Auge y caída de Cromy, la empresa de figuritas que conquistó a los chicos argentinos
Si hay un juego de chicos que se mantuvo inalterable con el paso de los años es el de las figuritas. Comprar paquetes, intercambiar en el recreo y lograr el objetivo de llenar el álbum se mantuvo sin cambios desde la mitad del siglo XX hasta la actualidad. En ese mundo de fantasías, hubo una empresa que quedó en el recuerdo de los que fueron niños durante la década del 80 y 90.
Se trata de Cromy, la aventura de dos hermanos, Eduardo y Ariel Stanilavsky, que lograron imponer innovaciones en el mercado. Todo comenzó en 1982 cuando se separaron de la empresa de golosinas del padre, Stani, para armar su propia agencia de publicidad.
Frutillitas, el aroma del éxito
Ya venían de Stani de haber desarrollado para Argentina las cartas Tope Quartet y con su propia empresa se dedicaron de lleno a las figuritas. "El primer desafío fue armar para el mercado local ‘Frutillitas’, el álbum que los llevó a la fama", explica Diego Arandojo, autor del libro "Cromy, la fantasía hecha papel" de la editorial Universo Retro.
Sobre el inicio de la empresa, Hernán Galdames recuerda que su padre Horacio se encargó de los dibujos y él de los textos. "Empezamos a producir en agosto de 1982. Se dibujaba en lápiz y luego se pintaba con tempera o acuarela. En siete meses tenía que estar. Le dimos los detalles definitivos durante unas vacaciones en Villa Gesell".
"Todo era artesanal. Las figuritas se ensobraban en una casilla de Aldo Bonzi durante todas las noches –relata Arandojo-. Por la mañana pasaba Ariel y se encargaba de repartirlas en los kioscos". "El agregado extra, que fue idea de Eduardo Stanilavsky, de perfumar las figuritas –recuerda Arandojo- fue lo que generó el éxito del producto".
Galdames dice que el suceso de Frutillitas fue "increíble e inesperado. A partir de los mismos personajes se crearon entonces juegos de mesa, de naipes, rompecabezas y las muñecas de paño por las que hoy los coleccionistas pueden pagar fortunas". Eso no es todo, también hubo una obra de teatro que llegó a hacer temporada en Mar del Plata.
Marketing directo
Subido al éxito de las figuritas perfumadas, Cromy creció y sumó otros álbumes ligados a series de TV como El auto fantástico, Los ositos cariñosos, La Sirenita y Grande Pa (el programa de Telefe), entre otros. En total fueron 69 series de figuritas para chicos y chicas.
"El suceso de Cromy se basó en varios pilares. Eduardo tenía la idea de que debía llegar directo a los chicos. Por eso, pasaba por las escuelas y regalaba paquetes de los nuevos lanzamientos. No creía en la publicidad en la televisión –explica el autor del libro-. Otra, era la calidad de las impresiones, que tuvieron un salto luego de la llegada de la empresa de Los Stanilavsky al mercado".
Otro hito fue el "Club de Cromy", atendido por la hermana de los Stanilavsky, Judith, y la madre, Clara. "Recibían cientos de cartas todos los días con dibujos y pedidos –recuerda Arandojo-. Y se encargaban de contestarlas una a una".
Sobre el tema, Galdames explica que cuando algún dibujo estaba bueno lo sumaban al boletín mensual que les llegaba a todos los socios. "Era una especie de grupo de Facebook, antes de que existiera Internet", explica
El mito de "la difícil"
"Se hablaba de estas figuritas con veneración; su obtención era tan importante en sí misma, que el premio por el álbum lleno (una pelota de fútbol número cinco, una muñeca) parecía un tesoro banal frente al milagro de su conquista. Todo el mundo conocía a alguien que la había recibido, en otro colegio, en otro barrio, en otra ciudad, siempre más allá de las fronteras conocidas". Escribe Pablo de Santis en su libro "Invenciones Argentinas".
En cada álbum había figuritas a las que era difícil acceder. Eduardo Stanilavsky se llevó ese secreto a la tumba (murió en el 2011) y Ariel no quiso hablar con LA NACIÓN. Sobre el tema, Galdames asegura que "se hacían la misma cantidad de todas en planchas de impresión. Sin embargo, luego agregó que "puede ser que "cuando era impar el número algunas planchas se completaban con repeticiones y por eso había más de algunas".
Arandojo se sonríe cuando escucha la pregunta del cronista de LA NACIÓN. "Pude charlar con Ariel Stanilavsky y él me jura que no existe –relata el autor del libro-. Pero a mí de chiquito me pasaba y les sigue pasando a todos los nenes. Debe ser como los magos que no revelan los secretos. Además, el condimento de la figurita que no se conseguía tenía su atractivo también. Yo recuerdo pensar de chico muchas veces que no existían, hasta que te topabas con un amigo que la tenía".
El fin del sueño de Cromy
Cromy se agrandó en la década del 90. Del ensobrado manual pasaron a seis máquinas que estaban instaladas en La Rioja. Y se multiplicó, además, su cantidad de empleados. "Creo que se dieron una serie de factores para la quiebra de la empresa en 1996 –explica Arandojo-. Tuvieron problemas financieros por la sobredimensión de la estructura. Pasaron de ser una empresa familiar a una organización muy grande y compleja".
A eso se agregó la coyuntura de la convertibilidad, que hizo que Argentina entrara a la globalización. "A partir de ese momento, las licencias se empezaron a comercializar por regiones y no por países. Es el momento del ingreso de Panini al mercado local y de la explosión de sus figuritas de fútbol –recuerda Arandojo-. Cromy intentó en 1994 quedarse con la licencia del Mundial de Estados Unidos para Argentina, pero no pudo frenar la globalización del negocio".
"A eso se agrega que los chicos se volcaron a los videojuegos y dejaron un poco de lado las figuritas. Sólo coleccionaban las de fútbol", cuenta el autor del libro de Cromy.
Sobre el tema, Galdames recuerda que Cromy fue una plataforma para su desarrollo profesional. Galdames le tomó el gustito a escribir para chicos y se transformó en escritor. Este año su libro de cuentos para el público juvenil "Panick Attack fue reconocido como uno de los mejores del año en los Premios Alija. "Tanto Eduardo, como Ariel te dejaban trabajar con total libertad en los dibujos y los textos, que es lo que hacíamos con mi papá Horacio. Si entrabas a trabajar con ellos, tenías su absoluta confianza. Te impulsaban a tomar riesgos, así fue como nació y creció Cromy", sintetiza Galdames.