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Allí donde no hay ventanas y el tiempo no entiende de relojes, la vida pasa con cuotas de vieja normalidad. Es sábado por la noche y en la ciudad de Buenos Aires el calor se hace sentir, aún sobre el río de La Plata. Los taxis entran y salen de la dársena de forma casi ininterrumpida. “Ingreso al Casino”, reza un cartel de intenso color verde. Desde hace 12 semanas, el Casino de Buenos Aires -conocido a secas como El Flotante- abre sus puertas para todos los adultos que deseen jugar al azar.
Mientras los chicos desempolvan uniformes tras un año sin clases presenciales, en la Argentina el juego volvió seis meses antes que la vuelta a las aulas. Si bien en el país la regulación de los juegos de azar (casinos, bingos, loterías y slots) recae en cada provincia, el gobierno de Alberto Fernández dio un paso significativo para el retorno de las apuestas en la provincia de Chubut, donde se expanden casi una decena de salas de juego ligadas al empresario kirchnerista Cristóbal López, hoy controladas por su socio histórico, Ricardo Benedicto.
Aún cuando las familias no tenían permiso para reunirse y se imponía una de las cuarentenas más restrictivas y largas del mundo, el mandatario chubutense Mariano Arcioni solicitó una excepción al Ejecutivo nacional para reabrir casinos provinciales. Gracias a la Decisión Administrativa 1468/2020, que llevó la firma del jefe de Gabinete Santiago Cafiero y del exministro de Salud Ginés González García, se eximió a las salas de juego de Chubut y se abrieron las puertas de las apuestas. Fue uno de los primeros.
“No hay una decisión que permita argumentar esto, más allá de lo que es de público conocimiento: son decisiones tomadas en base a amiguismos políticos”, sostuvo Ignacio Torres, diputado nacional de Chubut, por Juntos por el Cambio.
Con la firma de Arcioni, el gobierno de Chubut presentó junto a su pedido de reapertura una serie de compromisos que adecuarían las salas de juego al contexto sanitario de una pandemia. El documento, que fue aprobado por autoridades del ministerio de Salud entonces conducido por González García, incluye la desinfección de superficies y la ventilación de “al menos una vez al día”, de estos establecimientos que normalmente son completamente cerrados.
En la Argentina, no hay un registro oficial que infome cuál es el total de salas de juego a nivel nacional. Según datos relevados por la Asociación de Loterías Estatales Argentinas (ALEA) y difundidos por Fopea, el país tiene unas 406 salas de juego y más de 80 mil máquinas tragamoneadas. El dato lo convierte, según el Directorio Mundial de Casinos, en el país con más salas en todo América del Sur.
En los meses que siguieron a aquellas cuestionadas reaperturas y a la espera de un regreso presencial a clases, prácticamente todas las jurisdicciones del país volvieron a abrir las salas de juego de forma escalonada y con implementación de distintas medidas sanitarias. Formosa -la provincia a cargo del peronista Gildo Insfrán- es la única que todavía tiene cerradas las puertas de las salas de juegos.
La celeridad con la que se dio el retorno de las salas de juego en comparación al tironeo de condiciones que significó la vuelta a clases despertó malestar e interrogantes. Durante meses, núcleos de organizaciones de padres y dirigentes políticos -en su mayoría, opositores- condenaron la falta del regreso al sistema educativo presencial y reclamaron a autoridades locales y nacionales la reapertura de escuelas.
Fuentes cercanas al gobierno de la Ciudad trazaron un paralelismo entre la reapertura porteña y las del resto del país. Según explicaron, la reapertura de las salas de juego -16 de noviembre de 2020- se dio en el marco del regreso de la industria del entretenimiento, no puntualmente el universo de las apuestas. “No hubo un tratamiento preferencial”, señalaron.
Puntualmente, al ser consultados por los motivos que condujeron a un regreso de juego antes que las escuelas, fuentes cercanas al jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta apuntaron: “Una reapertura prosperó mucho más rápido que la otra”. Además, consignaron desde la Ciudad, se trabajó a partir de mediados del último año en la reapertura de escuelas, que derivó en un proceso de revinculación de chicos en los últimos meses de 2020 y en una escuela de verano, que anticipó el inicio del ciclo lectivo 2021. “Quince días antes de la reapertura de casinos, Rodríguez Larreta ya había anunciado la vuelta a clases para el 17 de febrero”, aseguraron.
En este contexto, tras ser consultados por LA NACION, fuentes del Gobierno porteño indicaron que la recaudación que otorgan las salas de juego “es algo que les pesa a todas las provincias”, pero que no se trató del pilar detrás de la reapertura. “Fue, sobre todo, la presión de 4500 trabajadores que querían volver asus puestos”, señalaron.
En el marco de las negociaciones, el Sindicato de Trabajadores de Juegos de Azar, Entretenimiento, Esparcimiento, Recreacion y Afines de La República Argentina (ALEARA), única entidad sindical de carácter nacional del sector de juegos de azar participó en mesas de encuentros que permitieron las reaperturas.
El secretario gremial de ALEARA, Ariel Fassione analizó el escenario. “Plantean la cuestión de ‘¿Casinos sí, y escuelas no?’, pero, ¿por qué lo tenemos que plantear así?”, dijo a este medio, y siguió: “¿Digamos cualquier actividad económica y escuelas no? Yo también creo que las escuelas tienen que volver de alguna manera, pero por qué relacionarlo con el tema del entretenimiento cuando nadie plantea ‘shoppings sí, escuelas no’”.
Para la vuelta de las salas de juego, según pudo reconstruir este medio, en mayo de 2020, ALEARA presentó a autoridades de Lotería de la Ciudad (LOTBA) -un organismo encabezado por Martín García Santillán- el primer boceto de protocolos para la reapertura de salas de juegos porteñas. Desde aquel momento hasta el mes de octubre, se dieron las negociaciones que comenzaron con la cautela del poder político y culminaron con el visto bueno de la cartera sanitaria.
Protocolo y medidas sanitarias, por dentro
Tras una negociación de condiciones entre Salud y Lotería de la Ciudad, el 20 de noviembre de 2020, el gobierno porteño publicó en el Boletín Oficial una disposición que llevó la firma de Santillán anunciando el regreso del funcionamiento de las salas de juego tras ocho meses de cierre.
En general, las medidas que aspiran a limitar la propagación del coronavirus en las salas de juego incluyen horarios acotados, la reducción de capacidad total en un 20 o 30 por ciento, el uso obligatorio de barbijo, la distribución de alcohol en gel y el distanciamiento social. LA NACION visitó el Casino Flotante de Puerto Madero para observar la implementación de la disposición gubernamental.
El estacionamiento -con una capacidad para 1000 autos- prácticamente no da abasto. Desde su ingreso principal, en Elvira Rawson de Dellepiane, hasta alcanzar los barcos los apostadores deben recorrer unos 200 metros repletos de un mar de autos. Por protocolo, sólo pueden ingresar al Casino personas que vayan a jugar.
Matías larga el humo de su cigarrillo. Lleva, según dice, un rato allí sin poder fumar puertas adentro como se hacía antes. En el marco de la pandemia del coronavirus, el Hipódromo Argentino de Palermo y el Casino de Buenos Aires debieron presentar un protocolo para salas de juego. El texto incluye unas 40 páginas de detalles y promesas para su aprobación.
“Es distinto, pero al menos podemos venir a jugar igual”, sostuvo una pareja de jóvenes que prefirió no dar a conocer sus nombres. A metros de distancia, un grupo de sexagenarias descienden de un auto para entrar a “las maquinitas”. Es, según confiesan, uno de los pocos “programas divertidos” que puedan hacer fuera de salir a comer.
Según disposición del Gobierno porteño, todos deben entregar una declaración jurada que indique que el jugador no presenta síntomas de coronavirus, pero a esta periodista no le exigieron la documentación al ingresar.
La medida es, según Fassione, algo que “no funciona”. Según el representante gremial, el uso de barbijo y el control de temperaturas son medidas que sirven, mientras que la presentación de una declaraciones juradas “no es práctico”.
“A riesgo y conciencia de cada uno”. Así se entra al Casino, según dijo un trabajador del lugar. Después de pasar por un detector de metales y un control de temperatura, se atraviesa un túnel de coloridas alfombras y carteles que dan la bienvenida a un universo que se mantiene paralelo.
Minutos pasadas las 22, el ingreso a la sala principal tiene más de una veintena de personas haciendo cola. Vestido de traje negro y detalles rojos, un hombre que viste barbijo a tono y máscara plástica controla el total de personas en el lugar con un cuenta ganado en la mano.
Dentro del enorme laberinto de luces, sonidos y escaleras mecánicas, el cumplimiento del distanciamiento social se ve un tanto limitado. En los slots, más conocidos como “maquinitas tragamonedas”, se resolvió instalar mamparas de acrílico entre jugadores, o anular el uso de las computadoras para así generar una separación natural entre jugadores.
El Casino de Buenos Aires y el Hipódromo de Palermo hoy son territorios que han quedado reservados de forma exclusiva para apostadores. La nueva reglamentación indica que queda expresamente prohibido la circulación de personas que vayan como acompañantes o cuya presencia dentro del predio “no sea necesaria”.
Si bien en el ingreso a cada sala se ve un trabajador intentando asegurar que se cumpla con el límite designado, los lugares de apuestas más bajas están muy concurridos en esta noche de verano. En las mesas de paño, donde el público apostador juega al Blackjack, Poker o Punto y Banca, apenas se registran un puñado de asientos libres para apostadores.
Los croupiers trabajan entre mamparas de acrílico para crear una separación entre los jugadores y los trabajadores. Algunos veteranos del Casino se ríen mientras pasan las fichas por debajo de los plásticos. “Mirá cómo tenemos que hacer”, señalan entre maniobras de motricidad fina para apostar.
Sobre avenida del Libertador al 4100 se alza el histórico Hipódromo de Palermo. “Son todas señoras y señores grandes los que traigo, algunos no pueden siquiera caminar”, advirtió Juan Carlos, un taxista que hace más de dos décadas trabaja como chofer de una radio y que confesó en las últimas semanas los viajes al Hipódromo se dispararon.
Si el clima lo permite, las colas suelen extenderse a primera hora de la mañana. Las maquinitas disponibles han sido reducidas visiblemente. Apenas un tercio de las 4000 gigantescas computadoras de pantallas pueden ser utilizadas.
Se ve gente sola. Expectante. Todos quieren usar los slots hipnotizantes en los que muchos pasan horas. Desde noviembre, el Hipódromo -al igual que Flotante- ha cambiado sus históricas 24 horas de atención ininterrumpida.
De acuerdo a disposición de autoridades nacionales, los establecimientos cierran de 1 a 6 de la mañana. Minutos antes de que el reloj marque el horario límite, las apuestas no van más. Las salas, por una vez, cierran.
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