Arengas en plena clase: el día que los alumnos empezaron a dejar de ser rehenes en el aula
Se puede planificar todo un año de dictado de una materia, se pueden consensuar contenidos mínimos y formas de dar clase, pero es tristemente cierto que dentro de cada aula, el docente suele creer que es el dueño y señor de las almas de sus estudiantes. En apenas cuatro minutos, un grupo de estudiantes desnudó el comportamiento desequilibrado de su profesora de historia y confirmó que adentro del aula, se puede ser rehén para poder aprobar una materia y seguir adelante o decidir abandonar los estudios por hartazgo o falta de motivación sobre cuál es el sentido de ir a la escuela.
¿Adoctrinamiento? ¿Defensa ciega de una idea política? ¿Libertad de cátedra? Quizás sea una mezcla de todo, casi un cóctel explosivo. O, quizás, sea el vértice de un iceberg que pocos quieren ver. Laura Radetich, docente de la Escuela Técnica N°2 María Eva Duarte, de Ciudad Evita, en el partido de La Matanza, parece ser un caso aislado, pero no lo es. En verdad, la soez arenga de Radetich es una foto en una extensa película de desatinos de la educación pública. La mitad de los estudiantes que ingresan en el secundario abandonan y la otra mitad no lo terminan en tiempo y forma. ¿Cuántas arengas habrán contribuido para que un adolescente decida cerrar para siempre los libros y dedicarse a otra cosa, clausurando así un futuro de ascenso social?
Es muy probable que no haya sido la primera vez que la docente se comporta de ese modo ante sus alumnos, no solo intentando convencerlos de sus ideas, sino tratándolos con un lenguaje grosero, poco académico. Que un docente pueda perder el valioso tiempo dentro del aula con una discusión política, en vez de enseñarle a sus alumnos los contenidos de la asignatura a su cargo y ayudarlos a tener pensamiento crítico, no es solo privativo de su prerrogativa, es el esquema de descontrol que se vive en las escuelas públicas, donde prácticamente no existen los equipos pedagógicos y los directores son meros administrativos de la pobreza de la enseñanza y de la infraestructura.
En ese iceberg en el que naufraga la educación, el papel de los gremios docentes también navega en la decadencia por su decisión de no mirarse internamente ni para elegir a su dirigencia ni para establecer parámetros de mejoras de la profesión. Hoy ser docente no parece una vocación, sino un trabajo que se hace a desgano, como si fuera una condena, o una plataforma desde la cual hacer política barata para convencer sin fundamentos o con fundamentos erróneos.
Desde la forma en dirigirse a sus alumnos, con pedestres “papi qué estás diciendo”, “podés comer esta porquería porque te la dio el Estado” o “pensás que el pueblo es boludo”, Radetich desnuda que se ha perdido el eje de la enseñanza. Así como los padres salieron públicamente a reclamar el regreso a la presencialidad plena, negada hasta que las encuestas fueron esquivas para las administraciones provinciales, hoy son los estudiantes los que dan una nueva lección a la política: usan las herramientas modernas para mostrar lo obsoletos que pueden ser sus docentes.
Es muy probable que este grupo de alumnos de Radetich estuvieran cansados de esas arengas y decidieran exponerlas de una vez y para siempre. Es muy probable que la docente creyera que estaba ante un grupo de adolescentes sin capacidad de análisis crítico y que podían tolerarle insultos e inexactitudes en favor de un relato que le resultara confortable al orador. Es probable que muchos docentes confundan libertad de cátedra (que sería la mejor manera de elegir cómo enseñar sus contenidos, por ejemplo) con estar persuadidos de que la moda de gritar para imponer verdades, levantar el dedo para denostar al que piensa distinto o acusar al que no obedece es el imperativo de la hora. Este grupo de adolescentes demostró que empieza una nueva etapa: el fin de ser rehén de un adulto sin eje adentro del aula.
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