Barreras verdes. Quién es el mochilero argentino que “atrapa basura”, recluta voluntarios y sanea los ríos más contaminados del planeta
Con dos jóvenes que conoció en su periplo por el mundo ideó una solución para detener las toneladas de basura que arrastran los cursos de agua y desembocan en los océanos
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Cuando Marcos Bulacio terminó el secundario armó una mochila, la llenó con libros y se aventuró a dedo a la Patagonia. El viaje que inició en el sur del país fue el comienzo de un estilo de vida mochilero que siguió por América Latina y, años más tarde, encaminó hacia el sudeste asiático. En cada uno de sus destinos, el argentino buscó conectarse con la naturaleza y, además de los grandes placeres y sorpresas que le trajo aquél estado de movimiento perpetuo, con ojo clínico vio un planeta enfermo y deteriorado por la actividad humana.
Se dio cuenta que no estaba solo en su mirada. En el camino encontró a “otros locos aventureros”, como define, viajeros de distintas naciones que veían la falta o ineficiente gestión de los residuos en las zonas urbanas y rurales de la mayoría de los países. Junto a un estadounidense y un colombiano, que conoció en México, ideó una solución para detener las toneladas de basura que arrastran los cauces de los ríos y desembocan en los océanos modificando los ecosistemas marinos y aniquilando a millones de especies al año.
Los socios formaron Pangea, en 2019, una organización multicultural que coloca en las arterias fluviales barreras ecológicas de bajo costo que capturan toneladas de basura al año. Probaron el modelo en la ciudad de Padang, en la Isla de Sumatra y, aun contra los caprichos meteorológicos, lograron neutralizar tres de los ríos más contaminados del mundo. El éxito de la experiencia los motivó a expandir la idea a otras regiones de Indonesia. Desde la puesta en funcionamiento también organizaron en distintos países 45 operaciones masivas de limpieza en playas y áreas afectadas por la polución. Mediante campañas de difusión y convocatorias reclutaron más de 1500 voluntarios que los asistieron.
“El 80% de la basura que entra al océano proviene de 100 ríos, y el 30% de los que más contaminan el planeta están acá en Indonesia. Se nos ocurrió replicar un sistema de barreras que conocimos en Bali, a través de una ONG, que se estaba usando en muchos países para detener la basura que desemboca en los océanos”, dijo Marcos Bulacio, de 30 años, cofundador de Pangea a LA NACION.
Experiencia
La patente y los planos de los vallados que capturan residuos de los cursos fluviales estaban liberados y abiertos al público por lo que decidieron replicar el sistema, pero reorientarlo por fuera de Bali hacia las zonas más afectadas del archipiélago. El diseño es una reja impermeable compuesta por acero galvanizado de 1,5 milímetros de ancho, con pernos inoxidables y unas tuberías reforzadas que las hacen flotar en el agua. Hasta el momento funcionan únicamente en los afluentes que no tienen transporte fluvial porque una vez colocadas bloquean la navegación.
“Conseguimos a los herreros y los especialistas y las empezamos a poner en los ríos más contaminados. Bali está muy limpio comparado con el resto de Indonesia, entonces nos pareció un desperdicio poner más barreras ahí. Hicimos un análisis bastante exhaustivo para identificar los lugares con mayor potencial y encontramos una ciudad llamada Padang en la isla de Sumatra. Nos contactamos con los grupos ecológicos locales y el gobernador de la isla que recibieron muy bien la idea”, contó.
Bali fue la base de operación para producir las barreras que después transportaron a Padang. “Se hacen con materiales locales y de bajo costo. En esa primera experiencia tuvimos tormentas, truenos, inundaciones y todo tipo de fenómenos meteorológicos. Un mes y medio después logramos colocar 16 para neutralizar los tres ríos principales de Padang. Las barreras están funcionando bien y captan 5 toneladas de basura por mes antes de que lleguen al océano”, ejemplificó.
Desde ahí la embestida para combatir la polución oceánica se redujo a una simple cuestión aritmética: poner más barreras en más ríos. De acuerdo con las estadísticas de la organización, en 2020 murieron 100 millones de animales marinos por la polución del plástico y, en parte, por los 1000 millones de barbijos que entraron a los océanos en la pandemia. El plástico y otros residuos los reconvierten en productos sustentables como camperas deportivas y mochilas. “Quise hacer un emprendimiento con un impacto positivo, crear y vender productos por el mundo y usar los fondos para beneficiar al planeta”, sostuvo Bulacio.
Campañas de limpieza con voluntarios
El camino hasta formar Pangea le requirió a Bulacio combinar sus aptitudes de viajero y emprendedor ecológico. Su primer paso en los negocios fue de adolescente, a los 15 años, que empezó a comprar productos de China y los vendía online en Mercado Libre: “Me di cuenta que funcionaba bien y era una buena forma de generar ganancias trabajando con la computadora. A los 23 me fui a estudiar innovación a Harvard y ahí se me ocurrió crear algo grande y con impacto positivo en la naturaleza”. El proyecto que tenía en mente terminaría de adoptar forma después de un nuevo viaje como mochilero: “Viajando por México lo conocí a William, de California y a Juan, que es colombiano y viajero de toda la vida. Yo ya tenía un emprendimiento de e-commerce y combiné fuerzas al principio con William, que estudió ciencia en una de las mejores universidades del mundo. Lanzamos nuestro primer producto sustentable que fue una toalla ecológica hecha toda de bambú y con eso empezó todo”.
El primer mes generaron ingresos por US$250.000 y asignaron porcentajes de las ventas para organizar campañas de limpieza de basura alrededor del mundo. Comenzaron en Indonesia y siguieron en 10 países más. Hasta la fecha realizaron 45 voluntariados y la operación más grande fue en 2019 con motivo del Día del Planeta. “En un fin de semana hicimos Kenia, India y Portugal. Coordinamos cinco limpiezas en esos países con 500 voluntarios”, señaló. La convocatoria se difundió por las redes sociales, con colaboradores de ONG y sus clientes que también los ayudaron.
Ese año también viajó a la India donde realizó una de las campañas que más lo impactó. “Tuve un momento muy lindo haciendo una limpieza grande en una playa en Bombay. Me llamó mucho la atención que los adultos no se interesaban por el problema de la basura, que ya lo tenían muy aceptado. Vivían en la basura y con la basura. Pero los niños nos veían recolectando y se sumaron en cantidades impresionantes. De repente 30 chicos se pusieron a limpiar con nosotros. Eso me gustó como mensaje y símbolo para la gente más chica, que aprendan a transformar y a la vez hacerlos parte del cambio. Que una vez que crezcan no acepten la basura como una realidad. Me hizo darme cuenta que vale la pena lo que hacemos”, relató Bulacio.
El siguiente objetivo de la organización es una limpieza masiva en Surabaya, una ciudad en la isla de Java que está cerca de Bali. Allí van a limpiar un bosque de manglar, uno de los más grandes de Indonesia, que acumula desde su suelo un metro de basura apilada: “El manglar es un árbol acuático que es el que más dióxido de carbono (CO2) absorbe del planeta. Absorbe cuatro veces más carbono que cualquier otro bosque y es muy importante regenerarlo y que se mantenga sano”.
Desafío especial
La nueva misión presenta un desafío especial porque las raíces de este tipo de árbol están sumergidas en el agua y los bosques se ubican en zonas de pantanos. “Estamos reclutando a los pescadores y voluntarios de universidades para ir con sus botes y desembarcar en la isla cuando la marea esté baja. Vamos a limpiar con cientos de personas el bosque y recolectar miles de kilos de basura que después vamos a juntar en los botes y salir antes de que la marea vuelva a subir”, detalló.
La basura que recolecten de allí también se convertirá en productos que después van a vender. “La idea es poder crear un sistema para pagarle a los pecadores y recolectores para que sigan limpiando el manglar y así terminar de sanear el bosque y no se siga contaminando”, anticipó. En cuanto a la colocación de las barreras, siguen enfocados en los ríos del sudeste asiático aunque Bulacio no descarta algún día instalarlas en la Argentina: “Me encantaría. Es cuestión de hacer un estudio, un análisis y ver si las cualidades de los ríos son apropiadas para las barreras”.
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