Avances en cáncer: “Al tumor hay que agarrarlo desde varios lados porque siempre se escapa”, advierte una experta argentina
La investigadora Kiyomi Mizutamari volvió al país luego de trabajar en Estados Unidos y Japón; es cofundadora de la empresa Galtec
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Para Kiyomi Mizutamari, El jardín de los senderos que se bifurcan –ese cuento de Borges acerca de la confluencia de los destinos– explica buena parte de su trayectoria científica: tras haber estado en Seattle (Estados Unidos) y Japón, volvió a su Córdoba natal para trabajar en desarrollos científicos, siempre en temas e investigaciones que parecían circulares. Mizutamari es, tras ese regreso, “profesional científico y tecnológico superior” en el Centro de Excelencia en Productos y Procesos (Ceprocor) y desde este mes además es cofundadora de Galtec, la empresa que busca conseguir nuevos tratamientos para el cáncer a partir de una proteína llamada galectina.
También elige otra referencia entre literaria y filosófica para hablar del descubrimiento de la utilidad de esa galectina, sobre la que trabajó tres décadas su amigo –y ahora socio– Gabriel Rabinovich. Se trata de la serendipity o serendipia, el nombre que se le pone a descubrimientos científicos en los que el azar es preponderante, pero con la salvedad que alguna vez hizo Luis Pasteur: el azar solo favorece a las mentes preparadas. “La galectina eran un conjunto de proteínas poco glamorosas cuando Rabinovich la empieza a investigar”, define ella, “pero él sospechaba que podía jugar un rol en enfermedades autoinmunes; la probó como terapia génica en Londres en artritis reumatoidea. Ahí se le ocurrió pasar a investigar si podía funcionar para reducir el crecimiento tumoral. Es decir, intentar bloquear la galectina para que el sistema inmune recupere actividad y se elimine el tumor”, dijo Mizutamari a LA NACIÓN.
El horizonte siempre fue conseguir terapias y que el fruto de la investigación básica llegara a los pacientes. Ese es el propósito declarado de Galtec, la empresa recientemente lanzada, cuyo masterplan avanzó en medio de la pandemia y fue lanzada el 16 de este mes. De carácter mixto, público-privada, tiene como objetivo trasladar esas investigaciones básicas comenzadas hace tanto tiempo a pacientes, en principio de cáncer colorrectal y de esclerosis múltiple. “Es muy importante que el producto esté en el mercado y empiece a salvar vidas. Demostramos que las galectinas pueden trasladarse a la clínica. Es clave sumar esfuerzos: al tumor hay que agarrarlo desde varios lados porque siempre se escapa”, agregó Mizutamari, que es la jefa de desarrollo preclínico de Galtec.
La relación entre Mizutamari y Rabinovich se remonta a la década de 1990, cuando compartieron cátedra en la Universidad de Córdoba; él era estudiante, ella ya había empezado el doctorado y se conocieron haciendo experimentos. Después ella se fue a la Universidad de Seattle, en Washington State, donde trabajó en un equipo al mando de Sen-itiroh Hakomori, prestigioso investigador norteamericano-japonés en el área conocida como glicobiología, conocedor y defensor de la ciencia argentina. “El día de mi despedida dijo que yo formaba parte de una alta casta científica y nombró a Bernardo Houssay, Luis Leloir y Ranwel Caputto. Y yo ahí volví a pensar en El jardín de senderos que se bifurcan, vas por todos lados y llegas al mismo punto”, señaló.
–Después volviste a Córdoba y estás en el Ceprocor. ¿Cómo fue que te incorporás a Galtec?
–Galtec es todo un hallazgo de Gabriel. Somos amigos desde hace mucho tiempo. En una de las charlas que suele dar en Córdoba, dijo que quería hacer una empresa, pero hacía falta crear un grupo y pensó en formar algo así como un dream team, con alguien de vinculación tecnológica, alguien en desarrollo, alguien que haga de CEO, y demás funciones. Al finalizar dijo que quería que yo estuviera, lo que me sorprendió. Trabajamos dos años y nos faltaba la persona que nos empujara. Teníamos diagnósticos y un plan, pero faltaba la decisión y si no lo hacíamos, no podíamos tener el licenciamiento de Conicet y aprobado el tema de las patentes, nuestro principal activo. Entonces aparece Daniel Falcón (licenciado en economía) y él toma las riendas, crea la sociedad jurídica y hace el trámite con Conicet. Los sueños de Gabriel son mis sueños.
–¿Y cuáles son esos sueños?
–Cuando él quiso hacer inmunología dijo “Yo quiero curar el cáncer”. Él ya no se acuerda, porque son sueños que ejercen a veces como presión. En un momento me dijo de probar con este anticuerpo para la galectina y aquí estamos. Es fundamental en estas empresas alguien como Gaby, con una energía que contagia a todo el mundo. No estamos solos, tenemos una red, investigadores de prestigio de afuera, que nos apoyan.
–¿Cuál es tu rol en Galtec?
–Nos falta generar información en farmacología, toxicología, la manufactura y el control, y los estudios clínicos en sí mismos. Tenemos que escalar lo que tenemos en el laboratorio en un proceso productivo. No es tan simple como duplicar los términos de una receta de una torta. Necesitamos un clon productor, que pueda vivir en un fermentador grande, y lo mismo con el anticuerpo. Eso vamos a hacer.
–¿Hay otras empresas en el mundo que también buscan cómo llevar la galectina a un tratamiento contra el cáncer?
–Sí, hay. Son tres o cuatro, y tienen como estrategia bloquear a la galectina a través de polisacáridos naturales o por inhibidores sintéticos. Nosotros creemos que esas estrategias son menos específicas, y además no están trabajando en cáncer, sino en fibrosis pulmonar. La otra que sí hace algo más similar es Puretech que hace un anticuerpo contra galectina 9, y es de Bob Langer, uno de los emprendedores y creadores de startups más importante que hay. Para nosotros, este hecho de trabajar también con otros anticuerpos y estrategias parecidas es mejor, porque refuerzan nuestro modelo y estrategia. Y lo sentimos así, no creemos que en este momento uno desplace a otro. Que haya diversas opciones es bueno.
–¿Es una carrera a ver quién llega primero?
–No… Nosotros queremos llegar, no vemos una competencia. Para nosotros es mejor nuestra aproximación. Nuestra patente es de un anticuerpo contra galectina 1 y tenemos mucha confianza en que funcione.
–¿El financiamiento privado fue solo nacional o hay capitales extranjeros?
–La gran suerte que tuvimos fue conseguir un grupo inversor de la Argentina; este primer financiamiento fue solo nacional. Muchos nos dijeron que era imposible, así que estamos contentos de haber generado ese entusiasmo y esa confianza.
–Se anunció que habrá un retorno de dividendos al Conicet en caso de que haya ganancias. ¿Cómo funciona eso?
–Creamos Galtec para tener ese licenciamiento del Conicet. Por cada hito que haya y cuando a Galtec le ingrese dinero y haya un retorno, se devuelve una parte. Cada vez que se venda el producto o si tenemos que vender la empresa para seguir creciendo, irá una parte al Conicet. También pedimos que, si llegara a venderse, haya un precio diferencial para el medicamento en la Argentina, esto está contemplado.
–Tu nombre es innegablemente japonés [Kiyomi significa “belleza pura”], pero sos cordobesa hasta en la tonada.
–Sí, totalmente cordobesa. Soy de Cruz del Eje, así que mi tonada es un poco riojana también. Mi papá era japonés y mis dos abuelos maternos, también. Cuando era chica, me avergonzaba porque entonces ser diferente era feo. Estaba medio escondida de todas las cosas. Pero me quedó lo de persistir, algo que ahora en ciencia es importante. Y entender que el otro hace las cosas diferentes, pero tiene sus razones. Eso me marcó. Tuve la oportunidad de ir a Japón por trabajo. Hoy siento que me gustó tener esa historia japonesa. Pero me siento cordobesa, totalmente; cuando me fui a Estados Unidos, mis compañeros se querían quedar, pero yo no me veo en otro país que en la Argentina.
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