Un mes entero trabajaron los empleados provinciales para sacar la basura. Un mes entero, separando chatarras, embolsando plásticos y esquivando ratas para dejar en nada la montaña de basura que a lo largo de diez años se había acumulado en un rincón de la isla Martín García. En total, más de 100 toneladas se retiraron de esta reserva natural que no puede tratar allí sus residuos y no tiene más alternativa que esperar que los busquen del continente.
La cuadrilla llegó en agosto. Y durante todo ese mes, los 120 habitantes de la isla vieron a los operarios andar y desandar por el medio del pueblo, arrastrando bolsones de mugre, pedazos de chapas y heladeras abandonadas. Porque en la isla, todo lo que no servía iba a parar ahí, a nueve cuadras del puerto, casi a la vista de todos.
La isla Martín García está ubicada a 37 kilómetros del puerto de Tigre y se tarda unas tres horas en llegar. Una fila de imágenes desteñidas con los rostros de los cuatro presidentes democráticos (Yrigoyen, Alvear, Perón y Frondizi) que estuvieron presos allí es lo primero que los turistas ven al llegar.
"¡Esto ahora es un parque!", se entusiasma Miguel Marzal. Lleva un machete en la mano con el que apunta las marcas de hollín que la quema fue dejando sobre una pared.
"Hasta más de un metro y medio llegaba la basura", dice Miguel. Vive en la isla desde hace 38 años y aunque se jubiló el año pasado como empleado de mantenimiento de la Dirección de Islas, todavía sigue ayudado con algunas tareas. En un domingo soleado de septiembre, mientras la lancha llega repleta de turistas, Miguel se entretiene juntando restos de vidrio del pasto que ahora crece en lo que fue el basural. "Es que a mitad de semana vienen los chicos a cortarlo y si agarran uno de estos vidrios se pueden lastimar", explica.
Marcas de la quema
En la isla, la basura siempre estuvo ahí, amontonada detrás de uno de los cinco polvorines que alguna vez almacenaron municiones para abastecer a un puesto clave de la Marina. Hoy sólo queda una estructura vacía, con las marcas de la quema, el olor nauseabundo que subsiste en el interior y la sensación de estar dentro del escenario perfecto para una película de terror. A un costado, se amontonan 45 bolsones con basura y el resto de un termotanque que esperan la llegada de la próxima barcaza que los transporta hasta el Ceamse. No parecen demasiados comparados con los 476 que tuvieron sacar durante el operativo para erradicar el basural.
A principios de este año, un informe de la Defensoría del Pueblo de la provincia reveló que en Buenos Aires existen 74 municipios con basurales a cielo abierto, que la mayor parte de ellos se encuentra a menos de dos kilómetros del área urbana, y que en 7 de cada 10 se producen quemas. Si se junta toda la basura acumulada en ellos, agregaba el informe, se podría llenar dos estadios de River.
El de la isla Martín García era uno de ellos. En 2007, se había erradicado por completo pero al poco tiempo volvió a formarse. A lo largo de diez años se fue acumulando basura hasta ocupar una hectárea entera.
Pero en agosto de este año, en un operativo conjunto del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) y la Dirección de Islas, se puso en marcha un programa de gestión de residuos sólidos urbanos para eliminar el basural, pero también para evitar que se vuelva a formar.
"Después de muchos años, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires implementó un plan integral de gestión de los residuos. Logramos el compromiso y la participación de la comunidad en todo el proceso. Es que la educación ambiental es una acción fundamental en esta etapa. Hay mucha conciencia sobre el cuidado de las especies naturales nativas de la isla y con ese mensaje queremos llegar también a los turistas que la visitan", explicó Rodrigo Aybar, director Ejecutivo de OPDS.
Capacitación de vecinos
El programa incluyó la capacitación de los vecinos y el armado de un "cronograma de basura". Lunes y miércoles, se retiran los no reciclables, desde pañales y papel higiénico hasta restos de carnes o bandejas sucias. Los miércoles, en cambio, es el día para sacar los reciclables (papel, cartón, vidrio, aluminio, plásticos, tetra brik). Y en las esquinas del casco histórico se colocaron cestos para reciclables no reciclables.
De esa manera, la basura se va acomodando dentro de bolsones que se ubican en el predio saneado y cada dos semanas se los lleva una barcaza para el Ceamse, donde terminan como relleno sanitario. Además, cada familia debe hacer su propio compost para convertir en abono restos de frutas y verduras, cáscara de huevos, servilletas sin aceite y grasa, café y filtros, té y yerba.
María Eugenia Cueto llegó a la isla cuando tenía 5 años. Su papá era guardiacarcel en la época en que Martín García alojaba a presos con buena conducta. Y aunque los traslados llevaron a la familia por toda la provincia, ella encontró la manera de volver a la isla. Hoy es una de las dos guardaparques.
"La gente todavía se está acostumbrando, muchos todavía no pueden creer que cada quince días se llevan toda la basura, fueron muchos años en que esto era un asco", cuenta Eugenia mientras se queja porque los del almacén tiran las cajas de cartón sin doblar. Ella es una de las encargadas de explicarle a las 54 familias de Martín García como separar la basura y armar el compost. Con solo un vistazo por los bolsones, ya sabe quién tiró cada cosa.
Un poco más allá del basural, sobre una playa escondida entre espinillos y pajonales, una pareja espera que se termine de asar un trozo de cuadril. Apenas dos meses atrás, no hubieran podido siquiera pisar la arena. El olor del basural los habría espantado.
Historia
Descubierta en 1516 por Juan Díaz de Solís, en la isla apenas quedan vestigios de su pasado: una pared del viejo penal, la fachada del teatro, las barracas donde se alojaban los inmigrantes en cuarentena antes de poder pisar el continente. Y no mucho más. Sin embargo, la isla sigue atrayendo turistas. Cada lancha -llega una por día- puede traer hasta 200, bastantes más que los habitantes.
De las pocas estructuras que todavía se mantienen en pie, la vieja panadería, con más de 100 años, es la que más turistas atrae. A base de un horno a leña, ron y marrasquino y la receta heredada de la suegra, Fernando Sánchez hace uno de los pan dulces más famosos: el que lograba que el ex presidente Carlos Menem fuera en persona a comprarlo.
A las cuatro de la tarde, el olor de la panadería se siente desde lejos. Una mesa repleta de panes recién horneados desaparece en apenas 30 minutos. A esa hora, justo antes de que parta la lancha, todos los turistas pasan por ahí. En la puerta, los chicos del colegio aprovechan para darle un nuevo destino a las botellas. Todas llevan algún detalle, una flor de crochet, un dibujo, un adorno de goma eva. "Es un regalo de nosotros para los turistas", explica Julio, que va a segundo grado. Santiago, que cursa el sexto año, sigue con la explicación: "Hacemos esto para darle otro uso a las botellas, porque el vidrio tarda cuatro mil años en degradarse". Santiago y Julio cuentan que son ellos mismos los que en casa se encargan de vigilar que los plásticos vayan a la bolsa correcta y el compost se haga como se debe.
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