Aventura: una pareja viaja a Alaska en moto y por etapas
¿Qué tal si dejamos la moto guardada acá, volvemos a casa en avión, y después la buscamos para seguir viajando? le dijo Juan Cruz Vázquez a su mujer, Sylvina Boglione, al encontrarse con que debían volver a la Argentina y dejar su moto para reparar en el taller de BMW de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en junio de 2017.
Hace diez años que el matrimonio Vázquez-Boglione viaja en moto. Solía hacerlo por la Argentina o países cercanos, como Chile y Brasil para no alejarse demasiado de Villa Allende, Córdoba. Allí lo esperaban su familia y su trabajo –ambos trabajan en la industria hotelera y, además, Vázquez es concejal de su localidad, por la Unión Cívica Radical–.
La pasión por explorar países en dos ruedas hizo que la pareja buscara el modo de congeniar el deber, la familia y el ocio: hoy viaja un mes rumbo al Norte, deja la moto guardada en un país de tres a seis meses –dependiendo de la ley de cada lugar–, vuelve a la Argentina por ese período de tiempo y, luego, recoge su moto para continuar el viaje.
Vázquez y Boglione llevan 30.000 kilómetros de ruta. Han recorrido Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, San Salvador, Guatemala, Belice, México y parte de Estados Unidos, en una BMW 1200 GS Adventure. Pretenden llegar a Alaska. "A la moto no la dejamos más. Una vez que lleguemos a Alaska, la idea es seguir viajando; cruzarla a Asia, o África, o ir a Venezuela", cuenta Boglione.
Además de visitar otros continentes, el sueño de Vázquez (53) y Boglione (50) –casados hace 30 años– es recorrer el sur argentino con sus cuatro hijos –Santiago (27), Pilar (25), Facundo (22) y Juan Cruz (21)–, todos en moto. Los varones heredaron la pasión de su padre por el motociclismo. Al igual que él, sus hijos andan en moto desde chicos y han competido en Enduro tanto a nivel nacional como a nivel provincial, en Córdoba.
Boglione, en cambio, nunca manejó una moto: "No sé hacerlo, no me animo, me da mucho miedo", dice. Tampoco le interesa aprender, ya que no cambia por nada su rol de copiloto: "Me permite una vivencia distinta del lugar, estar inmersa en el paisaje; es una sensación impagable, muy distinta a aislarse en el cubículo de un auto".
Vínculo con lugareños
Según coinciden Vázquez y Boglione, de cada lugar retienen no sólo imágenes del paisaje sino vínculos con la gente. Hoy tienen amigos de todas las nacionalidades, y eso lo atribuyen al hecho de de viajar solos: "Si viajás en grupo, vas a un bar y se sientan todos juntos, no te interesás por el de al lado. En cambio, la gente se abre más cuando llegás solo y en moto. Nos charlan, nos invitan a sus casas; es una vivencia diferente".
Por este motivo, el matrimonio prefiere desviarse de la ruta de otros motociclistas y recorrer su propio camino. Sin embargo, se mantiene en contacto con ellos por cuestiones de seguridad. "La camaradería entre motociclistas es impresionante. Hay un grupo de WhatsApp para América del Norte, uno para Centroamérica y otro para América del Sur. Te unís cuando estás en viaje y reportás tu ruta; todos saben por dónde andás y están atentos si te pasa algo", dice Boglione.
Si bien la pareja elige dormir en hoteles, asegura que es posible viajar de modo "más económico" y pagar únicamente la nafta, dado que la comunidad de motociclistas suele ofrecer comida y alojamiento para quienes estén de paso. De todos modos, Boglione admite que su modalidad de viaje no es económica, ya que deben pagar varios pasajes de avión multidestino y la estadía del vehículo.
El precio de la nafta, dicen, tiende a ser similar país a país (US$1 por litro), la mayor diferencia se da en los peajes. "México tiene peajes carísimos; algunos, de $500 (argentinos) si vas por autopista. En cambio, en otros lugares como Colombia, ni siquiera pagás peaje", asegura Boglione.
Llegada a destino
La pareja de motociclistas estima que llegará a Alaska en su próximo viaje –abril de este año– o en el siguiente. No tiene apuro por hacerlo, prefiere recorrer con tranquilidad cada lugar.
"La mayoría viaja de corrido para poder llegar a destino en poco tiempo. Nosotros, como lo hacemos en etapas, preferimos conocer bien cada pueblo y ciudad. En general, no hacemos más de 150 km por día e, incluso, solemos cambiar la ruta por recomendaciones que nos hacen lugareños. Todo esto retrasa el arribo a Alaska", cuenta Boglione.
La única limitación temporal, que sí deben respetar, es el período de permanencia de la moto permitido por cada país. Por subestimarlo en su primer destino, Bolivia, casi pierden la posibilidad de comenzar la aventura. "Nos pasamos por cinco días de los tres meses permitidos y creímos que con el pago de una multa lo solucionaríamos, pero en la aduana nos quisieron decomisar la moto por contrabando. Estuvimos diez días en tratativas con un abogado boliviano; nos salvamos porque el retraso se debió a que Juan Cruz había estado internado".
Tuvieron suerte. Fue la segunda moto que devolvió la aduana de Bolivia en toda su historia. Hoy, la pareja se mantiene alerta a la normativa de cada país y, en base a ella, esboza los cronogramas tentativos.
Con el tiempo tomaron mayor conciencia de las restricciones porque este viaje se convirtió en un proyecto para sus vidas. "Costó organizarnos porque en realidad, el viaje nunca estuvo en nuestros planes. Surgió de manera improvisada y, ahora, no tiene punto final", dice Boglione.
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