Arte y marketing: ¿por qué este vínculo es tan exitoso?
Desde Andy Warhol hasta Romero Britto, los artistas encuentran sustento en las grandes compañías y éstas se sirven de su creación para llegar a públicos más exigentes
Se quieren, se necesitan y, por lo visto, también se complementan. Dos mundos tan disímiles a primera vista como pueden ser el del marketing y los negocios -donde todo se cuantifica, se razona y planifica- y el del arte –donde prima la espontaneidad, la libertad y el valor más que el precio- encontraron, a lo largo de las décadas, su punto de encuentro y, más aun, de enriquecimiento mutuo.
Es que, sin sumergirse demasiado en las profundidades del asunto, no es difícil darse cuenta del beneficio que ambos obtienen: para las grandes empresas, contar con productos que lleven el sello y el talento de los artistas más renombrados es un plus que los diferencia de sus competidores, les suma un atractivo único y los sube un peldaño en la escalera de la exclusividad. En tanto, para los dueños del pincel y la creatividad, además de incrementar sus ingresos, poder difundir su arte de manera masiva les genera una vidriera que saben que no podrán experimentar con la exhibición de un cuadro o escultura en algún museo importante. Entrar a las casas de aquellos que tal vez jamás se hubieran detenido a apreciar sus creaciones si no estuvieran plasmadas en una heladera, una botella o una lata es una chance por demás tentadora, incluso para los artistas más populares.
Tal es el caso, por ejemplo, del célebre artista brasilero Romero Britto, quien acaba de lanzar junto a Siam una edición limitada de 500 heladeras que llevan su colorido y reconocible talento en ellas: "Lo que más me entusiasmó de la propuesta fue pensar en la idea de que mi arte entrara a la casa de alguien y no que estuviera necesariamente colgado en una pared", manifestó hace unos días, en ocasión del lanzamiento que la firma hizo de esta línea.
Y no es el único: hace unos años, el modisto Benito Fernández dejó por un rato la alta moda para ofrecer sus diseños en botellas de jugos de venta masiva. ¡Cómo no mencionar a Andy Warhol! Todavía hoy recordamos, entre otras creaciones, sus inigualables latas de sopa pop. Más cerca en el tiempo, Agatha Ruiz de la Prada intervino unas sillitas de bebés para autos, la casa italiana Gucci le sumó su estilo a un popular auto, y el pintor argentino Milo Lockett tiene su propia línea de sábanas y acolchados en una conocida casa de ropa de blanco.
Lo cierto es que hoy está comprobado que los consumidores se mueven no sólo por la necesidad sino también por la emoción. Y así como hay publicidades que apelan a nuestros sentimientos para que compremos un televisor o una licuadora, algunas empresas eligen empatizar a través de ese valor extra que pueden brindarles los artistas a un producto como, por ejemplo, las heladeras Siam firmadas por Britto que transmiten además alegría, felicidad y libertad. Libertad, por cierto, que las empresas saben otorgarles y respetarles a los talentos que convocan para así mantener el espíritu del artista intacto, más allá de que le toque inmortalizar su creación en la puerta de un freezer, en lugar de hacerlo sobre un lienzo.