Boxeo boutique: cuando subirse a un ring ya no es sólo para pelear
Con fines recreativos, cada vez son más quienes eligen una disciplina antes reservada a gente humilde; mujeres, políticos, empresarios y hasta médicos lo practican para mejorar la calidad de vida
La atmósfera es similar a la de todos los gimnasios de boxeo. Apenas uno cruza la puerta de entrada los ojos se acostumbran a la penumbra, mientras que los oídos asimilan rápidamente los sonidos tradicionales: el chasquido de las cuerdas cada vez que alguien salta con fuerza sobre el entarimado, el golpe seco contra las bolsas, el crepitar del punching-ball, los resoplidos de las personas al respirar por la nariz mientras guantean y, cada tres minutos, el tañido agudo de la campana que marca el cambio de la rutina. A simple vista, son todos boxeadores. Sin embargo, en Karateca Box, la escuela de Jorge Medina, en un barrio pomposo de San Isidro, todo es más pulcro y lúdico. No hay hombres rudos de narices aplastadas y caras marcadas. No hay pibes con hambre de gloria. Hay empresarios, médicos, políticos, amas de casa, modelos y jóvenes que disfrutan del boxeo con otro fin.
"Acá no se forman campeones, simplemente viene gente con el objetivo de estilizar el cuerpo, mejorar la cabeza y bajar los decibeles", explica el Karateca Medina, ex boxeador y dueño del humilde, pero confortable gimnasio donde todos los días se entrenan alrededor de 150 personas.
Allí se puede ver a la camarista Fernanda Novo, mujer de Gustavo Posse, intendente de San Isidro; Laureano Campanella, corredor de TC, o a la actriz Eva De Dominici, que para representar un papel en la película Sangre en la boca, necesitaba instruirse en la materia. "Nunca antes había visto o practicado boxeo. Descubrí un deporte muy noble, que genera conducta", dice Dominici.
El pensamiento popular siempre asoció al boxeo con los sectores más pobres de la sociedad. Sin embargo, en contraste con esa creencia, en los últimos años su práctica registró un aumento en otras esferas sociales. Si había barreras prejuiciosas, de a poco comienzan a franquearse. No en la faz competitiva, pero sí en el modo recreativo y del cuidado físico.
No se conocen estudios que expliquen al detalle esta tendencia. Sin embargo, es evidente que hay costumbres que cambiaron. Algunos apuntan al furor que generó la aparición de boxeadores como Sergio Maravilla Martínez, el Chino Maidana o la Tigresa Acuña, que le dio a la actividad un impulso insospechado. Los gimnasios no dudaron en incorporar la leyenda "Boxeo para ambos sexos" en las entradas. Y lo que es más importante, las grandes cadenas, como Sport Club y Megatlon, agregaron la disciplina al abanico de opciones desde hace dos años.
"La demanda de la gente por practicar boxeo fue tan grande que lo tuvimos que incorporar como una alternativa más. Con el fin de enriquecer el entrenamiento, la salud y el bienestar, brindamos clases de técnicas específicas entre las que se encuentra el boxeo", comenta Germán Laurora, uno de los instructores de la red Megatlon, que ofrece la especialidad en todas las sedes del país. Y agrega: "La práctica de boxeo es una de las actividades más completas para el acondicionamiento físico. Es ideal para entrenar la resistencia, conseguir músculos tonificados y estar en forma. Además de desarrollar fuerza para aguantar los ataques del contrincante, es importante aguantar de pie y en tensión constante. Los beneficios son muchos: se aumenta la capacidad aeróbica y anaeróbica, la coordinación, la flexibilidad, la fuerza y potencia muscular. Los ejercicios en los que nos enfocamos son trote, saltar la cuerda, boxear con un oponente imaginario y puching ball".
Que las personas de clases altas no eligen disciplinas de riesgo como actividad física es una idea tan común como incorrecta. "No diría que solamente las personas con necesidades económicas eligen deportes de riesgo. Históricamente quienes han practicado rugby, que es un deporte de contacto y riesgoso por excelencia, provienen de sectores dominantes", aclara Verónica Moreira, antropóloga e investigadora del Conicet.
En el gimnasio del Karateca Medina, Miguel Pereira se muestra activo y disciplinado en las rutinas. Es un cirujano de 57 años que desde hace cuatro concurre seis veces por semana con el propósito de despejar la mente y cortar las tensiones a las que lo somete su exigente profesión. "En el boxeo encontré la mejor manera de expulsar el estrés que me genera el quirófano", dice Pereira, director del Hospital Municipal de San Isidro.
"Acá venís a entrenarte en serio, pero en un ambiente muy distendido. No hay nada más catártico que terminar el día dándole a la bolsa imaginando la carita de tu ex o de tu jefe", dice, entre risas, Mirta Cejas, una empleada administrativa de 43 años que retomó sus clases de boxeo hace un año con un solo objetivo: despejar la mente.
Hay referencias históricas. El gimnasio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires fue uno de los pioneros en la práctica recreativa del boxeo. Desde su apertura, a principios del siglo XX, fue el lugar elegido de muchas personas para su práctica, esto más allá de que luego el desarrollo competitivo no superara algún certamen interno, lejos de la actividad profesional. Jorge Newbery fue uno de los precursores.
Emiliano D'Ortencio, licenciado en alto rendimiento y técnico de boxeo en la Facultad de Derecho de la UBA, cuenta: "El boxeo recreativo consiste, más que nada, en que los chicos tengan una aproximación a lo que sería el entrenamiento real de un boxeador. Nuestro lema es 'hacete un tiempo y hacé deportes'. La idea de los que vienen al gimnasio de la facultad es hacer un deporte durante el tiempo libre".
Melisa Crescini, estudiante de artes audiovisuales en el Instituto Universitario Nacional, comparte su experiencia: "Comencé a practicar boxeo con la idea de hacer un poco de gimnasia y despejar la mente. Con el tiempo me fui enganchando cada vez más. Ahora estoy convencida de sacar la licencia para empezar a boxear con más seriedad". Sin embargo ese no es el objetivo de la Facultad. Si una persona quiere obtener la licencia debe abandonar la práctica en ese gimnasio.
En algunos casos, la práctica por motivos "estéticos" genera luego un interés por la actividad profesional. No son muchos, pero se despierta cierta curiosidad por aprender otros aspectos. ¿Cuáles son los atractivos? "Hay que saber mirar boxeo -explica Moreira -. En una primera instancia, desde una mirada ajena, se podría decir que es un deporte brutal, sanguinario, bestial. No obstante, para los espectadores y deportistas que eligen el boxeo, éste es táctica y técnica; pegar y no dejarse pegar; mover las piernas y 'bailar' en el ring; es vencer la defensa del rival y golpear con certeza; es destreza física e inteligencia. Pensar táctica y estratégicamente la pelea; saber solucionar los imprevistos del combate, etcétera".
El costo de la práctica varía de acuerdo con el tiempo y la dedicación que cada uno quiera darle. En la Facultad de Derecho, donde la única opción es el boxeo, la cuota es de 150 pesos mensuales y sólo para los estudiantes. En Sport Club o Megatlón, las clases de boxeo están incluidas dentro del plan de utilización de todo el gimnasio y el costo oscila entre 1100 y 1500 pesos. En el caso del gimnasio Karateca Box, de acuerdo con la cantidad de clases, el costo está entre los 350 y los 600 pesos.
La novelista y crítica estadounidense Joyce Carol Oates, alguna vez escribió: "Uno de los argumentos típicos para no abolir el boxeo es que proporciona una válvula de escape a la rabia de la juventud marginal, que puede ganarse la vida por sus propios medios peleando entre si, en lugar contra la sociedad que los oprime". El boxeo y la pobreza siempre fueron de la mano. Pero hoy es una válvula de escape que está más allá de los estratos sociales.
Por un lado está la moda que se instaló fuera del rango competitivo y responde a un boxeo estético. Pero por otro se encuentra también un cambio de paradigma en la identidad de los boxeadores actuales, ya sea en el plano amateur o profesional. Ernesto Cherquis Bialo, periodista y estudioso de esta materia, lo explica así: "Desde siempre, el boxeo fue una oportunidad para que muchos adolescentes y jóvenes pudieran salir de la marginalidad y ser aceptados como sujetos de una sociedad discriminadora. Daría la impresión de que la realidad de hoy es diferente. Hay mas boxeadores que eligen serlo, que aquellos emergentes desesperados por elevar el rango social. Esto cambió a partir de las comunicaciones, el marketing, el conocimiento más profundo de las grandes figuras... Monzón no quería tener más hambre, ni ver el esfuerzo de sus padres por salir del barro, ni ser castigado por algún policía o ver como lo hacían con sus hermanos. Hoy, creo, un Monzón de antes fijaría en las grandes estrellas su meta. Los chicos quieren ser como Mayweather o como Maravilla Martínez. Ser elegantes, ganar dinero, salir en la tele, hablar bien, recibir premios, ser distinguidos y queridos. Digamos que hoy el boxeador no es guiado por la miseria. Antes bien, se diría, es guiado «para ser como»".
Los clubes de boxeo durante mucho tiempo se negaron a aceptar gente que sólo estaba interesada en recrearse. Los prejuicios pueden ir en varias direcciones. Entre la nostalgia, el sacrificio y la esperanza, en tiempos de crisis, esos gimnasios tradicionales fueron los que mantuvieron viva la llama de este deporte en cientos de salones muchas veces descuidados y hasta galpones que existen en el área metropolitana.
Con el tiempo, agobiados por problemas económicos, tuvieron que ceder y aceptar a esta nueva especie de boxeadores no competitivos. Otros se ubicaron en un camino intermedio. Los aceptaron, pero con la condición formativa elemental y con la búsqueda de que tarde o temprano, se dediquen a la competencia. Es el caso de un bastión, el Almagro Boxing Club, uno de los los primeros en afiliarse a la FAB. Nacido en 1923 y cuna de grande figuras de nuestro boxeo, se aceptó el ingreso de nuevo público, pero siempre manteniendo el eje central de la formación de boxeadores. "La idea de los que vienen a hacer boxeo recreativo a nuestro gimnasio es que tarde o temprano terminen solicitando la licencia y siendo boxeadores. Por lo general, los que asisten suelen ser jóvenes entre los 16 y los 21 años. En ellos me enfoco más en la enseñanza, porque sé que son los que pueden tener mayor potencial e intenciones de boxear deportivamente".
El neuquino Matías Vidondo estaba a punto de recibirse como médico en la Universidad de Rosario, pero su vida cambió de repente. Por problemas de salud le sugirieron adelgazar. Hacía artes marciales, pero le gustó más el ambiente del boxeo, actividad que combinaba con los estudios. Arrancó tarde, a los 33 años. Hoy tiene 38 y abandonó la universidad. Su profesión es boxeador. Es campeón argentino de los pesados, título que obtuvo en 2013 en un combate contra Fabio "la mole" Moli. "Me faltaban rendir algunos finales nada más. Podría decir que la carrera de medicina la deje stand by. Por ahora le doy prioridad al boxeo. Pero mi objetivo cuando me retire sigue siendo recibirme de médico" , dice Vidondo. Ahora, hoy, disfruta más sobre un ring.
Un programa con 139 chicos
$ 150
por mes
Es el valor que abonan los estudiantes de la Facultad de Derecho de la UBA para practicar boxeo recreativo dos veces por semana. Es el costo más económicoEn una encuesta realizada por el Enard y la Federación Argentina de Box, de cara al programa Buenos Aires 2018, que se encargó de reclutar jóvenes talentos de hasta 15 años para los Juegos Olímpicos de la Juventud, sobre 700.000 chicos, 7000 eligieron al boxeo como deporte favorito o que les interesaría practicar.
De ese grupo y luego de distintas pruebas físicas y médicas, 139 fueron seleccionados para iniciarse en la formación de esta disciplina que forma parte del programa olímpico juvenil desde sus orígenes en Singapur 2010. Lautaro Moreno, uno de los responsables del boxeo amateur de la FAB y coordinador del Enard, comentó: "Lo positivo es que esos chicos eligieron la actividad y no se sumaron sólo desde la marginalidad".
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