Asocian al estrés con el envejecimiento prematuro del sistema inmunológico
Así lo establece un estudio que se hizo en más de 5700 norteamericanos mayores de 50 años; la encuesta les preguntaba sobre la incidencia en sus vidas de los “estresores sociales”, como las tensiones laborales
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NUEVA YORK.- A esta altura, la mayoría de la gente sabe que el estrés puede cobrarle un alto precio a nuestra salud física y mental. Y las investigaciones sugieren que cuando el estrés se prolonga en el tiempo, puede aumentar el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades, como asma, úlceras, infartos y ACV.
Ahora, un nuevo estudio sugiere que cuando el estrés tiene ciertas características, hasta puede envejecer prematuramente nuestro sistema inmunológico.
Utilizando un corpus de datos existente, los investigadores analizaron las respuestas a una encuesta de una muestra representativa a nivel nacional de más de 5700 norteamericanos mayores de 50 años, y las cruzaron con los datos del recuento de células inmunitarias en los análisis de sangre de los participantes. La encuesta les preguntaba sobre la incidencia en sus vidas de los “estresores sociales”, como las tensiones laborales, el estrés crónico, una vida estresante en general, la discriminación cotidiana o de larga data —incluido el sexismo y la gerontofobia— y los hechos traumáticos que hayan podido sufrir.
Y el equipo de investigadores descubrió un vínculo entre los altos niveles de estrés y el envejecimiento del sistema inmune. Los hallazgos fueron publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Lo que sugiere el hallazgo
A medida que el sistema inmunitario envejece, el cuerpo empieza a responder a las nuevas amenazas de manera menos coordinada, porque produce células inmunitarias de diferentes tipos y en diferentes proporciones que cuando es más joven, señala Eric Klopack, autor principal del estudio e investigador de gerontología de la Universidad del Sur de California. Además, con el paso del tiempo, las células inmunitarias más viejas y con mayor desgaste tienden a predominar sobre las más nuevas y ágiles, dando como resultado una respuesta inmunitaria más débil.
Hasta ahora, nadie había investigado a fondo la relación entre el estrés social y la función inmunológica, al menos no con esta minuciosidad, dice Matthew Yousefzadeh, investigador de los factores de envejecimiento en la Universidad de Minnesota, quien no participó del nuevo estudio. Y aunque la nueva investigación es limitada porque solo analizó algunos tipos de células inmunitarias —específicamente las células T CD4 y CD8—, Yousefzadeh dice que son un indicador bastante confiable y certero del estado de salud de nuestro sistema inmunológico. “Es como echar un vistazo debajo del capó del automóvil para saber cómo va a responder ante las nuevas infecciones”, señala.
En medio de la actual pandemia de Covid-19, la nueva investigación es más que oportuna. “Creo que en este momento hay muchas personas buscando la forma de rejuvenecer, estimular o reforzar su sistema inmunológico, en especial cuando vamos envejeciendo”, dice Yousefzadeh. Por lo tanto, cualquier información sobre cómo funciona el envejecimiento inmunológico o cómo puede diferir entre las personas es muy valiosa para la salud pública en general.
Lo que podemos hacer
Aunque los investigadores descubrieron que ciertas formas de estrés social estaban relacionadas con cambios en las células inmunitarias de los participantes, Klopack advierte que a los expertos todavía les queda por descubrir cómo influyen exactamente uno sobre el otro.
Cuando filtraron estadísticamente ciertos hábitos, como fumar o beber, algunas de esos vínculos con el envejecimiento inmunológico “desaparecieron o se redujeron”, dice Klopack, lo que sugiere que esos comportamientos pueden haber jugado un papel en el envejecimiento del sistema inmunitario de esas personas. Por lo tanto, señala el especialista, la forma de prevenir el envejecimiento de las células inmunitarias puede depender del control de los hábitos poco saludables.
Este tipo de estudios sirven para visibilizar lo que las personas que sufren discriminación o algún hecho traumático ya saben intuitivamente, dice Renee Eddy, psicoterapeuta de la ciudad de Nueva York: “que el estrés tiene un costo concreto y tangible en la salud física”.
Mitigar esos efectos implica hacer un balance de sus emociones actuales, dice la doctora Eddy, y agrega que el estrés nos afecta a todos de manera diferente, y que por lo tanto la forma de procesarlo también pueden variar. Algo que ayuda mucho es concentrarse en las cosas que nos alegran y apuntar a los espacios y personas que nos brindan contención social, como buscarse una pasatiempo, dedicar tiempo a los seres queridos o desconectarse del trabajo o las redes sociales cuando es posible.
Además, la práctica del “mindfulness” y otras técnicas de autoconciencia, el ejercicio y una dieta sana también pueden ayudarnos a sentirnos bien físicamente, lo que a su vez también puede hacernos sentir bien mentalmente, agrega Eddy.
Si estamos expuestos a estresores sociales de manera cotidiana, ya sea en el trabajo, la vida social o el hogar, es importante encontrar la forma de mantenerlos bajo control. Si las opiniones políticas de un amigo nos causan angustia cada vez que lo vemos, ¿podemos limitar el contacto con esa persona, o cambiar de círculo social? Si un compañero de trabajo nos menosprecia por nuestra edad, ¿ayudaría confrontarlo al respecto? El primer paso antes de decidir cómo avanzar, sugiere Eddy, es analizar el contexto completo de dónde y cómo se manifiestan concretamente las situaciones estresantes en nuestra vida.
Por supuesto que habrá situaciones que no podremos controlar, aclara la doctora Eddy, pero cuanto más nos esforcemos por entender cómo nos afectan, más podremos hacer para mitigar su impacto en nuestra salud.
Impacto
En cuanto a los efectos de tales situaciones sociales sobre el sistema inmunológico, todavía hay mucho más por descubrir, dijo Klopack. El nuevo estudio solo analizó casos de adultos mayores, en su mayoría blancos, y en un momento en particular, y además se basa en los niveles de estrés autopercibidos. Los científicos todavía desconocen el efecto del estrés en el sistema inmunológico de personas más jóvenes, y tampoco saben si esos cambios en el sistema inmunitario son permanentes.
Sin embargo, lo más importante que hay que recordar es que “lo que más contribuye con el envejecimiento inmunológico es simplemente el envejecimiento general”, dice Idan Shalev, científico de salud biocomportamental de la Universidad Estatal de Pensilvania, que estudia los efectos del estrés a lo largo de toda la vida. Por lo tanto, las estrategias para evitar el envejecimiento inmunológico suelen ser las mismas que evitarán los efectos del envejecimiento en general: consumir una dieta saludable, hacer ejercicio con regularidad, limitar o evitar fumar y beber, y dormir bien. “La contención social, como la familia y los amigos, también es muy importante”, dice Shalev, ya que la soledad también puede afectar el sistema inmunológico.
Otra forma de interpretar este nuevo estudio, señala Yousefzadeh, es que los “estresores sociales”, como los traumas o la discriminación, pueden tener impacto sobre la esperanza de vida. Además, si bien hay mucho interés científico por encontrar formas de mantener la juventud del sistema inmunológico, Yousefzadeh dice que la ciencia todavía no ha encontrado la forma de revertir su envejecimiento. Por lo tanto, indica el científico, lo importante es hacer todo lo posible para mantener un sistema inmunológico fuerte, porque cuando se daña o deteriora, realmente no hay forma de volver atrás.
Por Hannah Seo
(Traducción de Jaime Arrambide)
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