La obra de recuperación de la pieza diseñada por Amancio Williams se terminó luego de más de dos años de trabajo profundo
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MAR DEL PLATA.– Poco polvillo y, desde hace algún tiempo, todo parece ir exclusivamente hacia la búsqueda de brillos. Desde el pulido de superficies hasta la iluminación, cada vez más completa tanto en fachada exterior como en el diseño de equipamiento interior que reconstruye al detalle, casi clonados, cada uno de los apliques sobre paredes y techos.
La obra de restauración de la Casa sobre el Arroyo llevó más de dos años de trabajo duro para que esa destacada pieza arquitectónica diseñada por Amancio Williams luzca, casi ocho décadas después, como en aquellos primeros días en que la estrenó su padre, Alberto, eximio músico y fanático de trabajar sobre los pentagramas en este entorno pleno de árboles.
“La restauración ya está casi terminada, con detalles finales y manual de mantenimiento y limpieza de obra, para cerrar esta etapa”, explicó a LA NACION, el mes pasado, la actual directora de la Casa sobre el Arroyo, Magalí Marazzo, que en representación del municipio sigue de cerca cada paso de este proceso, que fue posible a partir de una inversión del Estado nacional.
Para quienes recorrieron el inmueble en distintas instancias de este plan de restauración es impactante el cambio logrado para llegar desde aquel frente vandalizado con pintura en aerosol y ambientes interiores tiznados, con aberturas carbonizadas por incendios intencionales, a esta impactante imagen de una vivienda absolutamente lista para el estreno.
“Se ha hecho un esfuerzo enorme, una inversión muy grande y con un resultado que, por lo que se ve hasta ahora, es muy bueno”, reconoció Claudio Williams, uno de los hijos de Amancio y también arquitecto. “Para él no había otro lugar porque no quería tocar ningún árbol”, explicó sobre el concepto que fue punto de partida y eje en el momento de trazar la casa de veraneo que le habían encargado sus padres.
LA NACION ya mostró en varias oportunidades el avance de estas obras que están a un paso de su inauguración. El presidente de la Nación, Alberto Fernández, visitó las instalaciones a principios de año y anticipó que volvería para abrirla al público. Eso ocurrirá hoy. La Casa sobre el Arroyo, restaurada, tendrá a corto plazo un funcionamiento como museo y el sueño de máxima es que quede incorporada al listado de patrimonio mundial de la Unesco.
De los orígenes, los malos momentos y esta recuperación hablaron en estas últimas horas varios especialistas en un Zoom organizado por la Academia de Arquitectura y Urbanismo, que tuvo entre sus participantes a Williams, Marazzo y Graciela Di Iorio, especialista en preservación patrimonial que fue directora de la Casa sobre el Arroyo hace un par de décadas y una de las voces que mejor conocen de esta joya arquitectónica.
La historia
“En 1977 el Gobierno militar cierra la casa, ya con nuevo dueño y donde funcionaba una radio. Se aflojaron los niveles de tutela y se llegó a máximo nivel de deterioro”, contó Di Iorio sobre la peor de las etapas, con intrusos a diario donde, apenas unos años antes, Williams componía y coordinaba su conservatorio musical con más de medio centenar de filiales en todo el país.
El esfuerzo puesto de manifiesto por los responsables de este plan de restauración llevó a buscar y lograr elementos o piezas originales a los que Williams había recurrido para equipar la casa y a reponer otros que fueron diseños originales, para lo cual hubo que poner a trabajar a especialistas en el desarrollo de réplicas.
“Hubo siete tipos de luminarias que se dibujaron a escala, se pasaron a 3D, se hicieron maquetas y cuando se recrearon se aprobaron para su elaboración y compra”, contó Marazzo.
Cuando la Casa sobre el Arroyo abra sus puertas como museo, en una fecha aún no confirmada, también ofrecerá mobiliario original a partir de donaciones logradas en este operativo de restauración. Así, se dispondrá de dos sillones “Safari” que son diseño del propio Amancio Williams, otros dos de la variedad BKF o “Mariposa”, una cocina y una heladera restauradas a nuevo, y un piano Blüthner, como el que tenía el dueño de la casa.
“Williams tuvo un interés obsesivo de resolver con la mayor facilidad elementos que son muy complejos, pero que una vez resueltos parecen sencillos aunque funcionales para mejorar la calidad de vida de las personas”, detalló la arquitecta Stella Maris Casal, que también participó de este espacio virtual de actualización sobre historia y actualidad de la Casa sobre el Arroyo.
Como parte de la obra se corrigieron salidas de ventilación que se abrieron mientras allí funcionó una radio. Quizás el extremo de lo artesanal se vea en el piso compuesto con tacos de algarrobo colorado: heridos por el fuego que a repetición atacó las instalaciones, siempre de manera intencional, se los numeró y retiró para pulirlos y tomar de su extremo sano partes para que queden a la vista en los huecos que dejaban los más dañados. El pulido logró uniformar esa superficie en un pleno brillo.
También se rescataron restos de esterillados, de los que solo quedaban partes sobre los marcos. Se copiaron modelos y se lograron otros iguales. Y se sorteó un déficit de la casa: la accesibilidad. Si bien en el pliego de obra se contemplaba una intervención sobre escaleras, el acceso para personas con alguna discapacidad motriz será con asistencia de una oruga mecánica. Además se recuperó y ya se instaló la tranquera original que estaba guardada.
El futuro
El proyecto de museo es ambicioso y contempla el desarrollo de instalaciones complementarias, que son parte de una futura etapa de obras.
Claudio Williams recomendó para un siguiente paso lograr que la manzana lindera, parte de la misma reserva original en la que se construyó la Casa sobre el Arroyo, en el barrio Complejo Universitario, también sea incorporada a este patrimonio. El propietario de esas tierras es el mismo que le vendió a la Municipalidad de General Pueyrredón el inmueble.
“Es fundamental que compren esas parcelas que faltan, porque cuando se construyó la Casa sobre el Arroyo el barrio tenía una muy baja densidad, con poco construido”, dijo al advertir que en las inmediaciones crecieron las viviendas hasta los propios límites de estas parcelas. “Si hoy eso se loteara y se construyeran casas en cada lote, sería un impacto muy fuerte para el futuro museo”, señaló.
*Este artículo se publicó originalmente el 16 de marzo pasado y se actualizó para esta fecha
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