"Cerrado por colapso". El auge de ciclistas agotó el stock de repuestos
Una señora prueba el asiento de una bicicleta en un local sobre la Avenida Cabildo. Mientras termina de decidirse por la compra, un empleado se deshace en disculpas: la bicicleta en cuestión acaba de ser vendida por internet. ¿A quién? A la chica que estaba en la fila -celular en mano- justo detrás de ella . "Era la última que tenía en stock y se le adelantó", dice Ruben Minond, dueño de Tienda Bike, en un intento de explicar el enorme boom que tuvo su negocio este año.
Aquella ola de nuevos usuarios logró hasta cuadriplicar ventas en los meses de frío, habitualmente flojos para la industria. "Atiendo cuatro veces más gente que el año pasado tomando como base momentos fuertes como el Día del Niño", explica Rubén. Bicicletas, cascos, luces y portapaquetes vuelan para esa nueva tribu que copó las ciclovías alentada por la pandemia.
A pocas cuadras de allí, en el barrio de Belgrano, un pequeño taller de bicicletas tiene una cola permanente de personas esperando afuera pese al cartel que espanta: "Cerrado por colapso".
Se trata de una tendencia mundial a la que Argentina no escapa: sin transporte público disponible por la emergencia de coronavirus, en todo el mundo hay furor por las bicicletas.
En la ciudad de Buenos Aires y según datos de la Secretaría de Transporte porteña, en agosto pasado aumentó hasta un 114% la circulación en bicisendas en comparación al año anterior. La demanda hizo lo suyo, los modelos subieron de precio abruptamente y los bicicleteros comenzaron a alertar sobre faltante de stock en un rubro en el que muchísimos componentes son importados.
Mientras tanto y para todo aquel que no puede afrontar una bici nueva -las playeras arañan los 20.000$- los talleres mecánicos no dan abasto. Es el caso de los hermanos César y Karina Fernández, que abrieron su pequeño local en Echeverría al 2600 hace poco menos de un año y encontraron unos meses de bonanza insospechados.
Ubicado frente a una ciclovía en la que los ciclistas pasan como cardúmenes, el tallercito tiene tanta demanda que tuvo que empezar a abrir apenas dos horas por día para hacer frente a los service programados. "No nos gusta restringir el horario pero el local es chiquito y no hay donde guardar todas las bicis que nos quieren dejar", explica Karina.
Antes de limitar el horario de atención los hermanos no hacían tiempo a comer por la cantidad de trabajo que llegaba. Al problema de la demanda en el último tiempo se le sumó el de la falta de insumos. "Pasan hasta veinte personas por día pidiendo cámaras y no se consiguen hasta las más comunes. También faltan accesorios, desde pies de bicicleta a luces y cascos", explica.
En el local de Echeverría los arreglos mecánicos sencillos se hacen con turno mínimo de diez días y los service completos demoran un mes. Esto último se está pidiendo mucho últimamente. "La gente está sacando bicis del fondo de los baúles. Traen modelos que tienen cincuenta años y te dicen: arreglámela", dice Karina.
Rubén Minond se llevó algunas lindas sorpresas en la cuarentena, como volver a ver alguna bici inglesa con frenos de varillas que llevó un cliente. "Hay gente que saca su bici como si fuese la joya de la abuela. Tienen cosas guardadas y no saben el valor verdadero. Muchas veces lo único que se salva es el cuadro", explica. En muchos casos, las bicis que llegan al taller estuvieron guardadas por tanto tiempo que cuando las inflan explotan las cámaras delante del cliente.
El uso intenso también requiere cuidados adicionales. "Una chica que vino a arreglar el cuadro está yendo de Ciudadela a Martinez tres veces por semana. Así no hay bici que aguante", reflexiona Karina.
Cuando comenzó el aislamiento obligatorio, Mara Palavecino, una joven de 35 años que vive en Palermo, tenía una clásica bici de paseo sin cambios que usaba esporádicamente los fines de semana. Una vez que se habilitaron las salidas para hacer deporte, en junio pasado, salió "como una desesperada" a andar en bicicleta todas las tardes después de trabajar. A los recorridos se empezaron a sumar amigos y cada vez más kilómetros. Para septiembre la bici sin cambios le quedó corta para su actividad deportiva. La vendió en un día por internet. El día que compró una nueva hizo dos horas y media de cola en una bicicletería de Palermo. Y otras dos horas y media para retirarla a la semana. "Esa semana de espera entre que vendí una y pude retirar la otra sufrí. Me enamoró la sensación de libertad que te da andar en bici", cuenta. Ahora cada cosa que tiene que hacer dentro de la Capital Federal, la hace en bicicleta sin dudarlo.
Según una encuesta que realizó La Caja de ahorro y seguro, una de cada tres personas de entre 35 y 54 años utiliza la bicicleta como medio de transporte en el AMBA. En ese universo, tres de cada diez planean mantener el uso terminada la pandemia.
"Ya me quedó la costumbre", dice Alejandro Guzmán, un joven de 29 años de Villa Crespo. Su vieja playera roja le vino bien para moverse los primeros meses de aislamiento. Hoy ya pasó a ser su medio de transporte de cabecera. "Lo sigo implementando no por miedo a contagiarme, sino porque descubrí que es un placer pedalear por la ciudad. Es muy cómodo llegar a cualquier lado, poner la cadena y chau. De paso hago ejercicio y no gasto plata", explica.
En un día prolífico, Cristian, un joven de 36 años que prefiere no revelar su apellido, recorre unos 60 kilómetros en bicicleta. "Soy comerciante, vendo por Mercado Libre y como aflojaron mucho las ventas y los envíos salen caros los empecé a hacer yo personalmente", cuenta. Eso tal vez implica ir desde su casa en Loma Hermosa, partido de Tres de Febrero, hasta Puerto Madero. Tiene auto, pero desde que comenzó la pandemia lo cambió por la bicicleta.
El día que fue consultado justo había recorrido por primera vez las dos ciclovías más nuevas de la ciudad: "Fui desde Chacarita a Puerto Madero por la de Corrientes y volví por la de Córdoba. Las recorrí de punta a punta y me parecieron un lujo. Bueno, la ciclovía en sí, después tenés que andar esquivando los autos que las bloquean", explica. Bajo el alias "Bicibandido", Cristian postea en las redes videos de todos los obstáculos que debe esquivar en sus recorridos como ciclista. Taxis, camiones de supermercados, contenedores de basura y ambulancias son apenas algunos.
Las bicisendas por avenidas son un viejo reclamo de los ciclistas de Buenos Aires. Apenas colocadas en octubre pasado, las de Corrientes y Córdoba demostraron su utilidad: durante las primeras semanas, en la de Corrientes aumentaron un 113% los ciclistas y en la de Córdoba, 186%.
"Fue un logro enorme", dice Pablo Lebedinsky, en los papeles gerente de operaciones en una compañía de hidrocarburos, en la calle un activista de la bicicleta. Desde su punto de vista, se aprovechó un espacio que antes tenía autos estacionados y ahora sirve para "mover personas". Ahora el nuevo objetivo a conquistar es una ciclovía en la avenida más famosa de la ciudad, la 9 de julio. "Ya quedó demostrado que las ciclovías en avenidas no son técnicamente inviables. Y una en la 9 de julio nos permitiría unir las dos estaciones de tren con mayor circulación de pasajeros: Constitución en la zona sur de la ciudad y Retiro en la zona norte", explica. Pablo creó una petición en Change.org con esta propuesta.
"Cuando empezaron a poner bicisendas en Palermo la gente decía esto no es Amsterdam y cuando empezaron a aparecer por otros barrios la crítica fue esto no es Palermo", recuerda Leo Spinetto, coconductor de Bicivilizadxs, un programa de radio sobre ciclismo urbano. Él celebra que las bicisendas finalmente hayan salido de calles laterales . "Se ha pensado en ciclovías por calles tranquilas escondidas y con cero perspectiva de género".
El Ministerio de Transporte porteño ya midió el impacto de poner bicisendas en lugares transitados: en las de Corrientes y Córdoba en menos de un mes casi se triplicó la cantidad de mujeres. La tribu de ciclistas urbanos es cada vez más grande y más femenina.
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