Argentinos en Israel: la desesperación de vivir atentos al sonido de las sirenas que anuncian el peligro
Dos familias que viven al norte del país cuentan la dolorosa situación que atraviesan todos los días desde el brutal ataque del grupo Hamas
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Val Naisztain, una argentina de 49 años, vive en Nahariya, una ciudad del norte de Israel, a unos 122 kilómetros de Tel Aviv. Llegó a este país hace tres, junto a su hija Anael, de 24, que estudia y trabaja en Tel Aviv, y a su hijo Taiel, de 12. A las 18 de ayer hablaba por teléfono con LA NACIÓN. Sería una primera charla que quedaría interrumpida por el sonido ensordecedor de las sirenas que alertaban sobre posibles peligros; una situación que se tornó habitual desde el brutal ataque del grupo Hamas que dejó más de 1000 muertos, el sábado pasado.
“Como inmigrante nueva, una tiene la sensación del miedo a lo que va a pasar. Cuando tenés hijos, tenés que ser fuerte por ellos”, dijo con angustia. Y completó: “La situación ahora es muy difícil en el centro del país y en el sur. Realmente no paran de sonar las sirenas, de día y de noche”. Ni bien enunció la frase, empezaron a sonar. “¡Taiel, vamos!”, gritó desesperada y cortó la llamada. Inmediatamente, corrió hacia un refugio antibombas que está en el edificio donde vive.
A las 20.15, luego de que las sirenas sonaron tres veces más, la situación volvió a la calma y los residentes regresaron a sus hogares.
“En ese momento [cuando sonaron las alertas] me desesperé por agarrar a mi hijo y correr al refugió”, expresó Naisztain, cuando retomó la conversación con LA NACIÓN. Y explicó: “Aparentemente eran aviones que se interceptaron o drones. Habló el intendente, pidió que todas las personas que estábamos en los refugios o en las habitaciones de seguridad regresen a sus casas. Pidió que mantengamos las puertas y las ventanas cerradas. Las luces tenues y que no hagamos mucho ruido”.
“Ahora no hay gente en la calle, no se ven pasar autos. Estamos en un silencio absoluto. El intendente también pidió que la gente no salga y que no se acerque a la zona costera”, describió.
“No hay hasta ahora ningún herido acá en el norte [del país], ni ningún lugar donde hayan sufrido daños. Hasta ahora es lo que podemos contar desde acá”, detalló.
“Ayer escuchamos dos explosiones que fueron en una ciudad que queda a dos horas de acá. Hubo explosiones en lugares abiertos, en campos. Entonces, no hubo heridos, tampoco algún tipo de destrucción. Aparentemente, eran aviones o estas personas que son tipo kamikazes, que están llenos de explosivos”, explicó.
A las 21.20. Naisztain y su hijo se prepararon para comer. Tienen que hacerlo rápido porque en cualquier momento puede sonar la alarma. Si esto sucede deben correr al refugio.
“Tenemos los bolsos preparados al lado de la puerta, agregamos linternas, nuestros pasaportes, sábanas, comida no perecedera, cargadores, medicación, repelente y algunos snacks”, detalló.
Además, prepararon un kit de higiene: papel higiénico, y de cocina, jabón, toallas, y toallas húmedas, entre otros elementos. Ella deja todo a mano.
Taiel, que estaba junto a su madre, comentó: “Siento enojo y miedo. Tengo miedo, porque no sé cómo va a seguir la situación. Me desperté un día con mensajes de mis amigos y de mi madre donde comentaban lo que estaba pasando. Me empezaron a llamar distintos familiares y ahí empezó todo”.
“Estoy muy molesto con la situación. Me gustaría entrar al Ejército, estar en la parte de aeronáutica”, dijo.
Después de una cena corta y rápida. Naisztain se duchó rápido. “Va a ser una noche larga, una noche de vigilia, no vamos a poder dormir tranquilos”, concluyó.
Angustia
Daniel Zelener, es argentino, tiene 62 años y vive en la misma ciudad que Naisztain. Él llegó a Israel, junto a su familia, en 2021. En el edificio donde vive también hay una habitación, donde los vecinos se refugian cuando suenan las sirenas.
“Hoy [por ayer], las alarmas sonaron dos veces. Escuchábamos sonidos que no sabemos si eran de bombas. Sabemos que estamos cuidados”, expresó confiado.
Por el momento, explicó que no hay faltantes de alimentos ni de agua: “La gente se desespera y va por ejemplo a comprar agua rápido, pero enseguida los supermercados reponen”.
Y señaló que hay muchas personas que siguen yendo al trabajo de manera presencial y otras que decidieron quedarse en casa: “El que puede sigue su vida normal y el que no, se queda en casa”.
Rosana, su esposa, indicó: “Siento angustia y dolor por toda esta masacre que se está viendo”. Ella sale a trabajar todos los días: “Cuido a personas mayores, así que tengo que ir a apoyarla”. Y afirmó que el deseo de volver a su casa para estar con su familia es constante.
“Según cuentan acá, es la primera vez que pasa que hay infiltrados. Entonces, uno no sabe si se puede encontrar con un terrorista en la calle”, concluyó.
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