Con las piernas ya cansadas, Guillermo Tibaldi, de 64 años, avanzaba sobre una pendiente rocosa. Sabía que faltaba poco para llegar, pero decidió frenar y grabar el último de sus videos matutinos. "Día 83 de travesía -dijo a la cámara con la voz quebrada-. Pensé que no me iba a emocionar, pero bueno". Detrás suyo, en la filmación, se distingue un pico nevado. Es la pared sur de la cima del Aconcagua, que lo esperaba a solo 900 metros de distancia.
Luego, aún con la cámara encendida, enunció el lema de su travesía: "Desde su muelle a lo más alto de la patria -y agregó-. Por mis 44 camaradas, por sus familiares. Por ellos lo estoy haciendo. Viva la patria; vivan los 44". Su barba, canosa y tupida, no recordaba en nada al afeitado al ras con el que se había despedido tres meses atrás de sus compañeros de la Armada y de algunos parientes de los submarinistas del ARA San Juan , en Mar del Plata.
Hace dos meses que Guillermo Tibaldi, un Capitán de Navío Submarinista retirado, terminó la primer parte de su homenaje a los últimos tripulantes del ARA San Juan, que consistió en unir a pie el Muelle Auxiliar de la Armada Argentina, el último lugar desde donde zarpó el San Juan, con la cima del Aconcagua. El recorrido consistió en 1600 km hasta la base de la montaña y 6962 metros de desnivel hacia su pico máximo.
Tibaldi está ligado al ARA San Juan por su historia: él hizo su carrera en este submarino y fue también su comandante. Lo embarcó apenas fue recibido en el país, en 1997, y permaneció en él seis años. Por eso conocía a varios de los tripulantes que murieron y también a algunas de sus familias. Es en honor a ellos que emprendió este homenaje de tres partes. Además del lado deportivo, Tibaldi le sumó una pata educativa a su travesía. Para eso, dio charlas en las 14 escuelas que encontró por su camino hacia el Aconcagua. Ahora, dos meses después, tiene pendiente terminar la tercera parte de su acto conmemorativo: erigir en Mar del Plata el primer memorial del submarino San Juan, que será financiado con donaciones privadas.
"Todo esto surgió por una deuda que sentía", cuenta Tibaldi. Recuerda a la perfección la mañana del 14 de noviembre de 2017, cuando, todavía estando en la cama, atendió la llamada de un amigo de la Armada, quien le contó con disgusto que el San Juan había perdido contacto. Él, enseguida, pensó lo peor. "Aún no se sabía, pero yo estaba seguro de que estaban muertos -cuenta-. Ese pesimismo me impidió ir a darles ánimo a sus familiares". Poco tiempo después, empezó a sentir culpa por haberse mantenido distante.
Tibaldi pasó largas horas del año pasado ejercitándose, corriendo y nadando, para su sexto triatlón Ironman. "Siempre, en esos momentos, me acordaba de los 44, sobre todo cuando entrenaba en el mar. Un día, estando sumergido, se me ocurrió: llevarlos conmigo desde lo más bajo hasta lo más alto de la patria", cuenta. Esa idea, que en un principio él mismo vio como descabellada, fue tomando forma. Un tiempo antes de emprender la travesía, decidió cerrar temporalmente su local de productos de montaña para dedicarse a preparar el homenaje. Entre otras cosas, Tibaldi acondicionó su camioneta para poder dormir, cocinar y bañarse en ella. Meses después, esa camioneta fue manejada hasta Mendoza por varios amigos suyos, que se fueron turnando de a dos para transportarla y esperar a Tibaldi en los puntos de descanso.
Además de frenar en los lugares estipulados, Tibaldi también paró siempre que las personas que lo veían pasar le preguntaban por qué corría. Él llevaba puesta una musculosa y una gorra con la insignia del San Juan. También cargaba con una bandera argentina con los 44 apellidos de sus últimos tripulantes, un regalo que la Agrupacion de Suboficiales Submarinistas Argentinos le había dado antes de partir. "La bandera pasó por miles de manos. La llevé a lo largo del camino en la mochila, pero la desplegué siempre que fuera posible. También fue izada en un montón de mástiles. Todos querían foto con ella: las personas que conocía por el camino, los intendentes y hasta los niños de las escuelas".
En total, Tibaldi visitó 14 instituciones educativas de Buenos Aires, Córdoba, La Pampa, San Luis y Mendoza. En algunas ya había hablado previamente para coordinar la visita. Pero en otras no. "Si me encontraba alguna escuela en el camino, irrumpía en ellas así como estaba, transpirado, vestido de corredor, y le explicaba a la directora lo que estaba haciendo", cuenta.
Según dice, siempre lo dejaron pasar a las aulas. Llevaba consigo un video sobre cómo es la vida arriba de un submarino. Esto último, cuenta, eso es lo que más les llamaba la atención a los niños. A veces, cuando iba a salas de Jardín de Infantes, tenía que hacer un submarino de tiza en el pizarrón para que ellos entiendan de qué hablaba. "Yo contaba la vida a bordo, la pasión por la marina, las misiones, las dificultades. Ellos escuchaban y hacían preguntas. Algunos sentían que estaban hablando con uno de los 44", dice.
Para el ex comandante, su profesión siempre fue riesgosa. Durante sus diez años trabajando en submarinos, los ingresos de agua y las pérdidas de plano por malas maniobras eran algo habitual. "Los submarinistas estamos acostumbrados a tener emergencias", dice. Y sigue: "Todos los militares juramos defender la patria hasta la muerte, pero a muy pocos les toca. Yo se que lo que les pasó a ellos podría haberme tocado a mi o a mi hijo, y esa es una de las razones por las que me afectó tanto".
A lo largo del camino, Tibaldi también se reunió con algunos familiares de los submarinistas fallecidos. "Juntarse a charlar con ellos era un homenaje en sí mismo. Pero también lo era cuando hablaba con cualquier persona sobre los 44", cuenta. Tibaldi filmaba todos los encuentros que tenía a lo largo del viaje y los agregaba a sus videos semanales, los cuales subía a su página de YouTube, Tibaldiway.
Recuerda que una tarde lo paró un camionero. El hombre lo había visto correr por la banquina de la ruta un día y, al divisarlo corriendo de nuevo una semana después, decidió parar y preguntarle por qué lo estaba haciendo. "Me ofreció agua y pidió sacarse una foto conmigo y con la bandera. El apoyo de la gente fue constante. Me ayudó mucho a cobrar fuerzas", cuenta.
Ahora, dos meses después de haber logrado la cumbre, Tibaldi ya está en su casa, en Mar del Plata. Sin embargo, su homenaje no ha terminado: está juntando fondos para hacer un monumento. "Noté, en su momento, como muchos usaron políticamente a los 44. Por eso este memorial no está financiado por ningún gobierno: los fondos son privados", cuenta. Según dice, hay aportantes de todo tipo: tanto grandes empresas como también personas con escasos recursos que donaron 100 pesos o menos.
Lo diseñó en conjunto con un estudio de arquitectura, que se sumó al enterarse del proyecto. La intendencia todavía no ha definido el lugar en el que se hará, pero se estima que la obra estará terminada a fines de marzo.
Para donar fondos para la construcción del Memorial, se podrá depositar en la cuenta benéfica especial del Banco Nación, CBU 0110148130014814785229; CUIL 20117032435; Alias: SOPA.TEXTO.CEREZA.
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