A minutos del Obelisco, combina singulares calles curvas, imponentes casonas, verde y silencio; el movimiento inmobiliario no avanza porque es un área protegida y difícil de vender
Existe un oasis en Buenos Aires donde los rayos del sol llegan limpios, donde ningún edificio los perturba. Allí, a minutos del Obelisco, las copas de los árboles todavía llenan de sombra las veredas y el silencio es soberano. Delimitado por la avenida Figueroa Alcorta, las vías del ferrocarril San Martín y las calles Tagle y San Martín de Tours, Barrio Parque se asemeja a una urbanización cerrada aunque sin barreras en el corazón de la ciudad, un vecindario de lujo que conserva impecable su fisonomía original.
Diseñado en 1912 por el paisajista Carlos Thays, Barrio Parque es una zona elegida por varios personajes importantes: jueces, artistas y políticos se refugian en los caserones de estilo inglés y francés que se multiplican a lo largo de las calles de recorrido curvo. Son casas bajas y obras arquitectónicas imponentes: por ejemplo, una cúpula diseñada por el italiano Mario Palanti, el mismo que pensó el Palacio Barolo, que brilla en la esquina de Eduardo Costa y Ortiz de Ocampo.
"La combinación de calles rectas con otras de diseño curvo o irregular y el equilibrio entre los árboles y los jardines que rodean las propiedades son algunas de las principales características que diferencian esta área de otros distritos de la Capital", define Verónica Copola, directora de Interpretación Urbanística porteña.
Barrio Parque es, también, el rincón de Buenos Aires que menos cambia: según datos del Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte, desde 2014 en adelante solamente hubo 10 solicitudes para obras nuevas y 19 para hacer modificaciones o reformas en la zona. Las cifras, en relación con el total de la ciudad, son ínfimas: representan al 0,4%.
La impecable conservación se explica desde varias aristas. Barrio Parque, en Palermo, está catalogado como área de protección histórica, una etiqueta que impide la construcción de edificios de más de cuatro pisos de altura, entre otras prohibiciones. "No es que esa clasificación evite obtener una autorización para construir o restaurar, pero cuando se trata de una obra en un área de protección histórica previamente se debe tramitar un visado patrimonial, cuyo objetivo es evaluar si la intervención afecta el valor patrimonial del inmueble protegido. No se analiza la obra como un hecho aislado, sino como parte de un sistema mayor, que es la ciudad: cada nueva obra debe significar un aporte de valor a ese legado urbano", detalla Rodrigo Cruz, subsecretario de Registros, Interpretación y Catastro.
"Hay muy poca oferta de lotes y, salvo contadas excepciones, la normativa impide elevarse en altura", explica Gabriel Maioli, desarrollador inmobiliario de la firma MyM, que edifica a lo largo y a lo ancho de todo Buenos Aires, excepto en Barrio Parque, donde jamás trabajaron. Es que el barrio no invita con tierras donde cimentar.
En agosto próximo, sin embargo, la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) va a subastar un terreno de 7600 m2 situado en Ortiz de Ocampo al 3100, donde actualmente hay un predio con canchas de fútbol. Aunque la intención de la AABE es que se monten oficinas y viviendas, lo que venga más tarde dependerá de quien invierta al menos US$40.000.000 para quedarse con la superficie. El ingreso por la transferencia será destinado a las obras de viaductos para los trenes Mitre y San Martín.
De todos modos, los vecinos ya ven cómo se levanta una nueva bestia arquitectónica. El empresario Marcelo Mindlin impulsa un complejo de alta gama que se está construyendo frente a la Plaza República del Perú, a metros del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba): son casas, departamentos y penthouses con todas las facilidades. El proyecto irrumpe en el clásico barrio como una estructura novedosa, moderna.
Clientes exclusivos
Francisco Villamayor, director general de Bresson Brokers, conoce bien la zona. Vivió diez años en el vecindario, entre las garitas con policías que se superponen entre sí: la seguridad, por momentos, intimida. Ahora Villamayor encabeza una inmobiliaria con presencia fuerte en Recoleta y dice que Barrio Parque es "una zona difícil de vender". Es uno de los distritos con el precio por metro cuadrado más alto de la Capital. Y tiene, además, una faceta particular: quienes ponen sus propiedades en venta suelen ser inflexibles en la negociación, se plantan en el precio que quieren y no venden a menos que algún comprador desembolse el monto requerido. Son cotizaciones elevadas, de hasta US$ 6000 por metro cuadrado.
Hay más vecinos con ganas de irse que personas buscando ser vecinos del barrio. Aunque en las calles se cuenten escasos carteles de venta, la oferta de inmuebles es enorme. El sitio ZonaProp ofrece más de 100 propiedades. Otras tantas casas ni siquiera se publican por exigencia de sus dueños: son domicilios para referidos, para clientes exclusivos de las inmobiliarias. "Es un barrio selecto de valores elevados, onda gueto, y no es fácil hacer negocios ahí", explica Villamayor.
Barrio Parque funciona como protegido por una burbuja invisible que la aísla del resto de Buenos Aires. No hay quioscos, ni supermercados, ni locales de ropa, ni tráfico, ni paradas de colectivo, ni gente paseando por las calles. "A mucha gente le molesta que haya pocos servicios, que esté tan aislado", detalla el desarrollador. Abundan, en cambio, las embajadas y los consulados: hay nueve en Barrio Parque y otros diez en la franja entre Libertador y Figueroa Alcorta, en el denominado Palermo Chico.
La burbuja invisible revienta en Tagle. Allí aparece una mole de cemento, el edificio de la TV Pública, que detiene la calma. Y el ruido del tránsito sobre Figueroa Alcorta golpea como un zumbido que indica el regreso a la vida urbana.
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