Esta aldea de montaña, a 3600 metros de altura, compite en la edición 2024 de The Best Tourism Village
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BARRANCAS, Jujuy.– Barrancas es una postal en movimiento lento. A 3600 metros de altura, sus calles y sus casas hechas con gruesos ladrillos de adobe tienen el mismo tono. Solo el cielo altera la composición con azules profundos y el sol baña con sus rayos dorados las altas y majestuosas barrancas o farallones que dan nombre a esta localidad que está dentro del grupo argentino que compite por ser el pueblo más bello del mundo, en la edición 2024 de The Best Tourism Village, iniciativa a nivel global que produce la ONU.
No es fácil llegar, nunca lo fue, pero desde la postulación el pueblo ha visto entrar más turistas. “Para nosotros ya es el pueblo más bello del mundo”, confiesa Martín Alejo, guía de turismo local y nacido en esta mínima y solitaria localidad que tiene presencia humana desde hace 10.000 años. La altura se siente: estar más cerca del cielo es un efecto real, ensueña pero también aletarga los movimientos. Pueden verse diminutos brillos en el aire. “La hoja de coca es sagrada”, advierte Noelia López, es guía y trabaja en el Pristine Luxury Camp que está en las Salinas Grandes, a 50 kilómetros de Barrancas.
El primer obstáculo es subir la cuesta de Lipán, que alcanza los 4200 metros de altura. Un monolito señala ese hito, una fila de turistas, abochornados por el “soroche o mal de altura”, caminan tambaleantes para sacarse fotos, la mirada debe esforzarse para hacer foco y no caer entre las piedras del sendero. A un costado, dos cholas emponchadas apenas dejan ver su mirada debajo de sus bombines, tienen la piel oscura por la exposición solar. Venden “los yuyos” que mitigan este efecto, la pupusa, la muña muña, la coca y los chulos de lana.
El “Acullico” es el manojo de hojas que se colocan a un costado de la boca. Una bolsa de pupusa cuesta $1500, un cuarto de coca $2500. El Bica (bicarbonato de sodio que se añade para aumentar el efecto de la coca, $500 y $700 los saborizados con menta o coco, por ejemplo).
La ruta 52 cruza al medio el mar blanco de sal de las Salinas Grandes, la vista se encandila y es necesario colocarse antejos de sol. Mercedes Benz 1114 entran y salen cargados de sal; una empresa minera de origen paraguayo la extrae. Sus motores, forjados con metales que no conocen la caducidad, son los que mejor se adaptan a la altura y a la constante corrosión de la sal.
Las vicuñas, estilizadas e indomables, acompañan en la ruta hasta la entrada a Barrancas. Un cartel humilde pero muy efectivo, sobre un mural lo anuncia. La obra muestra las barrancas, y la piedra mapa (tesoro arqueológico incaico), una pareja de campesinos abrazando una llama. La identidad de la comunidad de apenas 350 habitantes. El asfalto queda atrás y la ruta provincial 75 penetra la puna. Ir a Barrancas es una iniciación a la intimidad de Jujuy.
El camino tiene serrucho y cuesta avanzar, el tributo por conocer uno de los posibles pueblos más bellos del planeta exige mansedumbre y paciencia. La huella continúa por el El Río de las Burras, con muy poca agua desde el otoño hasta el comienzo del verano, cuando aumenta su cauce por el deshielo de las altas cumbres, deja aislado muchos días al pueblo. La señal telefónica y los datos desaparecen; aquí el tiempo se ha detenido. A un costado del camino pastan llamas con sus crías, los tekes. En sus pelajes se ven flores y chimpos (cintas de colores) que identifican a sus dueños. “A veces apago el motor y siento el silencio, es encantador”, dice López.
“El sol del atardecer las vuelve doradas”, describe Alejo a las barrancas en cuyos pies está el pueblo. Quince kilómetros después del cruce con la ruta, se dejan ver, como una epifanía. Está recostado sobre ellas, el río de las Barrancas lo abrazo a un costado. En forma abrupta, la belleza asombra y se presenta sin preámbulos. Un puñado de casas de adobe con techo de paja a dos aguas presenta en una calle principal con veredas estrechas a la localidad. Algunos vecinos caminan lentamente. La cúpula blanca de una pequeña capilla contrasta con las altas barrancas.
“Se enamoran a primera vista”, dice López. Lleva turistas de todo el mundo y de nuestro país que se hospedan en los domos del Camp en las Salinas Grandes. “No pueden creer que este paisaje esté en Jujuy”, agrega.
Aldea de montaña
Las casas tienen pequeñas ventanas, se hacen así para protegerse del frío extremo que suele nacer desde las entrañas de las apus (las montañas) y que pueden bajar 15 grados bajo cero la temperatura. Las entibian con salamandra o cocinas económicas, la leña es un bien escaso. Hay que cuidarla como oro.
Un par de almacenes tienen carteles de “Abierto”, pero sus están puertas cerradas. Quien lo atiende vive ahí mismo, solo hay que golpear.
Bebidas, fideos, caramelos de coca, galletitas, y paquetes de triguillo, que se usa para hacer un plato típico, el cupi, una receta que se hace con carne cocida al horno, siempre de barro. Una plaza, fácilmente reconocible como si fuera producto de un sueño, concentra las casas principales, la capilla y un monumento al “Changuito Barranqueño” es el centro cívico y espiritual, también el lugar donde se levantan algunos árboles flacos, la rica rica es el arbusto más común y también el más aromático. “Estamos creciendo de a poco”, prologa la vida aquí Alejo.
Tienen electricidad y cada casa, la que pueden pagarlo, servicio de internet. El agua llega desde una vega (un mallín) que está “en el corazón del valle de Barrancas” y luego de pasar por una planta potabilizadora, llega a las casas. El trabajo es escaso, pero cada familia produce su alimento, el día comienza a las cinco de la madrugada, la mayoría son crianceros trashumantes, durante el verano llevan sus llamas y chivas a las tierras altas y durante la larga invernada, a las bajas, en cercanías al pueblo. Los niños y jóvenes pueden formarse aquí hasta el nivel secundario. “Muchos se van buscando oportunidades a San Salvador, pero el turismo es una gran oportunidad”, reconoce Alejo.
La postulación para integrar los ocho pueblos argentinos que competirán para la edición 2024 de The Best Tourism Village surgió del Ministerio de Turismo y Cultura provincial. Alejo es referente en el pueblo, hace dos décadas que viene trabajando para promocionar su pueblo. “La postulación nos ha hecho más visibles –reconoce–. Nos sentimos orgullosos, pero no queremos que el turismo nos invada, somos un pueblo muy pequeño”.
Tienen de cerca la experiencia de la Quebrada de Humahuaca y todos sus destinos, en muchas ocasiones al año, colapsados. “Tenemos una visión comunitaria del turismo”, completa.
En Barrancas no hay hoteles, pero sí algunas familias abren las puertas de sus casas para que los turistas participen de una experiencia única: vivir con ellos, comer en sus cocinas sus recetas ancestrales, pero también de sus actividades, como la cosecha de papines, maíz, oca o el pastoreo de llamas. “Nos interesa fomentar un turismo humano y cultural”, reconoce Alejo. “Queremos seguir manteniendo nuestro estilo de vida”, agrega. Pausado y sin prisa, la altura magnífica cada paso en las calles de tierra.
“Un mes, mes y medio”, dice Alejo, refiriéndose al tiempo que se tarda en construir una casa de adobe. Los ladrillos se hacen mezclando tierra, barro y paja, cuando tienen una consistencia “de manteca”, se colocan en moldes y se los seca al sol. “Antes de construir pedimos permiso”, advierte Alejo.
Pueblos de profunda fe, los andinos. El cristianismo se mezcla con las creencias ancestrales. La Pachamama es la diosa omnipresente. “A ella le pedimos permiso para todo”, agrega. Cuando cortan una rama, cuando la festejan el 1° de agosto, cuando deben matar una llama para alimentarse.
Las altas barrancas son de origen volcánico del periodo terciario, y se extienden como una fortaleza natural por nuevo kilómetros. La calle principal sigue el recorrido de los farallones que esconden secretos milenarios. En diferentes senderos se pueden apreciar petroglifos y arte rupestre. “Solo hay dos en Argentina”, dice Alejo, se refiera a la Piedra Mapa que está a un costado del camino.
Es una obra incaica esculpida en bajo y alto relieve que presenta el plano del pueblo cuando el imperio inca dominó esta región en el siglo XV.
Aquí y en Antofagasta de la Sierra son los únicos pueblos que las tienen en la Argentina, luego existen cuatro en Perú (Incluyendo Machu Pichu) una en Bolivia y otra el Chile.
Barracas no se llama así, sucede algo interesante con su nombre. En los mapas figura como Abdón Castro Tolay, quien fue un docente que trabajó durante 38 años en los primeros años del siglo XX. Desde el siglo XVII existen censos coloniales que nombra al lugar como se lo conoce realmente, Barrancas, pero el gobierno provincial en 1919 decidió modificar esto. “No hubo ninguna consulta a la población”, dice Alejo. Hace años iniciaron reclamos para que en la cartografía se vuelva a incluir la toponimia original, pero aún el trámite no se resuelve.
El The Best Tourism Village
The Best Tourism Village es una iniciativa de la ONU que fomenta el turismo comunitario para reducir la despoblación rural, promover el arraigo, mejorar la educación y la igualdad de posibilidades para el desarrollo en las pequeñas localidades. Los resultados estarán los primeros días de julio. En esta edición aplicaron más de 260 pueblos de 60 países. “Barrancas es un pueblo mágico”, resume López.
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