Baños de hielo: una práctica que gana adeptos pero que viene “floja de papeles” según los expertos
Quienes lo practican afirman que mejora el estado de ánimo, adelgaza, calma dolores y ayuda a dormir mejor; sin embargo, expertos dicen que no hay ningún trabajo científico categórico que muestre efectos benéficos claros
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En diciembre de 2022, la Asociación Americana del Corazón publicó un artículo con este sugerente título: “Usted no es un oso polar: La inmersión en agua fría tiene sus riesgos.”
Es que inspirado en un personaje de la vida real que ha demostrado una resistencia única a las bajas temperaturas –Wim Hof, un atleta extremo holandés de 65 años, “El Hombre de Hielo”–, se multiplica la difusión de los “baños de frío”: sumergirse en una bañera con agua helada y hielo durante algunos minutos como pasaporte al bienestar. Quienes lo practican aseguran en las redes que mejora el estado de ánimo, adelgaza, calma dolores, ayuda a dormir mejor y hasta le han endilgado la cura de algún cáncer, un parkinson o una esclerosis múltiple.
“Hasta ahora no hay ningún trabajo científico categórico que muestre efectos benéficos claros con el método de Wim Hof –afirma Mario Boskis, Miembro Titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), ex Coordinador de los consejos científicos de la SAC y Director General del Grupo Cardiológico Boskis–. El suyo es un caso excepcional por su resistencia natural a las bajas temperaturas. Wim Hof afirma que esta práctica mejora la calidad de vida y tolerancia a muchas enfermedades por medio de la respiración controlada, la exposición al frío extremo y la meditación. Pero el único metaanálisis que cumple criterios susceptibles de ser tomados en cuenta, de marzo de este año, demuestra solo que mejora levemente los parámetros de la inflamación.”
“El frío reduce la inflamación, es cierto, y por eso estos baños son utilizados en deportistas de alto rendimiento para su recuperación post esfuerzo” dice Sergio Mauro, especialista en cardiología y medicina deportiva, coordinador del Curso Virtual de Cardiología del Ejercicio de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
Pero, agrega Mauro, “se pregona además que adelgazan porque reducen la llamada ‘grasa blanca’, o que disminuyen la resistencia a la insulina, el riesgo de diabetes o fortalecen la inmunidad. Ha sido documentado que sí aumentan la dopamina, aunque no suficientemente como para curar una migraña o una depresión. Todas son hipótesis atractivas pero están ‘flojas de papeles’: no hay publicaciones serias, con suficiente cantidad de casos, a doble ciego, randomizadas, con el aval bibliográfico necesario. Un video de tres minutos de un influencer mostrando músculos no alcanza”.
Juan Tessari, médico traumatólogo de Clínica San Camilo y cirujano en artroscopía de rodilla y hombro, se reconoce seguidor de Wim Hof. “Yo mismo hago baños de hielo y se los hago hacer a mis alumnos en mi escuela de Artes Marciales Mixtas. Hay miles de estudios que demuestran científicamente los resultados de este método. La limitación es que no se pueden comparar porque las investigaciones son sobre casos a distintas temperaturas, frecuencia y duración: baños a diario, o varias veces por semana, o una inmersión semanal, de duración variable, temperatura del agua en 5, 10 o 15 grados. Algunos estudios incluyen la inmersión de la cabeza y otros no. Pero de cada estudio se pueden sacar algunas conclusiones.”
Tessari afirma, en este sentido, que hay investigaciones que demuestran que los baños mejoran el sueño, sobre todo en las primeras horas de descanso; que reducen las infecciones respiratorias y mejoran el bienestar general; que disminuyeron casi el 30% de ausentismo laboral por enfermedades; que previenen la neurodegeneración; y mejoran la inmunidad.
Sin embargo, Roberto Peidro, cardiólogo y director del Instituto de Ciencias del Deporte de la Universidad Favaloro, insiste en que no son estudios sólidos. “En deportistas de alto rendimiento se busca la recuperación de lesiones musculares de partes blandas más rápida porque al cerrarse los vasos sanguíneos por el frío también disminuye la inflamación hacia el músculo –afirma–. A algunos deportistas les hace mejor y a otros no. Pero hay que tener en cuenta que son jóvenes, sanos, con alto nivel de entrenamiento y probabilidad de una mejor recuperación. Aun así, los resultados son contradictorios en cuanto a si aumentan la fuerza muscular y rendimiento post baño”.
Efectivamente, agrega Tessari, en deportes, depende quiénes y para qué se hagan: “En un fisiculturista podría ser malo porque se busca ganancia muscular, pero si corre maratones y no le interesa eso el baño de inmersión estaría indicado”.
Peligros helados
“No es una práctica libre de efectos adversos –agrega Sergio Mauro, que integra el Area Corazón y Mujer de la SAC–. Entre el 30 y el 50% de los eventos cardiovasculares están relacionados con pequeñas lesiones u obstrucciones arteriales, la ‘aterosclerosis subclínica’. Meterse en el agua fría produce vasoconstricción y aumento de la frecuencia cardíaca, lo suficiente para romper esa lesión y ocasionar un trombo o un evento cardio o cerebrovascular grave: infarto, angina inestable, ACV. No lo recomendaría a quien tiene un perfil de riesgo cardiovascular alto: stents, by pass, hipertensión (aun controlada), diabetes, problemas respiratorios como enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o broncoespamos inducidos por el frío”.
“No es una práctica inocua –asegura Roberto Peidro–. En principio es un sufrimiento total, durísimo, pero además puede ser peligroso porque puede causar un espasmo coronario. Pensemos que hay estudios que se hacen poniendo solamente las manos en hielo para ver si eso produce isquemia, es decir, falta de sangre al corazón. Imaginemos lo que es sumergir el cuerpo entero. Estos baños están contraindicados cuando hay problemas cardiovasculares, alteraciones de la circulación en las piernas, tabaquismo”.
Si bien en nuestro país no hay muertes reportadas por baños de hielo, sí existen casos en el mundo. El creador del método, Wim Hof, fue demandado en 67 millones de dólares por el abogado Raphael Metzger, cuya hija, una estudiante secundaria que seguía las enseñanzas del holandés, falleció al hacer un baño helado. “La muerte por inmersión en agua fría o hidrocución existe –puntualiza Peidro–. Así murió el personaje que hizo Leonardo Di Caprio en Titanic”.
Efectivamente, según el Centro Nacional de Seguridad en Agua Fría de los EE. UU., sumergirse en aguas de entre 10 y 15 grados puede causar la muerte en menos de un minuto.
En algunos casos, los “baños de hielo” se recomiendan como un desafío para trabajar la voluntad, el coraje, las situaciones difíciles, la gestión de las emociones, o disminuir la ansiedad y el estrés y aumentar la concentración y el rendimiento cognitivo. “Nada de esto está debidamente demostrado”, asegura Roberto Peidro.
“Cuando nos metemos de golpe en agua fría, el cuerpo lo vive como algo hostil. Estimula el sistema simpático y libera una serie de sustancias para adaptarse a ese cambio brusco de temperatura –explica Mario Boskis–. Pero en algunos casos esta exposición al frío causa un reflejo de inmersión que pone en marcha al sistema parasimpático, que el ser humano comparte con otros animales. En ese caso se estimula el nervio vago y se produce todo lo contrario a lo que produjo la activación del simpático, es decir, baja la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Se llama conflicto autonómico; puede generar arritmias graves y muerte súbita”.
Una fuerte crítica al método de Wim Hof, agrega el director del Centro Boskis, es que previo a la sumersión “recomienda respirar 30 o 40 veces, pero eso puede producir hiperventilación y generar arritmias malignas aun en personas sanas. Por eso muchos otros desaconsejan hiperventilar antes de la sumersión”. El cardiólogo puntualiza que dado el perfil epidemiológico de nuestra población –altos niveles de hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes, obesidad– es una práctica que tiene que realizarse con muchísimo cuidado y no sin consultar antes con el médico.
Juan Tessari recomienda comenzar en forma gradual. “Puede ser en la ducha de la casa, por períodos cortos, de algunos segundos –explica–. Ducharse con agua tibia y progresivamente ir llegando al agua fría. Después pasar a la tina y también de a poco, bajo supervisión, según distintos protocolos: un minuto en frío y otro de recuperación, dos minutos, etc. Las muertes reportadas siempre son durante los primeros minutos de inmersión, ahí hay que estar muy atentos. Y es imprescindible un chequeo previo: uno piensa que está sano, pero tal vez no lo está”.
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