Juana de Ibarbourou, 6 de abril de 1947. "Dejar por ti, más ocre que toda la miseria, / Mi fulgurar de abejas, de plantas y luciérnagas, / Y aún tú, la cegadora, no quererme en tu valle / Donde todos los días los caminos entregas" (fragmento del poema "Del frustrado suicida") /// Alberto Gerchunoff, 3 de enero de 1943. "La civilización requiere que el despliegue en lo material aumente su receptividad o su existencia se limitaría a lo imprescindible. Somos un pedazo de humanidad crudo"
4 de julio de 1943
"Poema conjetural" es uno de los escritos mayores de Jorge Luis Borges, y para probarlo bastaría el hecho de que el propio autor decidió incluirlo en la escueta Antología Personal, que preparó para la editorial Sur en 1961, incluso antes de su publicación definitiva en el libro El otro, el mismo, de 1964. Desde muy temprano, Borges mantuvo con los medios periodísticos una relación sumamente estrecha, y la mayoría de sus ensayos, cuentos y poemas vieron la luz primero en revistas y en diarios, sobre todo LA NACION, para cuyos concursos literarios también fue jurado. "Yo que anhelé ser otro, ser un hombre / de sentencias, de libros, de dictámenes, / a cielo abierto yaceré entre ciénagas; / pero me endiosa el pecho inexplicable / un júbilo secreto. Al fin me encuentro / con mi destino sudamericano", dice Borges que piensa Francisco Laprida antes de ser asesinado. Algunos vieron no solamente una evocación, sino también una alegoría borgeana del nuevo tiempo que venía para la Argentina.
Churchill, indomable centinela de la libertad
5 de mayo de 1945
EL GUARDIÁN DE LA ISLA
por Alfonso de Laferèrre
Un inolvidable retrato histórico e intelectual del artífice de la victoria aliada, político, combatiente y poeta
Todo lo aconsejó, todo lo previó, con lucidez de estratego y acento de visionario, en esa campaña memorable. Winston Churchill anunciaba las proyecciones que adquiriría la guerra aérea y reclamaba obras urgentes de defensa, aunque sin disimular que sus compatriotas estaban condenados "a larga, indefinida y agonizante inferioridad". Pero creía en la resurrección, descontaba el valor decisivo de la cooperación norteamericana, predecía el papel formidable que tocaría desempeñar a Rusia. Y, sin embargo, sus advertencias no lograban conmover al mayor número. Continuaban desconfiando de su fantasía, y mientras la derecha lo juzgaba imprudente, la izquierda lo denigraba como belicista vociferador. (...)
En todos los rincones del orbe se esperaba su palabra para retemplar el valor. "Toda la furia y todo el poder del enemigo -había dicho en el instante del peligro supremo- han de volcarse muy pronto sobre nosotros. Hitler sabe que tendrá que destruirnos en esta isla o perder la guerra. Si podemos hacerle frente, toda Europa puede ser libre?". Anhelaba que al cabo de mil años la humanidad pudiera decir del Imperio británico: "Esa fue su hora más hermosa". Realizado el prodigio, la indomable voluntad de Churchill, reflejada en sus discursos, se comunicaba en ondas magnéticas a través de las naciones, como si acompasara un ritmo universal. Esos partes de guerra eran síntesis magistrales de la situación militar y política, en la que se estaba marcando el sello de su garra; y su vocación de artista nato hallaba siempre el modo de exornarlos con toques que se elevaban a las cumbres de la belleza literaria. Combatiente y poeta, analizaba los aspectos prácticos de la contienda y cantaba su magnificencia moral, con los pies firmemente plantados en el suelo y la mente arrebatada por celestes reminiscencias.
Hay entre las fotografías de la guerra una particularmente conmovedora. Es la que muestra a Winston Churchill, descubierto e inclinado como en una oración, en medio de los escombros de la Cámara de los Comunes. Bajo esos muros yacían grandes recuerdos de su vida. Allí pudo escuchar en la niñez a su padre, como Pitt al viejo Chatham; allí se habían producido los mejores triunfos de su carrera y flotaban los espectros de algunos de los amigos que más quiso y admiró: John Morley, Joseph Chamberlain, Asquith, Blafour; allí quedaba sepultado "el viejo mundo de la cultura y la calidad, de las tradiciones y las jerarquías, de los valores y el decoro", como escribió en su semblanza elegíaca de Morley. A ese viejo mundo, creador del Imperio, no pudo guardarle la invariable fidelidad que su raza ducal reclamaba, en oposición a su parte de sangre burguesa. Pero siempre lo veneró. (...) Concluida hoy la epopeya, comprobará que, al hacerlo, ha servido también a la humanidad, y que es su egoísmo nacional, precisamente, el que le vale la adhesión, la gratitud y la ternura de todos los hombres civilizados, deudores de Albión y solidario de su destino. (...)
Su figura empieza a confundirse con las que señorean la historia y la leyenda. Ya lo vemos partir hacia los países donde no se muere. (...) Su rubicunda estampa, diversa bajo sombreros pintorescos y casacas sin solemnidad, quedará incorporada a la imaginería legendaria del mundo. Se lo evocará ensayando armas nuevas, animando con solicitud paternal a las poblaciones bombardeadas, de pie en los puentes de su querida flota, volando sobre los continentes, saltando a las costas de invasión, cruzando el Rin en pos de sus legiones, marchando al encuentro de sus pares con el cigarro entre los labios. Mas sobre todas esas imágenes movedizas, reflejo de su infatigable acción, prevalecerá la que lo conciba erguido frente al mar brumoso, como si prolongara las nativas rocas, guardián recio y astuto de su isla inconquistable, lírico y arrogante centinela de la libertad.
La asunción de Perón
4 de junio de 1946
Con el juramento de Juan D. Perón como presidente de la República, y de J. Hortensio Quijano como vicepresidente, empezó una nueva etapa de la política argentina. En su discurso ante la Asamblea Legislativa, dijo Perón: "El proceso revolucionario abierto el 4 de junio de 1943 se cierra el 4 de junio de 1946, y, una vez incorporada la savia vivificante del pueblo, las armas de nuestro Ejército vuelven a los cuarteles con la gloria de haber contribuido a implantar la justicia social".
La bomba atómica llenó de horror a Hiroshima y al mundo
6 de agosto de 1945
"Hace dieciséis horas, un avión norteamericano ha lanzado una bomba en la importante base militar japonesa de Hiroshima. Esa bomba tiene más poder que 20.000 toneladas de TNT. Posee un poder dos mil veces superior al de las bombas británicas 'Grand Slam'. Los japoneses iniciaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Se les ha retribuido con creces. Y este no es todavía el fin. Con esta bomba hemos agregado un nuevo y revolucionario aumento de la destrucción. Es la bomba atómica. Se sirve del poder básico del universo". Este comunicado de la Casa Blanca, firmado por el presidente Truman, marcó el principio del fin de la Segunda Guerra y el nacimiento de la era atómica.