“Apunteca” digital: el legado que dejará la pandemia el año próximo en las universidades
Después de un ciclo signado por el estudio remoto y las pantallas, cómo será la metodología educativa para 2022
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Su vida universitaria comenzó en 2020, y después de un año y medio de estudiar, rendir exámenes y relacionarse con sus profesores y compañeros de manera virtual, Juan Manuel Etchemendy, que tiene 22 años y está en segundo año de la carrera de Ingeniería Industrial en la UADE, pisó por primera vez la facultad hace apenas algunas semanas. “Fue muy loco, una experiencia terriblemente positiva. Tener al profesor en el aula en materias como física o matemática fue un salto cualitativo muy grande”, reconoce. Y al mismo tiempo que valora la presencialidad de forma indiscutida, defiende a capa y espada muchas de las herramientas que la enseñanza remota dejó en el camino.
Después de un ciclo signado por la enseñanza a distancia, se espera que el año próximo tenga el sello de la presencialidad plena, y en todas las universidades consultadas por LA NACIÓN, la prioridad en el regreso a las aulas la tienen los estudiantes de los primeros años. Es decir, esa camada que empezó su vida universitaria detrás de las pantallas, que está más familiarizada con las plataformas virtuales que con un pizarrón, y que, aunque valora la posibilidad de estar físicamente en las clases, no está dispuesta a perder ciertas comodidades y ventajas a las que la virtualidad los acostumbró a la fuerza.
Etchemendy confiesa que no se imagina un 2022 sin la oportunidad de acceder a las clases grabadas y de volver a revisar esos videos las veces que haga falta. De la misma manera piensa Clara Benhardt, que está en primero año de la Licenciatura en Ciencias del Comportamiento, en la Universidad de San Andrés, y que comenzó a familiarizarse con todas las plataformas online en su último año del secundario. “Las horas en el aula se aprovechan mucho más. Desde que vamos presencial mi forma de estudiar cambió, y en las clases me concentro mejor. Hay un ida y vuelta constante y el contacto con otros es muy positivo. Todo eso no lo cambio por nada. Pero también quiero conservar las clases grabadas, el campus virtual, los tutoriales, la posibilidad de subir las entregas a la web”, coincide la estudiante, que avala la continuidad de un esquema mixto.
Zona de confort
Como explica Lucas Grosman, rector de la Universidad de San Andrés, este segundo semestre es una etapa de transición, en la que la mayoría de los cursos pasaron a un formato híbrido y en el que conviven estudiantes que están presentes en los salones con otros que siguen la clase desde sus hogares. Para eso, las casas de altos estudios tuvieron que invertir fuerte para dotar a las aulas de tecnologías que hacen posible este formato. “A pesar de que no dudamos de la riqueza de la experiencia educativa presencial, estamos convencidos de que mucho de lo que incorporamos durante estos dos años llegó para quedarse. En ese sentido, 2022 no será igual a 2019: será mejor, ya que nos traerá una ‘presencialidad aumentada’”, explica Grosman. Y completa: “En efecto, aunque lo presencial predomine, la opción a distancia seguirá disponible, de manera acotada, para quienes no puedan asistir a algunas clases, por ejemplo, por razones de salud. Además, seguiremos grabando las clases y poniendo a disposición de los estudiantes medios tecnológicos que les permiten utilizar esas grabaciones de manera inteligente, con buscadores de audio y otros recursos que mejoran las posibilidades de análisis. Ese recurso nos dio muy buenos resultados durante la pandemia, y pretendemos seguir aprovechándolo”.
De acuerdo con la opinión de las autoridades educativas, la vuelta gradual y los aforos permitidos, un proceso que comenzó en agosto pasado de manera más general, habilitaron a que los alumnos dividieran su semana entre la casa y la facultad. “Le dimos prioridad a los alumnos de 1° y 2° año, los que comenzaron en 2020 y 2021. Ellos son los que más necesitan nutrirse del contacto presencial con los profesores y el resto de sus compañeros. Si bien el entusiasmo es grande y hay muchas ganas de volver, también hay una barrera de inercia y una zona de confort de la que cuesta salir”, reconoce Federico Iñiguez, decano de la facultad de Ciencias Económicas de la UADE.
Esa zona de confort que Iñiguez identifica es algo que admiten los propios estudiantes, con sus pros y con sus contras. Etchemendy acepta que el hecho de tener una clase grabada puede permitirle, por ejemplo, el beneficio de no tener que cancelar una cita médica, ya que de regreso en su casa basta con buscar en el menú de opciones de lecciones grabadas para revisar el contenido perdido. “Pero es un recurso que a muchos les jugó en contra, porque al tener ese respaldo directamente faltaban a la clase. Eso no hubiera sucedido sin la pandemia”, opina.
Como decana de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador, Gabriela Renault, también discute la permanencia del “Netflix académico”. “Es muy importante todo lo que podamos recolectar de este aprendizaje tan disruptivo. La necesidad de subir todos los materiales a la web fue tan grande que hasta creamos una ‘apunteca´ digital, porque cuando comenzó el aislamiento ni siquiera había chances de sacar fotocopias. Fue algo muy positivo no solo en términos de estudio, sino de sustentabilidad”, aporta. Y agrega: “Las grabaciones también fueron una fortaleza, pero en algunas ocasiones conspiró en contra, porque fomentó la pasividad y muchos decían ‘para qué voy a ir si total tengo la clase grabada’. Creo que es una decisión a discutir”.
Refuerzos
Marzo de 2022 llegará con cursos y exámenes de ingreso para los nuevos aspirantes, y como la pandemia golpeó mucho más fuerte a los alumnos del secundario, muchas de las universidades ya están preparando el terreno. “Reforzamos el sistema de ingreso para el año próximo, con instancias presenciales para que los chicos puedan venir y ejercitarse en algunas áreas, como matemática y comprensión lectora. Después que ingresan hay otros sistemas de ayuda interna, con tutorías y clases de apoyo que se generan dentro de la misma comunidad de alumnos –expone Iñíguez–. Lo que notamos es que después de dos años de clases remotas, las falencias en áreas claves se acrecentaron, y los chicos necesitan de ese refuerzo. Pero también hay un retraso en todo lo que tiene que ver con la socialización y lo emocional. Es lógico que después de casi dos años de no haber pisado el aula, ahora los alumnos se encuentren perdidos dentro de su propia facultad”.
La vicerrectora de alumnos y Extensión de la Universidad Austral, Susana Urrutia, cuenta que van a implementar un taller de coaching para el ingreso, en el que se trabajará sobre las expectativas de los ingresantes: “La idea es ayudarlos a identificar su forma característica de aprendizaje para abordar las técnicas de estudio, tanto para las materias humanísticas como para las exactas. También les ofreceremos herramientas para el manejo de la ansiedad y atención plena, y paralelamente estamos trabajando con los profesores, para que puedan hacer una detección temprana de problemas de aprendizaje y puedan derivarlos al servicio de orientación psicopedagógica”.
Sofía Dutallaz tiene 18 años y estudia Relaciones Institucionales en la Universidad de Belgrano (UB), y espera que en 2022 pueda ir todos los días a la facultad. “Estudiar, aprender y formarse es un trabajo en equipo. Estar en el aula me motiva, y hace que las relaciones sean más humanas, más fluidas. En carreras sociales como la mía, la comunicación cara a cara es fundamental, y noté que a todos nos cuesta relacionarnos más que antes. Se hizo difícil. Y si el año pasado los estudiantes no reclamamos más fuerte la vuelta a las aulas fue por compañerismo y solidaridad, porque para muchos tener que ir a la facultad implicaba una mudanza, viajar desde lejos o arriesgarse por cuestiones de salud. En la UB, el regreso inicial no tuvo carácter obligatorio, y eso fue algo positivo”, considera.
Convencida de que el rol docente será clave una vez más, la vicepresidente de Docencia e Investigación de la UB, Ana Linares, destaca la tarea que los profesores hicieron antes, durante y que también harán después de la pandemia. “Así como lograron convertir sus prácticas pedagógicas a la modalidad virtual, entendemos que el docente será el gran aliado en esta nueva transición hacia la educación presencial. Por eso, seguiremos trabajando intensamente en su capacitación. Además, como complemento de las clases presenciales, prevemos mantener activas las aulas del campus virtual de la UB. De este modo, el profesor va a tener la posibilidad de usar esos recursos virtuales. Mientras que el alumno, habituado a ese ámbito en estos últimos dos años, también podrá recurrir a ellos”, concluye.
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