La franja de turistas de entre 18 y más de 30 años invadió las playas de la costa; las salidas, los after beach y los tragos se llevan la mayor parte del presupuesto; por día pueden desembolsar unos 50.000 pesos
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MAR DEL PLATA.-Sorprende la abundancia de termos y mates sobre la arena. Rondas que se agrandan a medida que avanza la tarde y se generan contactos cercanos. Es un momento de respiro. Los chicos de aquel lado; las chicas, del otro. Charlas, chapuzón, sol, comentarios sobre la noche de anoche y el programa de la que vendrá con otra madrugada de diversión entre fiestas, parlantes y tragos, pero también de bolsillos en llamas.
Hay algún almuerzo tardío o una merienda en la playa. Y la previa, que se hará en un alojamiento que requerirá una inversión en la góndola del supermercado. El transporte, la entrada para bailar y, lo más duro del presupuesto de vacaciones, las consumiciones puertas adentro. “Si la hacés bien no bajás de 50.000 pesos por día”, coinciden esos turistas que tienen entre 18 años y un poco más de 30 y que son, desde hace un par de temporadas, en buena medida el renovado motor del verano marplatense.
Y si parece mucho, en especial para estos tiempos, el número puede ser aún mayor. Contemplando además los costos de pernocte y en particular si se asiste a alguno de los grandes eventos, como las presentaciones de DJ internacionales, la cifra diaria puede crecer hasta el doble. O más también. Es decir, un tercio de un salario mínimo o el equivalente a una jubilación mínima se va en un chasquido de dedos.
“Alquilamos una casa entre diez y tenemos solo de alojamiento 18.000 pesos cada una por día”, cuentan tres de diez amigas de Buenos Aires que vinieron a quedarse durante una quincena y eligieron un chalet generoso en ambientes a tres cuadras de la ruta 11, en la zona de Chapadmalal.
Ese segmento es una de las apuestas pospandemia más fuertes de Mar del Plata para recuperar el caudal turístico. Desde el Ente Municipal de Turismo y Cultura afirman que cuatro de cada diez visitantes son jóvenes. Y esa respuesta no solo llegó en volumen de arribos, sino también en un porcentaje de gasto fuerte. Focalizado, es cierto, sobre un segmento que tiene que ver en gran medida con la nocturnidad, que creció y ameritó un despliegue de controles especiales por parte del municipio.
Federico Goransky, uno de los responsables de Bruto entre otros locales de gastronomía y diversión nocturna en Playa Grande, dijo a LA NACIÓN que se trabaja bien porque “se siente que los jóvenes han venido mucho más que las familias”. Advierte que el consumo “no ha crecido” con respecto a la temporada anterior y sí resalta como variable que hay más público de fin de semana. “De jueves a domingo”, precisó.
Presupuesto
La coyuntura económica también golpea por esa franja etaria que, aún en estos tiempos difíciles, se deja llevar por esta enorme atracción que son los paradores, los after y esas madrugadas de pasos de baile y conquistas hasta bien avanzado el amanecer. Están los que pueden y piden sin mirar el precio en las barras, pero son muchos más los que llegan con lo justo, aunque siempre dispuestos a dejar todo.
“Elegimos venir pocos días, pero con la certeza de disfrutar bien y gastar lo mejor que se pueda”, confirman Augusto Balbidare, Joaquín Toledo, Ramiro Galarza y Franco Bertino, de General Pico, La Pampa. “Si fueran 10 días, por ahí regulás un poco más”, acotan sobre el ritmo de gasto decidido. Alojados en Mar del Plata, tomaron el automóvil y con otros amigos recorrieron casi 30 kilómetros para conocer y disfrutar estas playas con menos ruido, en Chapadmalal.
De las consultas con este perfil de veraneantes surge una verdad contundente: la principal porción del presupuesto está en las bebidas, en particular cuando tienen que consumir dentro de los espacios de esparcimiento. Sean paradores que, al atardecer habilitan sus pistas, o los bares o discotecas que funcionan desde la medianoche.
Describen un ritmo promedio que impacta. Suelen hacer un fondo común para las compras en mercados, que servirá para nutrir las heladeras –la del departamento, la casa o el hostel y también la portátil- con botellas. Bebidas blancas y Fernet, con sus correspondientes gaseosas de corte, marcha a la cabeza de las preferencias.
“Un vaso de Fernet con cola no baja de 4000 o 5000 pesos, y dos o tres es lo mínimo que te tomás por noche”, detallan Renato y Santiago, de La Plata, que llegaron el jueves y entre el viernes y el sábado gastaron 45.000 pesos cada uno. “Eso solo en entradas, bebidas y el transporte del centro al faro”, se refieren a los taxis, los remises o las aplicaciones que son otro costo fuerte de las vacaciones. Los primeros rondan los $7000 el tramo. Las otras opciones pueden ser mucho más, dependiendo de la incidencia de la demanda.
Ana, Martina, Joaquina y Milagros son de la Capital y con otras amigas también se instalaron en cercanías de Chapadmalal, donde ya habían recalado en temporadas anteriores. Dicen que en Año Nuevo gastaron $20.000 para ir a bailar.
Por estos días, en los locales de Playa Grande, la entrada cuesta entre $6000 y $8000 para las mujeres. En el caso de los hombres, ese pase llega a los $15.000. Los costos se optimizan cuando se recurre a un formato denominado de venta de mesas, que son accesos grupales de 8 a 12 personas que incluyen también consumiciones y, en la instancia VIP, también el parking para dos automóviles. En esos casos, el presupuesto conjunto puede ir desde $150.000 hasta $360.000, según el lugar o el evento, y asegura una buena cantidad de botellas sobre la mesa.
“Pasarla bien”
“Una botella de vodka bueno en el boliche la pagamos 50.000 pesos, y con suerte nos alcanza para dos tragos cada uno entre cinco”, explican Chiara, Sofía, Ruth, Román y Ezequiel, de Palermo y Olivos, compañeros de estudio allá y convivientes por una semana acá, en estas vacaciones en una casa de la zona del Faro. “Ahorramos o nos cuidamos en las comidas, pero gastamos sin cuidarnos a la noche porque la idea es pasarla bien”, cuentan.
Los costos de las salidas se inflan porque, también es cierto, no se quieren perder nada. Están por la tarde en las playas, donde siempre hay un gasto de algún necesario tentempié. Y al atardecer hay una mudanza en banda hacia los after beach, que hay por el sur y también por Playa Grande. Esos encuentros pueden ir desde $3000 hasta $12.000, en el sector VIP y con estacionamiento.
Hay un movimiento de alta gama que marcha al ritmo de las bandejas de las fiestas electrónicas. Hay más de una decena de eventos de altísimo nivel programados para este mes.
Desde un establecimiento cinco estrellas confirman que, año tras año, la música electrónica acerca no solo turismo de alto nivel, sino al internacional, una de las patas flojas de esta ciudad que capta un buen número de visitantes extranjeros casi exclusivamente a fuerza de estas fechas. Eso no solo significa ocupación en alojamientos de máximo nivel, sino también vuelos privados (más de 60 en enero del año pasado) y la repercusión en la gastronomía top.
Son por cierto de los eventos de mayor valor de la temporada. En Mute, desde hace varios veranos el principal templo de estos espectáculos, un ticket para disfrutar la presentación del español Wade y del guatemalteco Gordo, el 20 próximo, ronda por estas horas los $50.000. A pocas metros, la misma jornada, llegará Fat Boy Slim. En ubicación VIP, el pase ronda los $60.000.
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