Avión perdido: encontraron restos de los tres ocupantes
Lo confirmó la jueza Arroyo Salgado; se trabaja en el terreno para trasladar los cuerpos a la morgue para su identificación; pidió respeto por el dolor de las familias
No pudieron salir antes ni después del impacto. Permanecieron dentro del avión durante los 26 días que duró la búsqueda, después de ese vuelo corto, de apenas seis minutos. Sumergidos en un pantano de delta del río Paraná, cubiertos por agua. Ayer, el triste final de los ocupantes de la nave que desapareció en pleno vuelo, a poco de despegar de San Fernando, quedó confirmado.
La jueza federal Arroyo Salgado dio la noticia, después de coordinar un operativo de 15 horas en la zona del hallazgo. Habían encontrado los cuerpos del piloto Matías Ronzanzo, el copiloto Emanuel Vega y el pasajero Matías Aristi, hijo del dueño de la aeronave. "Se trabajó en la recuperación de las tres personas. No pongan en duda su honorabilidad. Pido respeto por el dolor de estas familias", dijo.
"Ellos podrían haber sido víctimas de un delito", agregó la jueza en una improvisada conferencia de prensa en el aeropuerto de San Fernando, al romper el hermetismo que caracterizó la búsqueda y la investigación hasta ayer.
Según supo LA NACION, en el operativo de anteayer ya se había podido determinar que los cuerpos de los ocupantes de la nave estaban dentro del fuselaje, que permanecía enterrado en el Delta.
Así lo confirmó el jefe del cuerpo de bomberos de San Antonio de Areco, Guillermo Testoni, que coordinó el operativo de rastreo con perros adiestrados ordenado por la jueza. Camila, la perra líder de la brigada K-9, los condujo a la certeza de que había restos humanos dentro del cráter de cuatro metros de diámetro que dejó el avión al caer. Más precisamente, dentro de la aeronave. Pero la noticia no trascendió porque se quiso proteger a las familias, que ayer aguardaban la dolorosa confirmación.
Unas horas antes, el director de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), Juan Irigoin, había confirmado que no se esperaba encontrar con vida a los ocupantes del bimotor. Y poco después se informó que ya no eran médicos forenses sino antropólogos y tanatólogos los especialistas que llevó Arroyo Salgado al Delta. Su misión era recuperar los cuerpos y todas las pistas que pudieran ayudar a la investigación. "Sólo después de que trabajaron los forenses comenzamos a remover las partes del avión", explicó Pamela Suárez, la contadora que preside la Junta de Investigación de Accidentes de Aviación Civil (Jiaac).
El sábado por la tarde, al bajar la marea en la confluencia de los ríos Paraná Guazú y Barca Grande, uno de los aviones que participaban en el operativo de búsqueda encontró los restos de la aeronave Mitsubishi MU-2 matrícula LV-MCV, que había desaparecido el 24 del mes pasado, minutos después de despegar.
Ayer por la mañana, a las familias Ronzano, Vega y Aristi les pidieron prendas que los jóvenes hubieran usado en los últimos días. Había que cotejar el material genético con las pruebas de ADN que se extrajeron a los restos hallados dentro del avión y que fueron llevados a la morgue. Un proceso doloroso, pero que, al igual que el reconocimiento de las pertenencias, los acercaba a conocer cuál era la verdadera historia.
"Trabajamos en la recuperación de los cuerpos con el equipo de antropología forense. Lo primero era la recuperación de las personas que estaban dentro del avión para después avanzar en la reconstrucción del momento previo a la desaparición", describió la jueza.
Participación
Probablemente influida por su propia experiencia durante la investigación de la muerte de su ex marido el fiscal Alberto Nisman, desde un primer momento Arroyo Salgado les ofreció a las familias poner peritos de parte para garantizar la transparencia de la investigación. "Decidí dar intervención a las familias a formar parte del proceso pericial de recuperación [de los cuerpos]", dijo la magistrada.
Las tres familias designaron abogados que estuvieron presentes en el Delta anteayer durante el operativo de búsqueda en el lugar del accidente, y el abogado de la familia Aristi, Pablo Lanusse, volvió a participar ayer del operativo.
La espera fue eterna para las familias. Ayer algunos aguardaban noticias en sus casas, en las ciudades de Lincoln y Bragado, y otros habían montado guardia en el aeropuerto de San Fernando para esperar el regreso del operativo de la Jiaac y la jueza desde el lugar del accidente.
Los investigadores trabajaron hasta que cayó el sol para remover parte del fuselaje, la cola y el tren de aterrizaje y trasladarlos, en piezas, a la base de la Prefectura Naval en Guazú Guazucito y después a San Fernando. Detectaron un motor del avión, pero según pudieron determinar se encuentra a unos cinco metros de profundidad.
Desde las 6, trabajaron buzos, ingenieros aeronáuticos, técnicos mecánicos y pilotos especializados para preservar y recuperar las pruebas que permitan determinar las causas del accidente. Pero como el avión está muy fracturado y lleno de barro, la tarea es aún más difícil. Mañana, se explicó, intentarán remover el resto del fuselaje con ayuda de un helicóptero militar.
A todos los que participaron del operativo, incluso a los abogados de las familias, la jueza, muy celosa de la investigación, les pidió que dejaran sus celulares en San Fernando.
Por razones que deberá determinar la Junta de Investigación, el avión de los Aristi se precipitó sobre el Delta de forma repentina. Como si hubiera clavado su nariz en el barro. En mitad de un pantano que se lo tragó hasta la cola. Lo que quedó afuera fue cubierto por agua.
Por eso, recién lo encontraron cuando el río bajó.
En todos estos días hubo una búsqueda oficial y otra paralela, organizada por los amigos de los pilotos desaparecidos: Julián Castán, que hace cinco años le dio sus primeras lecciones de vuelo a Ronzano en Miramar, y Eduardo Génova, piloto amigo del padre de Ronzano, quien le tuvo que dar la noticia a la familia de la desaparición.
Génova y Castán estaban convencidos de que la búsqueda que impulsaba la ANAC era lenta y mal enfocada. Que se había perdido más de un día en seguir la pista de un avión perdido y que con eso se habían minado las chances de encontrarlos vivos. Y entonces organizaron una búsqueda paralela, con aviones fumigadores, con combustible pagado por los mismos aeroclubes. Pero tampoco ellos pudieron encontrarlo. De todas formas, cuestionan la idoneidad y la lentitud de las autoridades. Entre otras cosas, objetan que quien está investigando qué ocurrió con el avión sea de profesión contadora. Según se conoció ayer, serán necesarios no menos de seis meses para determinar la secuencia del accidente.
"Es un lugar anegado, prácticamente una ciénaga. De muy difícil acceso. El trabajo de la Jiaac está orientado a reconstruir la mecánica del impacto y a producir recomendaciones de seguridad basadas en la investigación del caso", explicó Suárez.
Camila, la perra que los halló
El lugar donde cayó el avión es un pantano difícil de penetrar. Los investigadores se desplazan en barcazas, cortando cañas para avanzar. Una persona no puede pararse sobre la turba que flota en el río y que rodea lo que queda del avión. Por eso se decidió usar drones y perros. Así fue como se convocó a la Brigada Canina K-9 de los Bomberos Voluntarios de San Antonio de Areco, que funciona a unos 80 kilómetros del lugar del impacto.
Camila es una perra negra de patitas blancas que llegó a la brigada en 2000, con el falso pedigrí de labradora, pero que resultó ser una perra callejera con grandes dotes para la investigación. De hecho, es la única perra de rastreo del país certificada en Estados Unidos y con premios internacionales. El sábado último iba a ser su "ceremonia de jubilación" para agradecerle sus servicios en el cuartel de bomberos voluntarios de Exaltación de la Cruz.
Hacía un año había tenido cáncer y, después de hacer quimioterapia, quedó algo débil. Ya era bastante mayor como para seguir en funciones. El mismo día que iba a recibir una condecoración y el pase a retiro, Testoni, el jefe del cuartel de Areco, recibió la llamada de que necesitaban los servicios de la brigada. Y si alguien estaba en condiciones de encontrar a los ocupantes de ese avión desaparecido era Camila.
"Se los entrena para que puedan determinar en qué área hay restos humanos. Si hay personas con vida, etcétera. Cuando la llevamos al lugar, Camila ladró y se sentó en la zona del cráter de la caída del avión. Ese ladrido significa presencia de restos humanos. Después la alejamos para ver si había más rastros en otra zona cercana, pero permanentemente Camila volvía al lugar de la cola del avión, que era lo único que sobresalía. No había dudas de que estaban allí adentro", explicó Testoni.
Los investigadores siguieron esas pistas y poco después encontraron los cuerpos de Aristi y los pilotos. Así fue el último día de esta perra de rastreo antes de jubilarse.
El día de su retiro, resolvió el misterio del avión desaparecido que mantuvo en vilo al país durante casi todo un mes.
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