Cada vez más varones entran al mundo del “rejuvenecimiento” a través de la aplicación de toxina botulínica y los tratamientos capilares
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Siempre se interesó por la moda y la estética. A Belisario Fenzel, de 36 años, dedicado al mundo de la producción agropecuaria, le gusta “verse bien”. Y la pandemia, dice, fue un punto de inflexión porque en esas miles de horas que pasó frente a la pantalla de la computadora, entre reuniones virtuales y conferencias, empezó a notar algunas arrugas en su cara a las que antes no les había prestado demasiada atención.
“Con cosas más básicas como limpiezas de cutis, depilación con láser y otros tratamientos, que hace muchos años podría decirse que solo se hacían las mujeres, ya había empezado. Pero fueron esas arrugas las que me llevaron a averiguar un poco más sobre el botox [toxina botulínica] y antes de aplicarme cualquier cosa investigué y me informé”, dice Belisario, que menciona el caso de Silvina Luna y apunta contra la mala praxis y la importancia del profesional con el que uno decide atenderse.
“Quería algo natural. Muy sutil y sin perder expresión en el rostro. Borrar un poco esas patas de gallo y alguna arruga marcada en el entrecejo. No me costó demasiado tomar la decisión, quedé muy contento con el resultado y cada seis meses repito el tratamiento. Unas dos veces por año”, cuenta Belisario, y desliza que pasó de recibir algunas bromas y comentarios burlones de parte de sus amigos a preguntas más interesadas, incluso hasta el contacto de la clínica donde hoy se aplica la toxina botulínica.
“Hasta el más conservador de mis amigos, ese que nunca hubieses imaginado preocupado por su cuidado personal, algo hace por verse mejor. Aunque sea usar alguna crema. Creo que cada vez más hay hombres que se están animando al botox”, arriesga.
Tres de cada diez pacientes son hombres
La sensación de Belisario no está errada. En la Clínica Milito, donde él se atiende desde hace un tiempo, las visitas de hombres que consultan por primera vez aumentaron un 40% en el último año, y con respecto a la cantidad que hoy se aplican toxina botulínica, tres de cada 10 pacientes son varones.
“Al ser un tratamiento rápido, que demanda poco tiempo y el resultado de rejuvenecimiento es muy bueno, tiene más aceptación entre los hombres que una cirugía, a las que todavía no se animan tanto. Y si bien la toxina botulínica empezó utilizándose para relajar las arrugas de la frente, entrecejo y patas de gallo, luego su uso se fue ampliando. Se recomienda para tratar el exceso de sudoración, conocido como hiperhidrosis. Especialmente hombres que transpiran muchísimo las manos, aunque también para el exceso de sudoración en las axilas, que alivia a los varones en épocas de calor algo cuando van vestidos con camisa y traje por cuestiones laborales”, enumera el cirujano plástico Michael Guibert Milito.
Como Ken, bien torneado y sin arrugas
Para los expertos consultados por LA NACION, el botox suele ser la puerta de entrada de los hombres al mundo del “rejuvenecimiento”, junto con los tratamientos capilares y las técnicas de injerto para batallar contra la calvicie. También hay una tendencia a definir más la quijada; con un mentón algo más pronunciado y varonil. Otro de los tratamientos que crece entre los hombres, según los especialistas, es el modelado corporal mediante la lipoescultura láser, una técnica que según explica Guibert Milito ayuda a que la piel se retraiga y se pegue más al músculo.
“Un cuerpo más torneado, y aunque para eso sí hay que entrar al quirófano, la técnica es mínimamente invasiva y la recuperación es rápida”, explica el especialista, que también es miembro adherente de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (Sacper).
El fenómeno Barbie, después del estreno de la megataquillera película de Greta Gerwig, reavivó la discusión sobre las distintas interpretaciones que las mujeres hicieron y hacen de los valores estéticos que transmite el producto. Pero no fue solo en el mundo femenino. Según consignó recientemente el diario The Guardian, destapó un aluvión de hombres que averiguaron por tratamientos cosméticos.
“La industria de la belleza parece haber llegado a un punto de saturación total cuando se trata de hacer que las mujeres se sientan inseguras acerca de su apariencia, por lo que ahora ha dirigido su atención a hacer que los hombres se sientan igual de sofocados por las constantes imágenes inalcanzables que se les presentan”, apuntó el diario británico en referencia a la figura de Ken, el papel interpretado por el actor Ryan Gosling, que reúne varias de las condiciones mencionadas.
Según la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos, la cantidad de dinero que los hombres gastan en tratamientos de botox ha aumentado un 400% desde 2000. Solo en 2020, se estima que 265.000 hombres se sometieron a procedimientos con toxina botulínica. En la Argentina no hay datos precisos, pero según coinciden los expertos consultados por LA NACION, ellos también son cada vez más y están dispuestos a gastar plata para “verse mejor”. Aunque el modelo de Ken, asegura la doctora Ana Bogado, una de las directoras del centro de medicina estética Fimedical, no es el mejor reflejo del modelo criollo.
“Algo natural, que no se note”
“Los modelos y las referencias estéticas que maneja la gente tiene que ver mucho con la sociedad en la que vive. Por ejemplo, la norteamericana, la rusa o la brasileña son sociedades donde a la gente le gusta más la estética Barbie o Ken, de caras diagramadas a la perfección. En cambio, los argentinos piden naturalidad. Verse mejor pero que no se note”, asegura Bogado, directora de Fimedical junto con su socia, Lorena Stubrin.
¿Cuánto gastan por una inyección?
El gasto promedio de un hombre en este rubro, coinciden los cirujanos plásticos, es menor que el que desembolsa la mujer. Pero los varones son decididos. “Si ya están convencidos no le dan tantas vueltas al asunto, y gastan 100.000 pesos en un tratamiento de botox sin problema”, grafica Bogado, que acuerda con sus colegas en el alcance que tiene la toxina botulínica como experiencia iniciática.
Antes de dar el primer paso, los hombres quieren despejar algunas inquietudes. “Con respecto de los miedos más comunes en cuanto a la aplicación de toxina botulínica, la gran mayoría de pacientes dice que no quiere quedar con esa cara frizada, con ese gesto de susto que era muy común hace muchos años atrás, diría unos 20 años atrás, cuando se aplicaba en grandes cantidades –señala Augusto Barrera, que forma parte del staff del servicio de cirugía plástica del Hospital Churruca Visca y es director médico de Cala Medicina Estética–. Hoy, se busca un efecto natural, y los pacientes quedan tan conformes con el resultado que el 95% que se hizo una aplicación, vuelve al consultorio. Siempre les digo, a modo de chiste, que esto es un camino de ida, porque es raro que un paciente que se aplique botox no quiera volver a aplicarse. La única contra, quizá, es precisamente la duración bastante corta. El efecto dura entre 4 y 6 meses, en el mejor de los casos”.
Fabián Vitale tiene 54 años. Empezó por los tratamientos para la caída del pelo, con plasma rico en plaquetas que se aplica en el cuero cabelludo, y siguió con esa misma técnica en el rostro hasta que la doctora Bogado, con quien se atiende desde hace una década, le sugirió que se aplicara botox. “No me interesaba mucho porque era algo que me tenía que inyectar. Pero finalmente me convencí y desde el año pasado comencé con las aplicaciones para relajar un poco la tensión en el entrecejo y algunas arrugas. Indudablemente, noté el cambio y quedé súper conforme”, reconoce.
No al metacrilato y la silicona
Mientras el porcentaje de pacientes sube, la edad de inicio baja, y aunque en algunos centros de estética refieren que el hombre comienza con este tipo de tratamientos alrededor de los 40, los casos como el de Belisario marcan un nuevo rumbo. “Tenemos varios pacientes cerca de los 35 años, porque cuando la toxina botulínica se aplica en microunidades para disminuir la contracción del músculo el efecto es muy natural. Somos muy conservadores con la aplicación de botox, y lo más importante es estar en manos de un médico especializado y que conozca bien la anatomía facial, un cirujano plástico con experiencia, porque de no ser así se pueden tocar otros músculos de la cara y el resultado puede ser muy contradictorio”, alerta la cirujana plástica Mónica Milito, miembro de la Asociación Médica Argentina (AMA).
Y pide la palabra para hacer referencia al caso de Silvina Luna: “Quiero explicar que la cirugía plástica está para hacerle bien a la gente, porque todos tenemos el derecho de querer sentirnos mejor. El campo de la cirugía plástica es inagotable y nos permite solucionar problemas, corregir imperfecciones o sanar una quemadura. No está para lastimar a nadie ni provocar la muerte por la aplicación de un producto que no debe usarse. Para ser cirujano plástico hay que formarse, llevo más de 40 años en la profesión y nunca dejé de capacitarme. Siempre les digo a mis pacientes que cualquier cirugía debe realizarse en un sanatorio y en manos de un profesional formado. Hay que asesorarse y no basarse en lo que dijo la vecina del country o el compañero en la oficina. No al metacrilato, la silicona y toda esa porquería que no debe inyectarse”, cierra con énfasis Milito.
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