En Brandsen al 500, el Cuartel de Bomberos Voluntarios de la Boca es un emblema del barrio. Cumplirá 135 años el 2 de junio y, además de ser el primero en su tipo de nuestro país, es pionero en la incorporación de mujeres. Para recibir a LA NACION, cinco de las veinte bomberas del cuerpo y dos aspirantes se sientan alrededor de una mesa. Están en el casino (una especie de comedor) que queda al lado del vestuario rápido, dónde se cambian para salir. Con entusiasmo perfuman el lugar, bromean al pedir photoshop, se apasionan y convidan un mate dulce.
Y cuando todavía estamos rompiendo el hielo, una sirena las pone en alerta. "Es un llamado. Lo están chequeando", me explican. Y no pasan tres minutos hasta que sí suena la alarma. Entonces se levantan tirando las sillas por el impulso, corren, se ponen el equipo y se suben al autobomba con tres compañeros. La alarma sigue sonando y la unidad toma la calle con un destino y razones que no llegué a preguntar. Todo ocurre en dos minutos y veinticinco segundos.
En la mesa queda la bombera Melany Fernández, de 21 años, que está de licencia, tiene un bebé de ocho meses y viene de Zona Oeste. Además, están las aspirantes: Analía Jaime, que tiene 32, es policía, mamá de tres y vive en Avellaneda; y Andrea Calvo, de 53, que es profesora de educación física, guardavidas, rehabilitadora cardíaca, vive en San Telmo y tiene dos hijos que rondan los veinte.
"Parece que fue un escape de gas. Seguro que vuelven pronto", anticipa Melany. Y cuenta que el agua y el fuego suelen hacer estragos en aquella zona de casa precarias, donde además trabajan los cuarteles de San Telmo, Vuelta de Rocha y el número 3 de la Ciudad de Buenos Aires. Claro que ninguno es tan célebre como el de La Boca.
"De acá salió el rescate del auto que cayó al Riachuelo hace unos meses. Mis compañeros estuvieron cuatro horas en el lugar. Yo fui de apoyo", agrega Andrea. Ambas terminaron la instrucción de un año y dos meses en año pasado. Rendirán examen en los próximos días. Y, si Dios quiere, se recibirán el 2 de junio, Día Nacional del Bombero Voluntario en honor a la fundación de este mítico primer cuartel. "En la mayoría de los cuarteles los cursos duran sólo seis meses. Acá el doble. Y el bautismo de fuego –esa primera vez que salís a una intervención– es dos meses más tarde", apunta Analía.
UN HOGAR EN LA BOCA
El cuartel tiene un sector histórico, dónde además del primer autobomba con tracción a sangre (de 1884) está la célebre unidad azul y oro, colores emblema del barrio. Mientras que en el sector nuevo –se terminó en 2014– hay una habitación para hombres, otra para mujeres, una para huéspedes y vestuarios, además del casino y la cocina. Se organizan por turnos y todo se solventa con los ingresos de los servicios de prevención en recitales y eventos deportivos.
"Además albergamos a bomberos que llegan a Buenos Aires por algún tema puntual. Hemos tenido venezolanos exiliados o papás del Interior que tienen que atender a su hijo en el hospital. Los bomberos del mundo saben que acá tienen dónde dormir", asegura Analía. Con sus compañeras apunta que el cuartel es una gran familia, que nunca sufrieron situaciones de acoso y que sus compañeros les dicen que si en la calle alguien se desubica, avisen para denunciar.
Justo entonces vuelve a sonar otra de las alarmas y las chicas advierten: "Volvieron. Están estacionando la unidad". Media hora después de haber salido, las cuatro bomberas abocadas al escape de gas se vuelven a sentar en la mesa del casino. Lorena Rivarola Gimenez, de 22 años, es paraguaya, madre soltera de una nena de siete, trabaja en limpieza, estudia farmacia y vive en La Boca.
Sofía Alegre tiene 20, vive en Almagro, está sin trabajo y quiere estudiar Nutrición en la UBA. Guadalupe González, de 42, es peruana, vive cerca del cuartel, tiene tres hijos y es la que está hace más tiempo del grupo. Mientras que Ariadna Jaritoniuk, de 25, está terminando el secundario, vive con su mamá en Floresta, pero además duerme con su pareja, Sofía, que hoy está de visita en el cuartel. Y si hablamos de amor, el cuartel de La Boca tiene más de un romance en su haber: el oficial Alegre y la oficial Salcedo o el oficial Giordano con la bombera Di Magio, entre otros.
–Chicas, ¿cómo llegaron a ser voluntarias acá?
Sofía: Por mi papá, su mujer y mi tío, que son bomberos del cuartel. Siempre quise entrar. Hoy vivo más acá que en mi propia casa.
Lorena: Yo pasaba todos los días cuando llevaba a mi nena a la escuela. Hasta que un día pregunté y me quedé. Me gusta la adrenalina porque me olvido de mis problemas.
Ariadna: Empecé a estudiar para bombero porque quería trabajar con perros de rescate. "Si voy a elegir un cuartel, elijo el primero, que además es azul y oro", pensé. Mandé un mail, entré y ascendí el año pasado. Con cada salida confirmo que quiero ser bombero.
Melany: Yo lo veía en el papá de mi ex pareja. Con 17 años hice el curso y ¡ahora no me sacan más! ¿Sabés lo que es la adrenalina de subirte al camión con la sirena sonando? Además, cuando lo hacés como voluntaria, por vocación y amor al prójimo, lo hacés con más ganas.
Guadalupe: De chica, en Lima, quería ser bombera, pero mi mamá no me dejaba. Cuando emigré y me vine a La Boca, me gustaba escuchar la sirena. Hasta que un día, hace quince años, me animé y pregunté si podía hacer el curso, pero me dijeron que no se aceptaban mujeres. Entonces me fui a llorar al río. Unos años más tarde, pasé por un incendio en un conventillo y vi que había bomberas. Entonces volví a preguntar, tomé una primera clase, pero me dijeron que el límite de edad eran 35 años. Otra vez, ¡me fui a llorar al río! Hasta que me tocó la desgracia: se incendió mi casa. Fue el 12 de septiembre del 2012. Salvé a mi nieto y a mi hijo. Y cómo sabía de incendios, cerré las llaves de gas. De la noche a la mañana me quedé sin nada. Me contuvieron los bomberos del cuartel. Los conocía porque aquí hace karate mi hijo menor, que es cinturón negro. Entonces los nuevos jefes hicieron la excepción y me recibieron a los tres días de perder todo. Hice la instrucción y voy a cumplir siete años como bombero. Además, pude levantar mi casa a pulmón. No será mía, pero tengo un techo digno.
Analía: Mi marido es bombero hace muchos años en Avellaneda, pero allá no aceptaban mujeres. Más me decían que no y más ganas me daban de seguir intentando. Llegué acá porque él vino de prestado, conoció al grupo y me alentó a dejar el currículum. Así empecé la instrucción. No veo la hora de jurar. Siempre me gustó ayudar y cuidar a la gente en situación de calle.
Andrea: Trabajo como docente en un jardín del barrio y vi como a unos chicos se les quemó la casa. Entonces dije: "Voy a ser bombera de La Boca". Llegué con 52 años y me aceptaron a pesar de que estoy pasada en edad. Por eso entreno aparte. ¡Quiero que me llegue el bautismo de fuego!
–¿Y en sus entornos las apoyaron para que fueran bomberas?
Ariadna: Mi mamá está orgullosa y mi novia me conoció así.
Melany: A mi me bancó todo el mundo. Mi papá estuvo en la policía y fue enfermero.
Andrea: Mi mamá, mi marido y mis hijos me decía que no. Hoy entienden mi vocación. Y mi papá siempre quiso verme con el diploma. Me voy a jubilar en siete años, pero voy a poder ir a las escuelas a compartir mi experiencia.
Analía: Mi papá no estaba de acuerdo, pero mi marido me entiende porque es bombero.
Sofía: Mi papá también es bombero pero ¡no quería que me gustase!
Guadalupe: A mi esposo le molestaba un poco al principio, pero ahora me trae hasta el cuartel.
–¿Dirían que las mujeres somos más valientes que los hombres?
Analía: Sí. Capaz está mal, pero yo ya no tengo miedo a nada. Las que parimos somos nosotras. ¡Imaginate si vamos a tener miedo!
Andrea: Totalmente. Vamos al frente.
Melany: Es que para ser bombero tenés que ser valiente. Vivimos experiencias límite. El año pasado tuve una intervención en un local que se prendió fuego por una discusión entre personas adictas. Murió un bebé de seis meses… Y la otra vuelta estuve bajando y sacando gente en un choque de colectivos, en la avenida Montes de Oca. Uno tras otro. Sólo ahí te das cuenta si estás hecho para ser bombero.
Guadalupe: Yo no me olvido de Iron Mountain. Estaba cuartelando y salí como segunda dotación. Desde las ocho de la mañana hasta a la una de la madrugada. Perdí un compañero de un cuartel vecino. Fueron 21 días de hacer relevos. Más de una vez me tocó irme de un cumpleaños porque sonaba la alarma, volver y que me estén esperando con la torta intacta. Claro que somos valientes.
–¿Cómo rompen con el prejuicio de que no somos lo suficientemente fuertes como para ser bombero?
Ariadna: Trabajando mejor que los hombres.
Sofía: Tal cual. Con los hechos. Haciendo todo a la par de ellos. Muchas veces me quieren ayudar y les digo: "Gracias. Pero si no puedo, te aviso". Estamos muy bien entrenadas.
Melany: Podemos salir de pitonero –con la mangueras al frente– al igual que ellos. Así como manejar la motosierra o la sierra circular.
Andrea: Estamos realmente empoderadas. Y eso tiene que ver además con que muchos hombres cambiaron la cabeza. Los jefes nos dieron la posibilidad. Y los compañeros siempre nos alentaron.
–Es decir que estamos en un cuartel feminista, dónde hay igualdad de género…
Andrea: Claro. No estamos acá para las cosas de la casa del cuartel. De hecho si yo hice la comida y agarro el trapo, mis compañeros me dicen: "Lo paso yo. Vos ya cocinaste". Se nos respeta mucho.
Melany: O por ejemplo en una guardia un oficial ponía los nombres de todos en una bolsa para repartir las tareas por sorteo. Nos tratan de igual a igual. Todos hacemos todo.
Sofía: Además, cada año se anotan más mujeres que el año anterior.
Ariadna: En la última inscripción fue la misma cantidad de mujeres que hombres. Es mucho.
Sofía: A la gente le gusta que rompamos estereotipos. En varias intervenciones me piden sacarse una foto conmigo. Se nota que pisamos fuerte.
Guadalupe: ¿Vos te das una idea de lo que es entrar a este cuartel? Porque además de mujer, soy inmigrante. J1 (Comandante General Marcelo Medina, jefe del cuartel) me tendió una mano sin conocerme. Y ahora que mi hijo necesita referencias para entrar al Pío IX, le pedí permiso para poner el teléfono del cuartel a J2 (Comandante Juan Carlos De Luca, Jefe Segundo) y me contestó: "Claro, pero además dales mi celular. Yo les puedo dar referencias". Por eso estoy convencida: estoy haciendo las cosas bien como mujer, como madre y como bombera.
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