Arqueología subacuática: la reconstrucción del pasado en los vestigios de Punta del Este
Se reportaron a lo largo de la historia 1200 accidentes marítimos en la zona de Maldonado; un equipo dedicado a las investigaciones del Patrimonio Costero bucea sus aguas para reconstruir el pasado
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PUNTA DEL ESTE (Enviada especial).- ¿Cómo se hacían los barcos en el siglo XVI? ¿Cómo vivían las personas? ¿Cómo era su economía? ¿Y la cultura? Esta y otras preguntas tratan de responder en el Centro de Investigaciones del Patrimonio Costero de Uruguay, con sede en el distrito de Maldonado. Y lo hacen buceando en las aguas abiertas del Río de la Plata, y también del mar, para encontrar barcos que naufragaron, o huellas que puedan representar pequeños hallazgos, información valiosa para esa reconstrucción. A lo largo de la historia se reportaron más de 1200 accidentes en la zona del Río de la Plata. No todos terminaron con la pérdida de la embarcación. Y ahí está la clave.
El equipo está integrado por arqueólogos subacuáticos y otros expertos que reconstruyen desde hace 17 años parte de la historia de la humanidad con este método y son pioneros a nivel mundial en la materia. Entre su lista de deseos está encontrar una de las carabelas que se cree usó Pedro Alfonso De Sousa, hermano de Martín, uno de los primeros colonizadores portugueses que entró por el Río de la Plata y llegó a ser uno de los gobernadores de la india portuguesa. Luego, en el equipo explicarán por qué.
No es un buscador de tesoros, afirma el doctor en Arqueología Náutica Rodrigo Torres, líder del equipo, en diálogo con LA NACION. Por eso cuando lo comparan con Indiana Jones, dice que el mote no le aplica. “Al salir de los sitios arqueológicos, el personaje lo hacía peleando, todo lo destruía. Nosotros no somos así. Hacemos aventuras todos los días, pero no de esa manera”, explica. Con él trabaja aproximadamente una docena de personas.
El CIPAC está a cargo de las tareas de arqueología marítima, costera y subacuática; reconstrucción arqueológica de buques; además de tareas de buceo científico y conservación arqueológica.
“Nosotros hacemos una distinción de lo que es la caza de tesoros, es decir, la intervención de sitios arqueológicos con fines comerciales, de lo que es la arqueología subacuática, que es una disciplina científica de las ciencias humanas”, señala, y subraya: “Es distinto en objetivo y en ética, aunque muchas veces nos van a ver con los mismos aparatos, los mismos equipamientos, pero no hay que confundir las cosas. Los compromisos de la arqueología están con la preservación y la socialización de este patrimonio en el marco de las normativas de un país”.
La arqueología es, por definición, la ciencia que estudia las artes, los monumentos y los objetos de la antigüedad, especialmente a través de sus restos. La arqueología subacuática pone en práctica esas características en ambientes acuáticos a lo largo del tiempo. En particular, la arqueología subacuática abarca un conjunto de métodos y técnicas adecuadas a la investigación de los vestigios que se encuentran sumergidos o en zonas intermareales, mientras que la arqueología náutica está centrada en el estudio de la tecnología de construcción y uso de las embarcaciones por los distintos grupos humanos.
“Se destacan en nuestro contexto regional, los sitios arqueológicos de embarcaciones naufragadas, situados bajo el agua o en zonas intermareales del litoral Atlántico y desembocadura del Río de la Plata”, informan desde la CIPAC, que precisa: “Estos vestigios de la cultura marítima hacen parte del patrimonio cultural de la nación, y su investigación nos brinda oportunidades únicas de conocer aspectos de la cultura, sociedad, historia y economía de la región, en sus vínculos locales y globales”.
Las tareas de un arqueólogo subacuático
Torres desmitifica lo que algunas películas instalaron en la mente de gran parte de la sociedad. “Las actividades de investigación tienen tres enfoques: el monitoreo y registro de naufragios en zonas intermareales; el estudio y elaboración de un plan de gestión para los naufragios históricos; y la elaboración de una base de datos arqueológicos de la zona costera de la región”, precisa.
“Tratamos de entender cómo vivían las personas y cómo llegamos hasta aquí a partir de embarcaciones naufragadas o un sitio prehispánico sumergido”, resume Torres.
La disciplina requiere atravesar ciertos desafíos prácticos para ser ejecutada con fines académicos. “La arqueológica subacuática involucra manejar embarcaciones, aparatos de buceo y de protección geofísica, como sonares y magnetómetros”, explica el experto, que tiene a su equipo volcado principalmente en sitios arqueológicos que ya se conocen en la bahía Maldonado.
Torres también habla de los accidentes marítimos reportados. “No todos llegaron a la pérdida de la embarcación completa porque muchos fueron rescatados ahí”, señala Torres. “En el siglo XVIII, las Coronas incluso enviaban buzos para rescatar barcos y reaprovechar la madera, los clavos, los pernos”, afirma.
Existen, no obstante, otras embarcaciones enteras que yacen en el fondo del agua. “Hay una bastante famosa, cuyo descubrimiento sería importante para la historia de la región”, dice Torres, y agrega: “Sería una de las embarcaciones de la flota de Martin Alfonso De Sousa. Su hermano, Pedro Alfonso de Sousa, ingresó al Río de la Plata en el siglo XVI, en 1528, y hay apenas un documento histórico que relata este viaje, cuya interpretación ha dado pie a muchas discusiones de expertos que analizan dónde habría sido este naufragio”.
Martín Alfonso De Sousa fue un marino y militar portugués, pieza clave en la colonización de Brasil. Estuvo al mando de la primera expedición desde Lisboa.
De ser encontrado, el barco daría información precisa sobre la forma en la que se construían navíos en ese periodo. “Lo que sabemos hoy es en base a información histórica; arqueológicamente hay apenas tres naufragios del siglo XVI realmente identificados e intervenidos con documentación”, señala.
Y explica: “Un hallazgo de esa magnitud sería un ejemplo bastante plausible de lo que eran, por ejemplo, las carabelas que es un nombre de barco que todos identifican con la expansión europea, pero que arqueológicamente son una incógnita”.
Torres –un hambriento por el descubrimiento- define a los arqueólogos subacuáticos como aventureros. “Tenemos una pasión por el estudio, por la aventura, por el descubrimiento. Somos aventureros del conocimiento y estudiosos en general”, asegura.
El equipo CIPAC no se formó hasta principios del año 2000. Previamente, señala Torres, quien precisó que -en esencia- quienes hacían las tareas de arqueología subacuática en las costas del Uruguay hasta entonces eran los buscadores de tesoros. “A principios de los años ‘80, en Uruguay se desarrolló una política de gestión de sitios arqueológicos sumergidos -particularmente embarcaciones naufragadas- que estaba volcada a la otorgación de permisos de participación público privada”, afirma el experto, y detalla: “Así, los buscadores de tesoros se quedaban con el 50% de lo rescatado y el Estado con el otro 50%”.
Esto –advierte Torres- rigió hasta entrado el nuevo milenio cuando a través de un decreto quedó prohibido hacer prospecciones privadas en busca de antiguos naufragios. “La que separa una actividad científica de una comercial es que en nosotros hay una preocupación y una preparación para intervenir el menos posible mientras se genera el máximo de información”, apunta el arqueólogo.
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